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miércoles, 30 de octubre de 2019

Algún día os contaré como hice ganar al Levante en Anoeta

Y ese día ha llegado estimados lectores. El inicio de todo se sitúa en una de las aulas de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería. No soy ingeniero ni nada: simplemente no sabían donde meter mi grado y lo pusieron donde había hueco. Se nos estaba intentando explicar cómo llevar a cabo el transbase con una señal del plano z al plano temporal: nada recomendable por si sentís la tentación de probar. Escribía yo en mi libreta ecuaciones imposibles de resolver cuando digo yo que la pelota echó a rodar en Anoeta. La clase terminó a la media hora de juego y trabajo me costó no enterarme de cómo iban. No quise enterarme del resultado, primero, en clase porque bastante tenía yo con el plano z como para tener que preocuparme por que Morales diese un pase en condiciones; y no quise saberlo al salir de clase porque la parte granota-pesismista de mi reflexionó sobre la utilidad, o más bien la inutilidad, llevarse un disgusto en el camino de vuelta a casa.

Abrí la puerta en el descanso y la tele estaba apagada; imposible enterarse del resultado. Sin embargo, la voz alegre de mi padre me invitó a pensar que mal no lo estábamos haciendo. Que el resultado era bueno. Aunque claro, mi padre también es granota y es posible que sonría ante una derrota por la mínima en Anoeta o un empate a uno o que no nos hayan expulsado a nadie a pesar de cargar con tres goles, ve tú a saber porqué un granota puede llegar a sonreír. Me cambié de ropa, me puse el pijama y en el trayecto de la habitación al comedor deposité los calcetines en la lavadora. Me senté en el sofá, enchufé la tele y la pelota echó a rodar poco después. CERO A DOS, ni en mis mejores sueños.

Pero William José metió un tanto que a punto estuvo Aitor de mandarlo fuera. No llevaba ni un minuto viendo el partido. Un instante antes, justo un instante antes de que la pelota besase la red, un idea atravesó mi cerebro y gracias a la Virgen de los Desamparados no me la pude sacar de la cabeza. Apagué la tele y subí las escaleras de mi casa y le pregunté-avisé a mi padre: "¿Me voy!". "¿A dónde?". "A dar una vuelta de cuarenta y cinco minutos y vuelvo. ¿Me voy?". "Haz lo que quieras- resignado". Bajé las escaleras, saqué los calcetines de la lavadora y me los puse. Misma camiseta, mismos pantalones, mismas zapatillas. móvil en el mismo sitio, llaves en el mismo sitio, me cargué la mochila a la espalda y antes de salir de casa volví a avisar: "Me voy".

Decidí andar hasta las 20:30h en una dirección y volver sobre mis pasos. Pensé que prefería no ver ganar al Levante, a verlos perder. Imbécil de mi, me embauque en lo que creía un sacrificio. Y para ahondar en la penitencia y centrar todas mis fuerzas en Anoeta y els blaugranes estuve rezando todo el camino: "Vamos, vamos, vamos campeón//Tú eres, tú eres, tú eres mi pasión//Solo, solo, solo sé// que animaré a mi Levante" y vuelta a empezar. ¿Se puede llegar a estar cuarenta y cinco minutos seguidos andando y solo pensando en una única cosa? Sí, todo sea por los tres puntos y por el Llevant. Me paré junto a un paso de cebra sin semáforo. Hubo un momento que paré de cantar repentinamente y pensé que el juego estaba parado y luego, cuando volví a mi casa, vi el penalti no señalado... Continué andando hasta el pueblo de al lado: Godella. Ya eran las 20:30h pero decidí andar algo más por si el partido se alargaba más de la cuenta por ese parón e iba a llegar justo para que Oyarzabal metiese el tercero.

Durante mi trayecto, fui viendo a pequeños frames el partido de la chotera contra el Sevilla Fútbol Club en los bares que si retransmitían la pachanga en Mestalla, pero no la de Anoeta. Me paré a ver una falta que tiró Parejo a la barrera porque lo creí conveniente para salvar el tiempo de descuento en San Sebastián. En todas las televisiones de todos los bares la panda de pequeñas cabras de Aragón iba perdiendo. En todas, menos en la última que vi.

Enfilé la calle de mi casa, mochila a cuestas cuarenta y cinco minutos después y me dio un subidón importante: "VAMOS, VAMOS. VAMOS CAMPEÓN//TÚ ERES, TÚ ERES, TÚ ERES MI PASIÓN//SOLO, SOLO, SOLO SÉ// QUE ANIMARÉ A MI LEVANTE". Menos mal que las calles del pueblo de Burjassot un miércoles al filo de las nueve de la noche quedan poco transitadas. Llegué el portal de mi casa completamente seguro de que habíamos ganado. Completamente seguro de que habíamos ganado porque me había ido a dar una vuelta. Completamente seguro de que habíamos ganado uno tres. Me desvestí, encendí la tele y me vi el partido a una velocidad sesenta y cuatro veces la normal, y solo en ese momento sentí el pánico de no haber ganado. El partido acabó uno a dos.

Basado en hechos reales. 

domingo, 13 de octubre de 2019

La historia de una maratón nocturna

La historia de esta maratón nocturna empieza el viernes al mediodía cuando me enteré que el tifón llevaba la clasificación del sábado al domingo. No mentiré: la idea de pasarme parte de la noche del sábado viendo Fórmula 1 y terminar con el desayuno del domingo me pareció bastante apetecible; sí, soy fácil de seducir. Motivo: clasificación y carrera separadas solo por unas pocas horas y en la otra punta del mundo. Llegados a este punto lo que no me podía permitir era pretender pasar la noche en vela a pelo, sin una mala siesta; las malas experiencias con los partidos de Nadal del US Open que pasaban de las tres de la mañana me mantenían alerta. Sin embargo, la siesta a penas alcanzó las tres horas y mientras salía de la cama a las nueve en punto me temía lo peor.

Llegar despierto a las tres de la madrugadora resultó muy fácil, ayudó bastante que el programa previo empezase a las dos y sobretodo el tener que estar pendiente de mutear a Iñaki Cano cada vez que la cámara enfocaba a esos dientes demasiado grandes para esa boca. También ayudó, no nos engañemos, que la clasificación fuese tan, tan surrealista. Para empezar los dos Ferrari y Sainz salieron a la Q1 con neumáticos duros, y para continuar estos tres exploradores intrépidos ni pudieron marcar un registro en el primer sector porque antes Robert Kubitsa ya había empotrado su carrito de la compra Williams contra el muro en plena recta; "el viento" le echó un capote su compañero de equipo a través de la radio desde el box. Algo menos surrealista fue ver a un taxista de Hass envuelto en idéntico escenario al de Robert poco después de que se levantase la bandera roja; el mismo viento que estrelló antes al polaco contra el muro zaranadeó a Magnussen fuera de los límites del asfalto del tal forma que creyó que había sido su compañero taxista quien se lo había quitado de encima. Nueva bandera roja, nuevo recorte de tiempo importante a la sesión y ahora sí que había celeridad por dejar la impronta en la tabla de tiempos cuanto antes. La aglomeración de monoplazas al final del pit-lane fue tal que hubo quien prefirió intentar una única vuelta libre de tráfico a sumar dos intentos rodeados de coches: a Grosjean le salió bien jugarse todo a una carta, pero el tiempo de Pérez no fue bueno y en la segundo tanda del resto de la parrilla lo vapulearon. Ricciardo fue quien menos exprimió a su coche y al caer la bandera quedó eliminado junto a Pérez, Russell, Kúbica y Magunssen.

Gasly hizo diabluras cuando superó la Q2 a los mandos de su limitado Toro Rosso, no menos diabólico fue la clasificación a la última ronda del Hass conducido por su limitado Grosjean. Hülkenberg, ambos Alfa Romeo, Daniil Kvyat y Lance Stroll se quedaron por el camino. Llegaba la hora de verdad, era tiempo de pole y nada hubiese apostado un solo duro por Ferrari el viernes por la tarde, pero los hombres de Binotto dieron con el mapa del tesoro, cambiaron las disposición de sus monoplazas y el coche mejoró siete décimas; las suficientes como para que Vettel pusiese la Fórmula 1 patas arriba con su primer turno de vuelta cronometrada. Ni te cuento ya cuando consiguió la pole position por primera vez desde que se pensaba que el oceano Atlántico estabs cercenado por abismales acantilados, Charles Leclerc acompañaría a Vettel en primera fila y la cara sorprendida de Binotto, el jefe ferrarista, representaba a todo aquel que siguiese despierto: no tanto por el doblete de los coches rojos sino porque Bottas había quedado por delante de Hamilton.

Los momentos siguientes fueron de negociación conmigo mismo, me duermo o aguanto como un campeón. Eran las 04:15 y entendí que si me dormía, cuando sonase la alarma a las 06:45... la Fórmula 1 me parecería algo menos importante que cerrar los ojos otra vez. Sabía decisión -pensé. Me leí varias crónicas del partido de la Selección Española en Oslo y me puse un par de capítulos de los Simpsons para no dormirme; cuando quise darme cuenta la pareja del momento, es decir, Noemi de Miguel y Marc Gené restransmitían desde Japón. Pero qué genio eres -pensé. A todo esto, GradaCentralAlta ha tenido acceso a cierta información confidencial y que gustosamente os la desvelaré: Marc Gené tiene un anillo de bodas guardado en el bolsillo desde que Noemi de Miguel le preguntó por primera vez qué tal estaba respondiendo Vettel a las mejoras del Ferrari; todo lo que no sea un matrimonio será una decepción para mi. Que si tal, que si cual, que si salen algunos coches del box, que si siguen arreglando el coche de Kúbica, que si un fotografo tirado en el suelo para hacerle una foto a Gasly, que pim, que pam, que pom, que pum, ya eran las siete y diez y empezaba la vuelta de formación. Los cinco semáforos rojos se apagaron delante de toda la parrilla, pero los Ferrari y Hamilton dudaron de que si lo que veían era la vida real o solo fantasia. A Bottas que le bastaba con salir bien, salió muy bien para ponerse líder mucho antes de tocar el pedal del freno. Total que va Leclerc, que salia segundo, se empareja con Verstappen, que salía quinto, el coche no le gira como debía y se lleva por delante a neerlandés. Y a mi, que me encantaría que MadMax diese su vuelta clasificatoria en todos los Grandes Premios a pie, me entró cierta compasión por ese hombre a unos morritos pegado. Carlos Sainz se aprovechó que carril rápido de la salida era interior de la curva y llegó a rodar en tercera posición antes de que Hamilton dejase las cosas claras en la primera de las eses de Suzuka.

Carletes se puso cuarto y con Charles y Max en fuera de juego y con Albon dos puesto más atrás, ¿quién no pensó en una oportuna avería del trio cabecero para que el madridista madrileño consiguiese su primer podio en esta disciplina? Habremos de seguir esperando. Albon cortó por la sano su persecución a Lando Norris y se lo quitó de en medio con rotura de piezas millonarias mediante. Pérez, Ricciardo y Hülkenberg, por su parte, neutralizaron una mala clasificación con unas primeras vueltas escandalosas; Grosjean, todo lo contrario, su coche ya no sabe que hacer. Nos sumergimos, en ese instante, en las típicas vuetas del montón ligeramente animadas por la escalada de Leclerc y la pseudo-persecución de Albon a Sainz; pero como el circuito era Suzuka siempre puedes entretenerte con unas gradas llenas, una curva bonita o apretando los dientes con cualquier pequeño ajuste en la dirección porque que no se olvide que salirse de la pista en este circuito implica, como mínimo, ponerse a la cola.

La variación del SetUp que había permitido a Ferrari copar la primera línea también provocó un peor trato de los neumáticos. Mercedes, lejos de mutilar a Vettel con undercut moviendo a Hamilton, esperó, esperó, esperó y esperó y cuando Vettel entró en boxes, protegió la posición de Bottas que no necesitaba protección y confió en el overcut, cosa que casi nunca funciona, con Hamilton. Parece ser que a Toto Wolff no le vale con ganar, sino que debe hacer doblete con la peor estrategia posible para demostrar la superioridad de la raza aria. Mercedes lleva seis años consecutivos secuestrando el campeonato con un Hamilton lejos de su mejor nivel y con un equipo estratégico que siempre que le han apretado las tuercas ha fallado. El coche y nada más. En la lucha de Sainz, Albon entró a boxes, momento en el que tal vez el madrileño debió entrar para proteger su cuarta plaza y, solo quizás, el equipo se lo comentó; pero Sainz tomó la responsabilidad de la estrategia a una parada para defenderse de la progresión meteórica de Leclerc y obligar al tailandés de RedBull a apurar cada frenada. El resultado: perdió la cuarta plaza y salvó la quinta.

Hamilton salió de boxes unas vueltas de después de Vettel, con neumáticos más duros y sin la necesidad de parar como sí la tenía Vettel. Mercedes tiene el doblete en la mano -pensé. Y cerré los ojos por un instante, cuando los abrí vi la luz de la cocina encendida y a Bottas levantar los brazos desde la cámara subjetiva. Mi hermano, que había visto lo que me perdí de carrera al lado mio y no se dignó a despertarme, me informó de la calidad de las últimas diez vueltas.

Rebobiné y vi la carrera desde donde había cerrado los ojos. Vettel había parado obligatoriamente porque tenía que usar un juego distinto a los blandos y Bottas había parado porque de poco servía estirar hasta la extenuación su compuesto de neumáticos medio, ello puso a Hamilton primero. Quedaban diez vueltas y el señor de Amazon dijo que los neumáticos de Hamilton estaban bien, pero Mercedes lo hizo parar porque... ya saben hay que correr con la peor estrategia. Y lo que pudo ser un doblete fácil, se convirtió en un persecución absurda y en unos intentos desesperados en los que Hamilton contaba con unas gomas más castigadas que las de Vettel. Mercedes falló en la estrategia, de hecho, volvió a fallar; pero Hamilton es un pesao, cuando no son unos neumáticos desgastados, es el rebufo del de delante, cuando no, es que los Ferraris corren mucho y si todo está en su sitio es que en este circuito no se puede adelantar y los ingenieros tiene que pensar en un truco de magia que le dé la victoria. Porque cuando no gana casi siempre es: «si hubiéramos puesto tal neumático o si hubiéramos hecho tal estrategia... tengo que hablar con el equipo para que no vuelva a suceder». Porque es muy fácil mirar atrás y señalar si las cosas han salido mal y sonreir si las cosas han salido bien, y muy dificil asumir la responsabilidad de la estrategia, declinar las recomendaciones de tu ingeniero y dedicar cada curva expresamente a potenciar tu apuesta para ser quinto con un McLaren. Porque es muy fácil subir al podio con cara de perro por haber quedado tercero quince días antes de reafirmarte como el mejor piloto de la tierra y muy dificil dedicarle una sonrisa en un día duro a tus compañeros de trabajo cuando se han proclamado, otra vez, los mejores del mundo. En el próximo Gran Premio en México DF, Hamilton tiene la primera opción de ser campeón del mundo por sexta vez. Y tal y como esta ahora mismo la parrilla, de ganar la carrera lo más seguro es que acabe la noche celebrando en cualquier garito de los alrededores del Hermanos Rodríguez. El año que viene podrá igualar a Michael Schumacher como el piloto más laureado de la historia. Pero cuando, como digo, se reafirmarme como el mejor piloto de la tierra ya sea en México, en Texas, en Sao Paulo o en Abu Dhabi lo hará sin ser, ni muchisimo menos, el hombre del campeonato porque antes de él estarán Verstappen y Leclerc, Gasly y Albon, Helmut Marko, el año entero de Vettel hasta que consiguió una victoria, el smooth operator de Carlos Sainz, el café de Valtteri Bottas, Cyril Abiteboul despejando balones, Robert Kubitsa, el Gran Premio de Alemania, el japo que se ha vestido de Vettel, la fisio rubia de Hamilton que está en todas partes, Totto Wolff pegándole puñetazos a la mesa, la Q Race, el peinado de Hamilton y luego, por último, la alegría postiza del seis veces campeón del mundo cuando Bottas ya no le pueda superar en la clasificación.