Páginas

sábado, 9 de enero de 2016

Morales arroja un flotador granota

Corría, encorvado, Morales, quizá para adoptar una posición aerodinámica más efectiva, quizá para vigilar el cuero que estrechaba entre sus botas desde una visión unos centímetros próxima. La mecha había prendido y solo faltaba esperar a que explotara. La gradería alentaba con enérgicos aspavientos el grandioso galope del extremo granota que encaraba la portería con sólo una tímida e inconsecuente supervisión rival. El exquisito viaje del cuero por el denso aire, comprimido el Ciutat de València, convertía a Victor Camarasa en el asistente de una obra maestra. Deyverson recupero el esférico y el de Meliana dirigió por láser un balón que gritaba con fuerza, la raquítica palabra 'gol'. Arrancó la moto como la noche del derbi y a golpe de potencia, pisó área rival, esa terminal zona, dueña de numerosos quebraderos de cabeza para la sociedad granota. Soltó el paracaídas, dejó arrastrar el ancla por el verde pasto del Ciutat, para décimas de segundo después completar el regate con un túnel que el respetable ornamentó con una redonda vocal que en ocasiones expresa la encandilación del ser humano. Se encontraba solo, gran momento para sentirse sin compañía, solo ante el portero, que intentaba cubrir un rectángulo que superaba en innumerables veces las dimensiones de sus alargados brazos. No erró el trabajo más sencillo, el balón impacto contra el lateral de las mallas, dejando liberar toda la tensión de un partido que alcanzaba con las yemas de los dedos la hora y veinte minutos de juego. Nada esta hecho en la implacable Primera División, para bien y para mal, pero si al término de la temporada la entidad granota logra el objetivo, mucho le deberán a la suntuosa acción de José Luis Morales.