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domingo, 25 de agosto de 2024

Serenidad

Tiempo de descuento en Orriols. La acción se sitúa en el recientemente renovado Ciutat de València. Ahora sus asistentes cuentan con una cubierta que sobrevuela todo el perímetro del estadio y que no solo permite disfrutar de una merecida sombra en la mayor parte de las localidades, sino que también brinda una acústica en ciertos momentos del todo ensordecedora. Unos asientos más allá, un recién nacido porta unos cascos que protegen sus oídos como consecuencia de tener una madre preocupada, previsora. En el momento que nos ocupa, la grada está totalmente volcada sobre el jugador rival Gonzalo Escalante que, con sus músculos fatigados, muestra gestos de aparente dolor. En la otra portería, segundos antes, el Levante ha fallado su quinto mano a mano del partido en lo que acabó por ser una exhibición del guardameta David Gil en las distancias cortas. El público ruge enfervorizado a medio camino entre la rabia y la fustración.

Quien te ha visto y que te ve. El dueño de este sucedáneo de portal web que, no hace mucho tiempo, no muy lejos de aquí hubiera estado nervioso, expresivo, apremiando a Gonzalo y luego con las manitas juntas rogando un último gol granota, ahora se muestra sereno guardando apaciblemente su asiento. Saboreando el momento como si fuera una onza de chocolate Valor almendrado. Ajeno al delirio generalizado que le rodea, imaginándose cómo sería todo con unos cascos alrededor de las orejas, imaginando lo aburrido que sería. El mismo que parece estar viendo con pachorra una competición de tiro con arco, no comprende qué le lleva a sus compañeros de sitio y al resto de estadio a querer expulsar el corazón por la boca. El mismo que el día del empate contra el Zaragoza hubiera rodeado de aspavientos e improperios el aire circundante, ahora no encuentra motivo alguno para alterar el estado de sosiego en el que se encuentra sumergido. Ángel Algobia, un esforzado mediocentro que viste dignamente la samarreta de les barres blaugranes, lleva la pelota hasta el área rival empujado por el grito emocionado del espectador granota; mientras el dueño de este sucedáneo de portal web henchido de honestidad hasta el más diminuto de sus capilares solo puede pensar: «buah, xaval, no puedo estar más tranquilo».

Os voy a contar una cosa -asumiendo que mi público sea superior a una persona-: no creo que el Levante vaya a subir a Primera División al final de esta temporada. Puedo estar equivocado, no asumo como cierto exactamente todo lo que pienso, no soy de esos. Puedo estar equivocado y ojalá lo esté, me encantaría, pero decir algo contrario sería engañarme a mí mismo y eso, lo de engañarse, se lo dejó a la facción más cerrada de los xotos y a colectivos de similar enjundia. Bajo el color del prisma con el que veo el fútbol, el Llevant Unió Esportiva no está en la carrera para conseguir el ascenso y eso solo significa una cosa: que el Levante no tiene la obligación de ganar todos los partidos. Desde que la situación se complicó con la destitución de Paco y contratación de Javi Pereira, el Levante ha vivido en un ganar o morir domingo sí, domingo también. El empate era botín insuficiente en todos los partidos que precedieron a los de esta temporada, salvo aquella visita a Mestalla protagonizada por el perímetro craneal de Óscar Duarte. Del partido puedo contar poco, si me dicen que David Aganzo salió en la segunda parte a apuntalar el ataque, me lo creo. Pasé de disfrutar analizando el partido mientras sufría por no meter gol a simplemente disfrutar del fútbol. La tierra prometida también existe en Segunda División.



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