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domingo, 22 de enero de 2023

Pum, empatito



En esta casa somos de todo menos resultadistas. Seremos incrédulos, tal vez cándidos o directamente, tontos; pero resultadistas, nunca. De hecho, tan inquebrantable es la sentencia que solamente seriamos resultadistas antes que chotos, se consideraría conveniente ser francés antes que resultadista y con respecto a ser catalán, se prefiere no responder. Este mediodía el Levante Unión Deportiva ha arañado un punto con un tanto en el último minuto del partido; esta sería la lectura resultadista a la que se le podría añadir que claro, lo que no puede ser, es jugar un día bien (bien porque se ganó tres a uno) y al día siguiente mal (mal porque se empató hacia el final del partido). Esta es la explicación que podría encontrar cualquier persona que conociera las reglas por las que se rigen los números y mirase al marcador una vez al menos cada cinco-diez minutos. Se le podría añadir, por otra parte, que el gol agónico anotado por Róber Ibáñez ha convertido en justo el resultado según lo jugado por ambos equipos y, ya que estamos, también se podría decir que el problema no es que no hayamos podido ganar a pesar de haber contado con los medios para hacerlo o que el gol del empate llegase más tarde de la cuenta, el problema más grande de todos es que el Levante haya jugado un partido en el que el resultado más justo sea el empate.

El simple hecho de no ser resultadista obliga a empequeñecer la importancia del resultado final, pero no evita tenerlo en consideración. La temporada anterior el Levante descendió por no sumar más puntos que el envidiado decimoséptimo clasificado, a pesar de merecerlo. Hoy, el Levante se codea con la élite de la división de plata del fútbol español gracias a los resultados cosechados por mucho que no merezcamos algunos puntos de los que ostentamos. Y en mayo, el Levante se quedará en segunda o subirá en primera solamente por los resultados obtenidos: por las victorias, por las victorias que acaban siendo empatitos y por los empatitos que terminan esquivando derrotas. Sin embargo, lo que a mi manera de entender parece evidente es que cuantos más puntos se merezcan, más puntos se obtendrán y exactamente al revés.

Hablando del descenso que no pudimos remediar con Alessio en el banquillo y con Morales y Roger haciendo goles, uno de los principales motivos fue la dolorosa espiral de resultados negativos que nos hacía perder partidos que, incluso, mereciamos ganar. El Levante de entonces se sentía hechizado por varios tuertos y todos ellos llevaban la camiseta del equipo que tú ya sabes y no hace falta que mencione. Había un embrujo etéreo, sobrehumano, transcendental, multidimensional que nos hacía recibir el gol de la derrota siempre. No se precisa, por tanto, una explicación muy pormenorizada de lo que le está ocurriendo al Levante actualmente; pero la voy a hacer.

Como contrapunto, el Levante se siente ahora intocable. Intocable en su imbatibilidad, en su férrea negación a perder partidos. Ese Levante que sabe que no va a caer derrotado porque De Frutos entra al área y pum, penalti; y ya van siete, tres en los últimos tres partidos y cinco en las últimas ocho visitas, todos anotados. Este es el Levante que cuando le pitan un penalti en contra como una casa, pum, lo para Cárdenas. Ese Levante que cuando finalmente le meten gol, porque entre Vezo y Postigo hoy no han hecho uno, pum, ocasión de Saracchi inmediamente después. Ese Levante que siente que va a perder por primera vez desde principios de octubre pero pum, Pepelu cerrando la defensa a la desesperada cruza un pase a la banda. Ese Levante que teme mancillar la racha de partidos invictos desde que Calleja llegó al banquilo, pero pum De Frutos y ese recio propósito suyo para echarse el equipo a la espalda conduce la pelota hasta el propio borde del área. Ese Levante que deja entender que va a desaprovechar ponerse por delante fuera de casa pero, pum Bouldini redondea una jugada repleta de fútbol con un sutil toque al área. Ese Levante que te hace anticipar que va a despediciar su quinto tiro de volea en la segunda parte, pero pum Nyom despeja como un niño y Róber Ibáñez empuja la pelota al fondo de la red. Ese Levante que cuando parece que va a perder, pum empatito.

Dicho esto: apuntad la primera derrota con Calleja el próximo partido contra el Burgos.



sábado, 7 de enero de 2023

Quedarse en Segunda o subir a Primera

Feliz año. El buen granota abraza a 2023 como cualquiera de nosotros puede abrazar la almohada un lunes a las siete de la mañana escasos segundos después de que el despertador irrumpa en la habitación con su atronadora alarma, es decir, con ganas pero sabedor de que la cosa se puede torcer en cualquier momento y acabar muy mal. Hundir de nuevo la cabeza en la almohada y cerrar los ojos amparado por la omnipotencia del Dios Morfeo puede tener como resultado o bien un microsueño reparador de exactamente cinco minutos o bien que, por otra parte, se te junte el desayuno con el almuerzo y la hora de comer y por supuesto omitas el cumplimiento de tus obligaciones. El buen granota sabe que de aquí a cinco-seis meses el Levante conocerá en qué categoría va a jugar la próxima temporada y eso le preocupa especialmente; no le preocupa tanto saberlo ya o en doscientos días sino más bien lo que teme es que la próxima categoría no sea la Primera División del fútbol español. Otra facción más radical del levantinismo abraza al presente año con las mismas reservas que el resto de Orriols a la que se le suma una nueva aprehensión: la de lograr triunfantemente el glorioso ascenso, pero en la segunda parte del año vivir en Primera las penurias que nos trajeron a donde estamos, "que también forma parte del 2023", alegan.

No resulta dificil aventurar que el ascenso será con Javi Calleja en los banquillos o, lamentablemente, no será. El tiempo para las revoluciones deja de abundar. Si, por ejemplo, se quisiera empotrar al equipo contra la portería de Cárdenas y confiar en que el balón parado nos devuelva a primera o que, por otra parte, se eligiese lanzarnos al ataque como posesos para meter más goles que el rival, el momento para tomar ese tipo de decisiones es ahora o nunca. En lo que queda se podrá matizar el juego, pasar a jugar con tres tios en el centro del campo o fichar un delantero que meta 15 goles en 20 partidos y nos saque de este agobio, y de paso se quede en Primera con nosotros. Los partidos del Levante quedan a una distancia prudencial de lo que podría considerarse como espectaculo por una masa relevante de aficionados al balompié. Parece que Calleja es un señor que sufre más los goles en contra de lo que disfruta los goles a favor, de hecho, me atrevería a decir que le amargó más el traje de tres millones de pesetas que le hicieron a Rober Pier dentro del área que el disparo a las nubes de Mohamed Bouldini unos minutos después. Pero, sobre todo, con lo que más sufre el chaval es con perder la pelota fuera del área rival. Al principio, de hecho, jugábamos hasta mal: hay quien calificaría las victorias frente a Mirandés y Leganés, con el interino Miñambres, Ibiza, Sporting y Málaga, ya con Calleja, como milagrosas. Pero desde el doble puñetazo en la mesa en Mendizorroza con tantos de Bouldini y Son el Levante ha tomado ese ritmo al partido para acabar encontrando a un chaval de azul y grana en una posición propiciatoria para el gol. Por supuesto que aquí solo valen los goles y que contra el Málaga sacamos dos puntos más que contra el Éibar pero es más fácil ganar un partido si Pepelu encara al portero dentro del área que si no lo hace.

Atarde, ayer por la tarde, el Levante visitó Gijón para jugar el primer partido de la segunda vuelta. Desde que la pelota echó a rodar contra el Huesca en el Ciutat es la primera vez que se puede decir, sin dar lugar a equívoco, que ya hemos visto más de lo que nos queda por ver. Ya hemos jugado contra todos nuestros rivales una vez. Cada partido que pasa, conforme los adversarios vienen y se oponen al Levante, son más y más importantes todo ese compendio de acciones que dan y quitan goles. El próximo tiro a puerta el sábado que viene contra el Granada de El Pelao de Silla no va a determinar nuestra futura categoría, ese momento todavía no ha llegado; pero sin lugar a debate será más importante en el desenlace último que el paupérrimo toque de cabeza de Roberto Soldado con empate a uno en Oviedo cuando la temporada estaba en ciernes. En el momento en el que el tiempo apremie y conozcamos de memoria el listín de equipos que restan por enfrentarnos, pocas serán las victorias cosechadas a lo largo de la temporada. La pésima puntería de Bouldini nos privó ayer de una, Pepelu tampoco supo dirigir su cabezazo hacia la portería en los últimos minutos del partido y el potentísimo disparo de Pablo Martínez que da en el larguero y se marcha en lugar de dar en el larguero y entrar, por ejemplo, puede ser una de esas jugadas que haga al Levante quedarse en Segunda o subir a Primera.