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lunes, 29 de marzo de 2021

El problema no es Hamilton

El problema es el puto Hamilton. La tirria que se le tiene al británico, aunque sombrío, heptacampeón del mundo es de la misma clase que se le tenía a Sebastian Vettel cuando secuestró a la pobre señora Fórmula 1 hace una década; solo que con Vettel, además, le estaba robando a nuestra mejor baza sus oportunidades de título y con Hamilton, además, tenemos que aguantar su insufrible teatro por hacernos creer, sin éxito, que ganar carreras es muy dificil. El problema no es que gane Hamilton, el problema es que siempre gane Hamilton. Ayer el yerno que toda suegra desea evitar alzó los brazos victorioso, por razones que ahora no vienen al caso, y lo ideal hubiese sido que Verstappen hubiera cruzado la línea de meta antes por aquello de encontrar cerco al tirano reinado de Luis XLIV el lloros; pero no es descartable que en un futuro se suspire, aunque cueste de creer, por una victoria suya. La cuestión tampoco se resume en filias y fobias: si bien yo estaría conforme con que Hamilton diese todas sus vueltas de clasificación en bicicleta, ya dije en este sucedáneo de portal web que votaría a favor de que Max Verstappen, principal contendiente hasta que Sergio Pérez no diga lo contrario, diese todas sus vueltas de clasificación andando, que no en bicicleta. El problema seguramente no sea Mercedes que solo ha hecho durante siete años el mejor coche de la parrilla... bueno, un poco de culpa sí que tienen... que no sean tan buenos, ¡coño!

Quien puede que se encuentre detrás de todas nuestras preocupaciones sea la FIA. En 2014 se les fue la mano y Mercedes tomó una ventaja insalvable; en 2017 quisieron rectificar modificando completamente el concepto del coche, pero Mercedes seguía ganando; y para el año que viene se prepara un cambio tanto o más radical. Desde 2008, bandazo va, bandazo viene, no han habido dos equipos igual de competitivos peleando por el mundial. Y, ahora va, y sin tenerlo preparado, improvisando, después de postergar la revolución para el año que viene, tocan dos cosas en la parte de atrás de los coches y Mercedes pierde toda la ventaja. ¿De verdad?, ¿Tan fácil era? Es pronto para lanzar las campanas al vuelo, pero si no las lanzamos ahora, puede que no las lancemos nunca: Mercedes y RedBull están a la par.

De quien seguro que no es el problema es de la clase media de la parrilla. Cierto es que a causa de la nueva regulación en la parte trasera de los monoplazas, la Fórmula uno y medio ha perdido protagonismo; pero esta menor cuota en pantalla, no es porque se haya vuelto aburrida o, tan solo, menos divertida. Antes de que Mercedes moviera los primeros peones sobre el tablero de Sakhir anticipando la parada de Hamilton, el promedio de los amantes de la Fórmula 1 estaba embelesado con las peripecias de Norris y Leclerc y de el hijo del dueño y Fernando Alonso (invitado estrella en el pelotón de la parrilla). De hecho, la temporada empezó, como tal, cuando el nano lanzó un ataque por estrategia a los cuatro pilotos que le precedían; cayeron dos. Después de 306 kilómetros de competición y de un par de vueltas de clasificación, se puede decir que AlphaTauri lidera la razón por la que el año pasado enchufábamos la tele los domingos al mediodía; le sigue Ferrari y McLaren o McLaren y Ferrari; y después Aston Martin y Alpine. La lucha de los cuchillos de plástico, por el contrario parece disgregada con respecto a hace pocos meses: Alfa Romeo está más cerca de Alpine que de Williams y el Haas es tan malo que el hijo de El Káiser va haber de limitarse a quedar por delante de Mazepin (suponiendo que en algún momento pueda completar, aunque solo sea, una vueltan) pero por detrás de Rusell y Latifi.

Aunque en realidad el problema no es ni Hamilton, ni el puto Hamilton, ni Mercedes, ni la clase media, ni el tremendo pepino con el que ha arrasado en los últimos siete años. El problema es el puto Masi. Desde que la Fórmula 1 se enfrentó a la fatal tesitura de buscar un sustituto a Charlie Whiting, y con cierta premura, Michael Masi nada más que ha causado extragos en la máxima expresión del automovilismo. Desde entonces, en el impresentable histórico de despropósitos del indigno relevo encontramos: Coches de Seguridad prescindibles e innecesariamente largos (salvo, irónicamente, el de hoy), VSC todavía más sobrantes (como el de hoy), Track Limits absurdos (eeeejeeeeeem), medidas de seguridad inseguras (como la que hizo estamparse a Carlos Sainz a orillas del Mar Negro) y un deplorable afán de protagonismo (como la noche en la que casi perdemos a Grosjean y menos patético pero igual de ridiculo como cuando mal-reparó un sumidero en Portugal o como cuando hizo de hombre del tiempo en Silverstone). De no ser por las aciagas intervenciones de Masi, el hijo de El Matador habría subido al podio, com toca, en Brasil; en el estrecho del Bósforo la clasificación habría empezado, com toca, a las once de la mañana; y jamás habriamos tenido tres banderas rojas en dos carreras, també com toca.

Masi es ese hombre que el jueves dice digo, el viernes dice Diego, el sábado dice dije y el domingo Verstappen abre el micro y Masi amonesta a Hamilton con la personalidad de un crío de cinco años. Y lo peor de todo es que realmente parece que en la primera vez que pisó un paddock de Fórmula 1, Hamilton ganó la carrera, Bottas quedó segundo y el tercero terminó con vuelta perdida. ¿De qué sirve abrir un canal de YouTube, poner gráficas de puta madre, hacer entrevistas a pie de pista o dejar que Netflix haga una serie si luego tienes a Masi dejando su firma siempre que puede?, ¿De qué sirve potenciar el espectáculo si luego llega la mejor carrera en los últimos diez años y Masi dice que no, que el adelantamiento que decide el Gran Premio a tres vueltas del final no vale porque Verstappen ha pisado fuera? Masi, eres una vergüenza para el deporte.




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