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miércoles, 5 de abril de 2023

Tenemos que hablar

Cuando digo que este es el último Gran Premio de Fórmula 1 que veo no me lo creo ni yo mismo. Espero que el experimentado lector de este sucedaneo de portal web tampoco se lo crea. Pero, honestamente pienso que tengo motivos para hacerlo; y aquí sí que creo en lo que digo. Y creo en lo que digo porque se ha convertido en habitual que las decisiones que toma Dirección de Carrera me saquen de quicio. En adelante, quedaría de los más profesional nombrar todas las tropelias que han conseguido lo que jamás pensé que podría pasarme: enfadarme por una puta carrera de Fórmula 1. Pero no lo voy a hacer porque te juro que no cabrían todas sin sobredimensionar esta entrada que quiere ser picadita y concisa. A cambio, sí citaré el desastre en Monza el año pasado, la vuelta anulada de Lando Norris en Imola en 2021, el accidente múltiple en Mugello en pandemia y el lamentable Gran Premio de Italia de 2019 donde todo empezó a torcerse. Cuatro Grandes Premios sin salir del mismo territorio y en años consecutivos.

El solo hecho de pensar que no voy a volver a ver una carrera de Fórmula 1 no es una buena señal para la setenteañera, me aventuro a pensar. Pero siempre vuelvo, entre otras cosas, porque todo lo que rodea, está debajo y está sobre las decisiones de Dirección de Carrera coincide exactamente con mis gustos. Los Drivers' Parade, me gustan. Las entrevistas a pie de pista, las apruebo. Digo sí a la ceremonia del podio, a los himnos, a George Bizet y, por favor, digo sí a dejar caer la botella de champán a los mecánicos. Pulgar arriba a los planos desde el helicóptero, a las microcámaras incrustadas en el asfalto y a las que van abordo de las suspensiones; y no a las imágenes sin sentido de las gradas. Fanático de Räikkönen comiéndose un polo, de Leclerc yendo a mear y de Alonso empujando el carrito de las ruedas. Del corralito de prensa, de las cámaras lentas, de Sainz hablando con su ingeniero antes de la carrera, de Ricciardo escuchando música y de Pierre Gasly y sus pelotas de tenis. ¡Que me gusta la Fórmula 1, joder!

Pero, claro, sin tiempo para darse cuenta a Leclerc o a Stroll se les avería el monoplaza, cualquiera de los dos lo dejan perfectamente apartado, preparado para ser evacuado con la mayor prontitud y los mismos tios de siempre vuelven a hacer manualidades artemaniacas. Uno siente que le estan privando del espectaculo delante de sus narices o, peor todavía, que éste está siendo artificialmente generado. De entre los que conozco, la Fórmula 1 es de los poco deportes cuya acción se produce de forma ininterrumpida. No hay pausas entre ejercicios, la pelota no se escapa del terreno de juego y, por Dios, no hay futbolistas fingiendo dolores. Todo es seguido salvo, claro está, que un coche no pueda continuar y entonces paren la carrera. Hay un momento en que me pierdo, no sé quienes son los responsables de todo este desastre, pero espero que tú ya lo sepas: los que hacen bien las cosas, no; los otros, los que la pifian siempre. Pues bien, me niego a creer lo que luego dice esa gente en sus comunicados de prensa que todo es en pos de la seguridad.

El pasado Gran Premio de Australia con Albon rezando a la Geperudeta, con una rueda menos y en medio de la pista, esta gente espero pacientemente a que pasaran todos los coches a toda leche por la zona del accidente y, entonces, cuando ya no había peligro alguno aminoró la marcha de la carrera desplegando el coche de seguridad. Tócate los cojones. De igual manera, que hizo cargo a cada equipo de que avisara por radio a cada piloto de los peligros inminentes, a saber, varios coches parados durante la vuelta de reconocimiento o una puñetera rueda entera en mitad del circuito. ¿Qué clase de seguridad aporta esta gente?, ¿Qué anticipan que no pueda ver el piloto con sus propios ojos, los equipos con sus monitores o cualquier espectador desde su casa? Fernando Alonso le debe su primera victoria en el Gran Premio de España en 2006 a un hábil grupo de comisarios que retiró de la pista con rapidez el monoplaza de Juan Pablo Montoya evitando, no solo la aparición de Safety Car, sino también males mayores. 17 años después, un comisario, seguramente igual de hábil, no puede estirar el brazo y tocar el coche averiado porque está esperando la autorización de esta gente, ¿pero quién sois vosotros para autorizar a nadie?

¿Qué merecimientos habéis reunido para mandar sobre nadie? Cuando empecé a ver Fórmula 1, a penas podía distinguir quien iba primero de quien iba segundo, pero me quedé maravillado con que se supiera qué piloto acaba de atravesar la línea de meta en ese mismo momento; y pasaban uno detrás del otro. No fue menor mi sorpresa cuando me percaté de que cada coche podía rodar con varios tipos de neumáticos unos más adherentes pero menos duraderos y otros al revés. Y ya directamente aluciné cuando vi que había un reloj que dividía un segundo en mil partes iguales y nunca fallaba. Y ninguno de estos inventos forma parte, si quiera, del pasado reciente de la Fórmula 1, ya llevan mucho tiempo con nosotros. Hace dos años un asalariado de Mercedes ideó un sistema que permitía variar la inclinación de las ruedas moviendo el volante de atrás a adelante y viceversa. McLaren añadió un conducto sobre la letra f de su patrocinador vodafone que, al ser tapado manualmente por el piloto, se reducía la resistencia al aire de todo el monoplaza. Ferrari esquivó la norma del caudalímetro con una idea genial y antes Red Bull hizo algo un poco similar con los difusores soplados.

¿Qué ha hecho esta gente a cambio? Hacerme pasar una vergüenza terrible el año pasado en Suzuka y proponer un modelo de coche que, además de seguir sin permitir la lucha cuerpo a cuerpo, cuando llega a 250 kilómetros por hora bota. Espectacular. ¿Cómo es posible que unos y otros contribuyan al mismo deporte? Esta gente no está a la altura de quien puso un aparatito en el coche que almacena la energia al frenar para luego proporcionarla al vehículo en la aceleración y lo llamó KERS, no; esta gente más bien solo se pueden comparar con el plástico que protege la visera del casco que cuando un piloto se lo quiere quitar tiene dos opciones o lanzarlo al circuito o metérselo debajo del culo.



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