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lunes, 9 de marzo de 2020

El campeonato tranquilo

Empezamos con un flashback: el 10 de marzo del año pasado, a dos minutos para que la primera parte tocase a su fin, Rochina empotró a pelota contra las redes de Sergio Asenjo. El estadio explotó henchido de júbilo como acostumbra a hacer cada vez que ocurre un acontecimiento es de estas características. Mientras Grada Central Alta celebraba, a mi me dio por mirar a la clasificación de las banderas y pensar: "Salvados, el campeonato tranquilo". Jordi Évole y sus gafas no aparecieron para hacer un programa especial, con la colaboración de Iker Jiménez, para relatar nuestra eterna persecución de la tranquilidad; sino que más bien Medié Jiménez empezó a agitar los brazos desde la sala de los intelectuales (es la sala de VAR y esto ha sido una ironía), sus palabras fueron la siguientes: "Colegiado Sánchez Martínez, acaba de contactar con mi persona a través de llamada telefónica el Consejo Europeo para la Investigación Nuclear o CERN con los resultados de un examen que le expedí hará unos segundos. Sus conclusiones advierten que un 0,0000001% de los átomos del talón de Morales Nogales, José Luis están en una posición superior sobre el eje x del terreno de que juego que el último átomo visible del jugador Ruiz Torre, Víctor; por tanto, la jugada ha de quedar invalidada por el infrigimiento de la regla del fuera de juego."

En realidad no fue así, los árbitros de primera división no saben descolgar un teléfono. Durante el tiempo en el que Medié Jiménez nos dejó celebrar aventajamos al descenso en diez unidades. Suficiente. Pero cuando el Villarreal sirvió el libre indirecto, aventajábamos al descenso en siete unidades. Suficiente, también. Todo cambio cuando Vicente Iborra empezó a regatear hasta al señor de Voy pallà, centró al bulto y Róber Pier se metió en propia puerta. El descenso nos miraba como la play nos mira cuando es Noviembre y llevas sin jugar al FIFA desde verano.

Después vino el penalti perdonado a Chema en Anoeta, el gol de Sergi Enrich en los últimos minutos del partido, el pisotón de Simon a Muniain en el descuento, nuestro querido Jason redebutando contra el Huesca, nuestra incomparecencia en Mestalla, Roger fallando una mano a mano en el última jugada contra el Espanyol, y ya, sí, la salvación después de sumar nueve puntos en cuatro jornadas. Jamás pisamos el descenso en esta parte de la temporada.

Vuelta al presente, pero no mucho: en el momento en el que Araujo se le fue la pinza y dejo solo a Mayoral para cerrar la remontada contra el Celta a mi me dio por mirar a la clasificación de las banderas y pensar: "Salvados, el campeonato tranquilo". Y esta vez Medié Jiménez no recibió ninguna llamada.

El año de Caparrós, salvados desde que fichamos a Casadesús, nos dio por jodernos el campeonato tranquilo porque los de la piel fina no aguantaban el aburrimiento del fútbol que practicábamos por aquella época; tampoco ayudó ganar al Atleti y al Valencia en el tramo final y rematar la temporada con la catástrofe de La Rosaleda. Catástrofe para nosotros, porque los jugadores se deshuevaban de vuelta a Valencia.

Que Ballesteros, Ju-ju-juanfran, Munúa y el otro que ahora no me acuerdo, decidiesen ganarse unos euretes contra el Dépor no contribuyó al campeonato tranquilo un año antes.

Hay que remontarse a la tiempos remotos, con un Levante obligado a ser tan tacaño que ni cambió de equipación para la nueva temporada. La famosa pretemporada de LuisGar y tres jugadores más en Oliva. Aquel Levante de Rubén el de la isla de las tentaciones y de Álex Geijo en punta de ataque (cuyo sueldo significaba la mitad del presupuesto), terminó octavo tan lejos del ascenso como del descenso. Y yo ni si quiera vi un partido de ese año.

Ya no es que siete equipos de nuestra liga quieran estar en nuestra situación y otros dos lo estén, si no que cualquier granota de los últimos ciento ocho años (quitamos el año en el que nos metimos en Europa) comerían lentejas una semana entera para ver al Levante en la puta primera división y salvados en marzo.

Los 90 minutos de ayer fue la mejor hora y media de todo el fin de semana; este Levante es capaz de mandarte a casa asqueado y entretenido a partes iguales. A ver quien es la valiente que no miró el móvil la tarde que Babá dejó la comida en el césped contra el Getafe. Al menos nos quedan diez jornadas con un equipo divertido, un portero y un delantero que pueden ir a la Eurocopa y un derbi que está a la vuelta de la esquina. Quizás un campeonato tranquilo sea el punto de partida perfecto para no pensar en la Señora Segunda División durante más de dos temporadas.