Si mañana me planto en casa de Frédéric Vasseur y, como si fuera el genio de Aladdin, le concedo tres deseos... bueno que tres deseos, un solo deseo y encima lo elijo yo, sé que me diría que sí. Si mañana, cual vendedor de enciclopedias de los que ya no hay, me planto en casa de Frédéric Vasseur y le digo: «Acabo de conseguir que solo Charles Leclerc participé en el resto de carreras de la temporada. Carlos Sainz ya no va a correr más para tí.» y el francesazo de mi primo me diría: «¿Y te debo algo?». Me puedo imaginar que seguiría insistiendo ante mi negativa y al final acabaría accediendo a que me invitara a una bichisuá, como gesto simbólico, o a la basura de comida a la que inviten los franceses cuando por el cuerpo les recorre esa extraña sensación -para ellos- de agradecimiento. Venga va, como si fuera Mourinho: Abiteboul, Vasseur, Marko y tantos jefes cazurros que no han sabido tener en consideración a Carletes. Antes de empezar la carrera veo que Carlos es el único, salvo Zhou, que sale con neumáticos duros. Sonrío. Qué poco cuesta contentar a un aficionado a la Fórmula 1. A partir de la vuelta 15 Carlos lidera la carrera, tal y como estaba previsto, todo marchaba según el plan: Smooth Operator. Unas pocas vueltas después lo llaman a boxes mientras miro la tele muy de cerca y asombrado. Le calzan medios y con media carrera por delante, todavía quedaba vida; pero siete vueltas después lo llaman a boxes. Media hora más tarde, Russell gana yendo a una parada. Puto Vasseur.
Y todo este carrerón, episodio de Carlos Sainz incluido, sin la imperiosa necesidad de verse enterrado en adelantamientos. Nadie me va a quitar la sensación que hace un tiempo, los señores que dirigen el negocio de la Fórmula 1, después de hacer un DAFO y un CAME en un pizarra magnética, definieron un objetivo SMART de aumentar en un 15% el número de adelantamientos. Años después, cuando vieron todos los adelantamientos que consiguió Verstappen en cinco vueltas la temporada pasada en Spa-Francorchamps, no entendían qué estaba pasando: «¿Pero cómo puede ser? -decían- si el número de adelantamientos es mayor que el del año pasado». Las carreras de Fórmula 1 se parecen más a un concierto de jazz que a una canción de requetón, más a una película de Scorsese que a un TikTok cortando jabón. No estoy diciendo que una cosa sea mejor que la otra, bueno sí: lo estoy diciendo directamente. Pero el objetivo de esta comparativa es ejemplificar que, de igual manera que un vídeo de una chavala bailando no puede durar tres horas captando la atención, Scorssese no puede condensar un pausado ritmo creciente para desembocar en un punto álgido en menos de un minuto. Y eso es exactamente lo que ocurre en la Fórmula 1: que el mejor momento de la película llega tras una persecución de veinte minutos, con un invitado inesperado en el último momento, y sin que se produzca un solo adelantamiento.
Total, que miro a ver si Víctor Abad ya ha empezado su directo post-carrera y me dice que Russell está descalificado.
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