Doña Segunda División debería estudiarse en las clases de la asignatura de «Probabilidad y Simulación». Llega el mes de abril y once equipos optan al ascenso o la diferencia entre el primero y el último son quince puntos o demás pregones que copan la portada de Marca.com. Pero yo veo partidos como el de esta tarde y suelto con el más castizo de mis acentos: «Poj claro». En el segundo minuto de la temporada el Sporting de Gijón anota un gol que acaba siendo anulado por fuera de juego. Veinte minutos después se saca una falta rápido y diez minutos después el portero está despistado. Y tú, que aprovechas el descanso para sacar la basura, bajas las escaleras creyendo que tu equipo es el Real Madrid multicampeón de Europa pero con una mosca que te persigue la oreja mientras piensas lo
Voy a decir una cosa: El Levante podría haber jugado exactamente este mismo partido pero haber perdido tres a cero sin que ninguna cosa futbolisticamente improbable hubiera pasado. Tampoco digo que el Sporting nos haya superado con su juego, de hecho, no lo ha hecho. En esta casa, hemos visto este partido cincuenta veces en los últimos dos años -tras el descenso- y sabemos perfectamente que Doña Segunda División puede engullir rendimientos tan excelentes como los de Carlos o Kochorashvili y luego devolver un empate a dos como una casa. Nada es fruto del juego. Me puedo imaginar al puñado de aficionados granotas que se han desplazado a Gijón y que ahora conducen a casa disfrutando de una victoria inaugural por primera vez desde 2018, permitiéndose un minuto de ilusión, dibujando un ascenso en mayo, veintidós victorias, ganando en Mestalla la temporada que viene... y yo pienso en lo frágil que es todo bajo la dirección de Doña Segunda División, la dueña de nuestras emociones más
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