Páginas

martes, 26 de julio de 2022

El punto, de vista, de Ferrari, y el mío también

Por mucho que nos duela, esas líneas azules y luego rojas, vacías de algún sentido estético y que tuvimos la desgracia de ver el último fin de semana, ya forman parte de lo que se entiende como verano al igual que lo hacen las cuatro esquinas en mitad del paisaje tirolés, el kartódromo de Budapest, el olor a insecticida o un vasito de orxata a las cuatro y media de la tarde. Sin embargo, la calurosa tarde a orillas del Golfo de León con la siempre insuficiente brisa mediterránea peinando el cemento azul y luego rojo de Francia incitó menos a la siesta que de costumbre. Principalmente, por dos razones; dos razones que bien pueden resumirse en una sola: la primera fue Carlos Sainz intentando anular la penalización por usar más motores de los que debía que lo llevó al fondo de la parrilla, la segunda fue Charles Leclerc dando a luz a uno de esos momentos que se recuerdan aún cuando el paso del tiempo posa su espesa capa sobre el pasado. Alrededor de todo este ambiente bajo el gobierno de la soberbia germana, escandinava y, sobre todas las cosas, británica; Ferrari es ese necesario ímpetu mediterráneo que nos recuerda que dentro del pecho hay algo que hace bum-bum-bum-bum-bum. La Scuderia lleva animando la Fórmula 1 desde, que yo recuerde, aquella imagen aérea del circuito de Suzuka en el que el hilo interminable de humo procedente del motor del coche de Michael Schumacher precedió al segundo título mundial del asturiano más rápido de todo el planeta. Por otra parte, es fácil pensar que si Max Verstappen acaba la temporada con otra copa más en la salita de estar de su casa, seguramente se deba a la salida de pista que Charles Leclerc tuvo el infortunio de protagonizar sobre el cemento azul y luego rojo que una noche una mente francesa ideó. Como sé que todavía tienes una sonrisa tonta cubriéndote la cara mientras te imaginas a Fernando Alonso saliendo del R26 y haciendo el quico en el pit lane de Suzuka, voy a intentar devolverte a 2022 mientras te susurro el nombre de Carlos Sainz.

El hijo de El Matador, merece empezar a llamarse solamente El Matador suponiendo que todavía queda alguien que se siga refiriendo a él como Carlos Sainz Junior. Hasta donde puedo imaginar, el grado de satisfación para con la Scudería del promedio de aficionados a los coches de colores y pegatinas en la piel de toro que forma España es irónicamente alto. La cantidad de causas que explican este parecer paronámico es tan extensa como la razón permita analizar. Pero no ayuda, especialmente, que Antonio Lobato piense y verbalice que los mecánicos de Carlos le hacen la cama al pobre chaval en todos los pit stop desde que llegó a la Fórmula 1, que Toni Cuquerella crea firmemente que el podio de Carlos es una realidad y, ya no te digo, si después de hacer una parada que lo trasladó del tercer peldaño provisional a la quinta plaza final, Carlos rebuzna como a quien le toca hacer el trabajo por parejas con la garrapata de la clase. Con decidido objeto a ordenar todos los elementos que componen la trama de la situación, se hace saber que El Matador se lanzó a hacerse un hueco dentro del mundillo de la Fórmula 1 a golpe de adelantamiento marciano, aunque había quien que su mayor preocupación era saber si acabaría tercero o si acabaría séptimo. Le arrancó las pegatinas al Mercedes conducido por George Rusell en la curva más rápida del calendario y el adelantamiento a Pérez para acceder a posición de podio prometo decir que es lo mejor que he visto en toda mi vida. Ostentando la tercera plaza, Ferrari se topó con una encrucijada. De no parar, no se manejaban muchos escenarios distintos a una pelea a la defensiva entre El Matador, Pérez y Russell que, a tenor de la salida precipitada de Carlos del pit stop que acarreó cinco segundos de sanción, le aseguraba cerrar el grupo por mucho que lo liderase al cruzar la meta. Ferrari tenía que decidir entre no pararlo y acabar probablemente quinto asumiendo el riesgo de quedar aún más atrás, y entre pararlo y acabar probablemente quinto abrazando la esperanza de cazar un podio; además de la vuelta rápida y su punto extra. Ferrari lo paró. Y es en este punto dónde mi punto de vista y el punto de vista de Ferrari convergen en un único punto. Para empezar, porque 11 puntos son más que 10 puntos y, para acabar, porque me parece hasta más inteligente quedar quinto deseando ser tercero que quedar quinto deseando no ser séptimo. La carrera de Carlos se vio cercenada mucho antes de que Ferrari lo mandase parar. Hubo dos momentos en el fin de semana que comprometieron el Gran Premio de El Matador: el Safety Car justo cuando comenzaría a recoger lo sembrado, le privó del podio; el cambio de motor antes de la clasificación, le privó de la victoria.

Hamilton no ha sido el primer piloto de la historia de la Fórmula 1 que no ha podido beber durante una carrera. Me atrevería a decir, con cierta imprudencia, que no fue el único piloto del Gran Premio que tuvo algún problema con el sistema de bebida. Entiendo, por otra parte, que se agarró un mareo serio cuando se levantó. Vengo a hablar de mi coleguita porque el único heptacampeón del mundo que lleva una peli encima parecida a la del cani de mi barrio se hubiera quitado un pirsin, sin cirugía ni nada, con tal de haber sido Carlos Sainz el domingo. Ya no solo por atraer todas las miradas, cosa que le vuelve loco, sino por demostrar la valía de su pilotaje, muy en duda, gracias a un par de adelantamientos que solo puede imaginar en sueños. La exhibición de Carlos Sainz, al borde del Mediterráneo, vale mucho más que cualquiera de los segundos puestos anodinos que ha cosechado Bottas a lo largo de su estancia en Mercedes. Hablando de Sainz, rozó la victoria después de echarse la estrategia a la espalda en Mónaco, rozó la pole en Azerbayán, quedó segundo en la isla de Notre Dame a pesar de ser el más rápido, ganó en Silverstone a pesar de no ser el más rápido pero después de explicarle un par de cosas a Morritos Max en la salida, el motor de su Ferrari dijo basta mientras corría segundo en Austria y solamente aquella rotura en medio de las montañas centroeuropeas le apartó de la victoria en el circuito de Paul Ricard. Resulta dificil, en un deporte como la Fórmula 1, saber si un piloto está en el mejor momento de su carrera: puedes conducir como nunca pero simplemente quedar sexto dentro de una caja de zapatos con ruedas (ejem). Pero, no hay dudas de que Carlos atraviesa el punto más dulce de su trayectoria como piloto de Fórmula 1. Antes de acabar esta semana, Carlos visitará el Hungaroring en Budapest y lo hará siendo el principal favorito para alzar los brazos en lo más alto del podio. Mi hermano ya está buscando alojamiento en Montmeló para el año que viene.