El mundo es un pequeño cubito de hielo posado sobre 2020, que es el cemento de la escapatoria de la curva tres del circuito de Montmeló. Al buen solazo mediterráneo. La situación no es para tirar cohetes; y las previsiones no sitúan al diminuto y gélido bloque en un lugar mejor, se dice que 2021 es la explanada que rodea Eau Rouge, pendiente incluida. Sin embargo, se está quedando una buena temporada de Fórmula 1. Los circuitos acompañan; los coches, aunque miden lo que un camión, son bonitos y acompañan; las estrategias acompañan; Ferrari, a su manera, acompaña; los buenos pilotos acompañan; y hasta los malos pilotos ponen su granito de arena. El único que aquí no está por la labor de colaborar es el yerno que toda suegra desea evitar, pero ¿quién realmente tiene interés en el puto Hamilton?
Los que lamentablemente tampoco acompañaron fueron los escapes del coche de Carlos Sainz. Sabiendo que el señor que dicta quien termina y quien no termina las carreras ardía en deseos de tachar a alguien antes de que los semáforos se apagasen, ¿tenía que ser Carlos Sainz?, ¿tenía que elegir a un buen piloto?, ¿no podía haber señalado al hijo del dueño, a cualquiera de los dos taxistas o al poleman (por ejemplo)? El próximo piloto de la Scuderia empezó a olerle mal el coche en la vuelta que lo llevaba del garaje a la parrilla y unos segundos después sus mecánicos dieron por muerto al buga. "Si es que tiene hasta el olfato de los grandes pilotos de la historia de la Fórmula 1." -pensó Antonio Lobato. Y ya que me sacáis a Antonio con la retirada más que prematura de Carlos, al chiquet ya le quedaba poco por hacer en la carrera; de hecho, este sucedáneo de portal web ha sabido que si se llega a retirar Vettel, Lobato, sin nada que hacer, hubiera cerrado la retransmisión: "Bueno me informan desde dirección del canal que ya no es necesario seguir con esta pantomima, así que lo vamos a cortar aquí porque esto no es una carrera. Así que nos despedimos y continuamos con la programación habitual".
Si la Fórmula 1 sigue aunque ganen siempre los mismos durante los últimos siete años, también habrá de seguir a pesar de que el único piloto español del paddock no vaya ha participar en una carrera. Y la salida se tomó con normalidad, es decir, Hamilton siguió primero y Bottas siguió segundo. El indudablemente finlandés tuvo sus opciones, pero levantó el pie en Eau Rouge, no vaya a ser que pase a Hamilton aunque sea una sola vez. Algo parecido hizo Verstappen que levantó el pie en plena recta. Ocon superó a Albon a la salida de la primera curva y, por tanto, los dos Renault encabezaron al orgullo de la Fórmula 1: su clase media. Checo Pérez perdió su posición con Lance Stroll (el hijo del dueño) y eso fue un error por el que cumplió condena durante las siguiente 44 vueltas; luego le adelantó Pierre Gasly, con un hachazo colosal en Eau Rouge; y, muy poco después, Leclerc que, lo crean o no, fue octavo mientras su motor Ferrari se lo permitió. Kevin Magnussen, por su parte, es el putísimo Ayrton Senna en los primeros 200 metros de carrera, pero luego pasa a ser un taxista cualquiera hasta que ve la bandera de cuadros: salió el último y completó la primera vuelta decimoquinto.
El amigo Pierre Gasly está rindiendo en esta primera parte de la temporada a un nivel tan alto que si en Monza condujese un Ferrari, quedaría el 13; tampoco nos vamos a engañar. El Ferrari, y no hablo solo del motor, es un coche insostenible en las rectas que Leclerc pudo poner octavo aprovechándose del fragor de las primeras vueltas. En la décima vuelta Giovinazzi estampó el coche en una curva sin mayores complicaciones y, para entonces, Leclerc ya había caido hasta el duodécimo puesto. Russell, que chocó contra la rueda que salió despedida del coche de Giovinazzi, se sintió "feliz" de llevar el halo, a pesar de que su suspensión y su propio neumático amortiguaron todo el impacto. El coche de las lucecitas salió a pista y todos entraron al pit lane como locos. En Ferrari no tienen bastante con darle a Leclerc una máquina deficiente, sino que además no tienen las ruedas preparadas para cuando el predestinato entra. Pérez había comenzado a enmendar su mala salida, pero como no le dio tiempo a adelantar a Stroll, se vio obligado quedarse en pista sino quería esperar tras su compañero de equipo a que los mecánicos lo despachasen. Quien sí tuvo que esperar, aunque muy poco, fue Ocon que perdió la posición con Albon en el baile en el pit. Gasly hizo compañía a Pérez en pista porque el francés había partido con los neumáticos más duros.
En la guerra de los cuchillos de plástico de este fin de semana, la Scuderia acompañó al resto de equipos propulsados por un motor Ferrari (si es que eso propulsa) y Williams (que de no ser por cierto motore serían 19 y 20 todos los sábados y todos los domingos). En condiciones normales, esta pelea de ciegos debería siempre ser ganada por Kimi Räikkönen y, en condiciones extraordinarias, por George Russell. Pero claro, si Leclerc se mete en el fregao el favorito ya no es IceMan. El problema estaba en que desde la décima vuelta Charles llevaba una bala rossa incrustada en el pie. Räikkönen, entonces, solo tuvo que superar al tetracampeón al final de la recta de Kemmel (reacción diáfana de Sainz acto seguido) para alzar la copa de cartón. Magnussen, que recordemos se puso decimoquinto, terminó último.
En el centro del pelotón Sergio Pérez y Pierre Gasly, con el paso cambiado, libraron una batalla a medio plazo contra todos los demás. El mejicano y el gabacho se vieron obligados a desechar la ventana del Safety Car y parar en la vuelta prevista, mientras que el resto sufrirían en las últimas vueltas a cambio de no perder tiempo en el pit stop. Y los dos caminos llevaron a un mismo punto, pues Sergio y Pedro terminaron más o menos donde estaban antes del accidente. Quien también tenía una bala de su equipo atrapada en el pie era Albon, que tuvo que hacer con neumático medio lo que su compañero de box casi no pudo hacer con el compuesto más duro; en la última vuelta la defensa de cristal del anglo-tailandés se resquebrajó y Ocon pasó adelante; Norris estuvo muy cerca de aprovecharse. El único representante de McLaren este mediodía en las Ardenas supo ahorrar goma y superó al hijo del dueño que, incluso, desconoce el término «ahorrar». Gasly, en el último compás, también se aprovechó de que Stroll solo sabe conducir de una forma: destrozando el neumático. Y, a todo esto, el coche de Renault puede ser el mejor gestionando los neumáticos. En el último tramo de la carrera con todos Dios pidiendo la hora, Ricciardo cruzó la línea de meta marcando la vuelta rápida y Ocon marcó el mejor registro personal un segundo y medio más rápido que el último giro de Hamilton. Al equipo aurinegro le das un juego de superblando Pirelli de año 2011 y te sacan el tiempo volviendo al box después de terminar un stint de 50 vueltas.
El Gran Premio de Bélgica nos ha dejado a Ricciardo cuarto y a las puertas de podio, a Räikkönen como el tuerto en el mundo de los ciegos, a Gasly dejando a seco a Pérez subiendo por Eau Rouge y, además, la octogésimo novena victoria de Luis Hamilton. Dentro de una semana, en Monza, tendremos la victoria 90 y la pole 94; solo nos faltará saber, con respecto al futuro heptacampeón digo, si conseguirá también la vuelta rápida o se la robará algún chiquito en la última vuelta.