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domingo, 30 de agosto de 2020

Derritiéndose en el Spa

El mundo es un pequeño cubito de hielo posado sobre 2020, que es el cemento de la escapatoria de la curva tres del circuito de Montmeló. Al buen solazo mediterráneo. La situación no es para tirar cohetes; y las previsiones no sitúan al diminuto y gélido bloque en un lugar mejor, se dice que 2021 es la explanada que rodea Eau Rouge, pendiente incluida. Sin embargo, se está quedando una buena temporada de Fórmula 1. Los circuitos acompañan; los coches, aunque miden lo que un camión, son bonitos y acompañan; las estrategias acompañan; Ferrari, a su manera, acompaña; los buenos pilotos acompañan; y hasta los malos pilotos ponen su granito de arena. El único que aquí no está por la labor de colaborar es el yerno que toda suegra desea evitar, pero ¿quién realmente tiene interés en el puto Hamilton?

Los que lamentablemente tampoco acompañaron fueron los escapes del coche de Carlos Sainz. Sabiendo que el señor que dicta quien termina y quien no termina las carreras ardía en deseos de tachar a alguien antes de que los semáforos se apagasen, ¿tenía que ser Carlos Sainz?, ¿tenía que elegir a un buen piloto?, ¿no podía haber señalado al hijo del dueño, a cualquiera de los dos taxistas o al poleman (por ejemplo)? El próximo piloto de la Scuderia empezó a olerle mal el coche en la vuelta que lo llevaba del garaje a la parrilla y unos segundos después sus mecánicos dieron por muerto al buga. "Si es que tiene hasta el olfato de los grandes pilotos de la historia de la Fórmula 1." -pensó Antonio Lobato. Y ya que me sacáis a Antonio con la retirada más que prematura de Carlos, al chiquet ya le quedaba poco por hacer en la carrera; de hecho, este sucedáneo de portal web ha sabido que si se llega a retirar Vettel, Lobato, sin nada que hacer, hubiera cerrado la retransmisión: "Bueno me informan desde dirección del canal que ya no es necesario seguir con esta pantomima, así que lo vamos a cortar aquí porque esto no es una carrera. Así que nos despedimos y continuamos con la programación habitual".

Si la Fórmula 1 sigue aunque ganen siempre los mismos durante los últimos siete años, también habrá de seguir a pesar de que el único piloto español del paddock no vaya ha participar en una carrera. Y la salida se tomó con normalidad, es decir, Hamilton siguió primero y Bottas siguió segundo. El indudablemente finlandés tuvo sus opciones, pero levantó el pie en Eau Rouge, no vaya a ser que pase a Hamilton aunque sea una sola vez. Algo parecido hizo Verstappen que levantó el pie en plena recta. Ocon superó a Albon a la salida de la primera curva y, por tanto, los dos Renault encabezaron al orgullo de la Fórmula 1: su clase media. Checo Pérez perdió su posición con Lance Stroll (el hijo del dueño) y eso fue un error por el que cumplió condena durante las siguiente 44 vueltas; luego le adelantó Pierre Gasly, con un hachazo colosal en Eau Rouge; y, muy poco después, Leclerc que, lo crean o no, fue octavo mientras su motor Ferrari se lo permitió. Kevin Magnussen, por su parte, es el putísimo Ayrton Senna en los primeros 200 metros de carrera, pero luego pasa a ser un taxista cualquiera hasta que ve la bandera de cuadros: salió el último y completó la primera vuelta decimoquinto.

El amigo Pierre Gasly está rindiendo en esta primera parte de la temporada a un nivel tan alto que si en Monza condujese un Ferrari, quedaría el 13; tampoco nos vamos a engañar. El Ferrari, y no hablo solo del motor, es un coche insostenible en las rectas que Leclerc pudo poner octavo aprovechándose del fragor de las primeras vueltas. En la décima vuelta Giovinazzi estampó el coche en una curva sin mayores complicaciones y, para entonces, Leclerc ya había caido hasta el duodécimo puesto. Russell, que chocó contra la rueda que salió despedida del coche de Giovinazzi, se sintió "feliz" de llevar el halo, a pesar de que su suspensión y su propio neumático amortiguaron todo el impacto. El coche de las lucecitas salió a pista y todos entraron al pit lane como locos. En Ferrari no tienen bastante con darle a Leclerc una máquina deficiente, sino que además no tienen las ruedas preparadas para cuando el predestinato entra. Pérez había comenzado a enmendar su mala salida, pero como no le dio tiempo a adelantar a Stroll, se vio obligado quedarse en pista sino quería esperar tras su compañero de equipo a que los mecánicos lo despachasen. Quien sí tuvo que esperar, aunque muy poco, fue Ocon que perdió la posición con Albon en el baile en el pit. Gasly hizo compañía a Pérez en pista porque el francés había partido con los neumáticos más duros.

En la guerra de los cuchillos de plástico de este fin de semana, la Scuderia acompañó al resto de equipos propulsados por un motor Ferrari (si es que eso propulsa) y Williams (que de no ser por cierto motore serían 19 y 20 todos los sábados y todos los domingos). En condiciones normales, esta pelea de ciegos debería siempre ser ganada por Kimi Räikkönen y, en condiciones extraordinarias, por George Russell. Pero claro, si Leclerc se mete en el fregao el favorito ya no es IceMan. El problema estaba en que desde la décima vuelta Charles llevaba una bala rossa incrustada en el pie. Räikkönen, entonces, solo tuvo que superar al tetracampeón al final de la recta de Kemmel (reacción diáfana de Sainz acto seguido) para alzar la copa de cartón. Magnussen, que recordemos se puso decimoquinto, terminó último.

En el centro del pelotón Sergio Pérez y Pierre Gasly, con el paso cambiado, libraron una batalla a medio plazo contra todos los demás. El mejicano y el gabacho se vieron obligados a desechar la ventana del Safety Car y parar en la vuelta prevista, mientras que el resto sufrirían en las últimas vueltas a cambio de no perder tiempo en el pit stop. Y los dos caminos llevaron a un mismo punto, pues Sergio y Pedro terminaron más o menos donde estaban antes del accidente. Quien también tenía una bala de su equipo atrapada en el pie era Albon, que tuvo que hacer con neumático medio lo que su compañero de box casi no pudo hacer con el compuesto más duro; en la última vuelta la defensa de cristal del anglo-tailandés se resquebrajó y Ocon pasó adelante; Norris estuvo muy cerca de aprovecharse. El único representante de McLaren este mediodía en las Ardenas supo ahorrar goma y superó al hijo del dueño que, incluso, desconoce el término «ahorrar». Gasly, en el último compás, también se aprovechó de que Stroll solo sabe conducir de una forma: destrozando el neumático. Y, a todo esto, el coche de Renault puede ser el mejor gestionando los neumáticos. En el último tramo de la carrera con todos Dios pidiendo la hora, Ricciardo cruzó la línea de meta marcando la vuelta rápida y Ocon marcó el mejor registro personal un segundo y medio más rápido que el último giro de Hamilton. Al equipo aurinegro le das un juego de superblando Pirelli de año 2011 y te sacan el tiempo volviendo al box después de terminar un stint de 50 vueltas.

El Gran Premio de Bélgica nos ha dejado a Ricciardo cuarto y a las puertas de podio, a Räikkönen como el tuerto en el mundo de los ciegos, a Gasly dejando a seco a Pérez subiendo por Eau Rouge y, además, la octogésimo novena victoria de Luis Hamilton. Dentro de una semana, en Monza, tendremos la victoria 90 y la pole 94; solo nos faltará saber, con respecto al futuro heptacampeón digo, si conseguirá también la vuelta rápida o se la robará algún chiquito en la última vuelta.



domingo, 9 de agosto de 2020

Nada por aquí, nada por allá

Cualquier cosa que no sea un doblete significa una derrota para Mercedes. Ayer, el coche más lento de la estrella de tres puntas acabó su vuelta rápida un segundo antes que el coche más rápido del resto de la parrilla. El doblete, en condiciones normales como las de hoy, es una obligación. Por tanto, no ganar es un drama. El amigo Max Verstappen, con la inestimable compañía de RedBull y su ingeniero Giampiero (que tiene el cielo ganado, el bendito), les ha hecho la trece-catorce a las balas plateadas; que, al lado de Max, parecen solo bolas de goma plateadas. Decir, tras la bandera de cuadros que te han levantado la victoria porque han salido ampollas en los neumáticos, cuando Mercedes podría haber conseguido la pole position ayer aún con el sistema de ahorro de combustible activado, es una escusa a la altura del puto Hamilton; tampoco nos llevemos la manos a la cabeza.

La carrera, nadie lo puede negar, se presentaba interesante: Valtteri Bottas le birló por escasas milésimas de segundo la primera posición en la parrilla de salida al seis veces campeón y el ojito derecho de medio planeta, Nico Hülkenberg, partía justo detrás del finés y del yerno que toda suegra desea evitar. Que tire el primer motor Ferrari... perdón: que tire la primera piedra quien no tenía ganas de carreras hoy por la mañana. Pero la cosa se puso más interesante todavía cuando Albon no aguantó más de siete vueltas con el mismo juego de neumáticos; Gasly, que fue a cubrir el ataque, paró una vuelta después, pero toda la clase media se apuntó los beneficios porque el ajedrecista que ordenó el movimiento sobreestimó el buen rendimiento de AlfaTauri a lo largo del fin de semana. A Bottas le estaban poniendo la oreja de plástico desde las primeras vueltas porque sus neumáticos izquierdos estaban en un estado "crítico" y el asunto no mejoraba al otro lado del garaje: Hamilton comenzó a sentir aliento neerlandés en su nuca. La gente, mientras tanto, parando... Mercedes dijo basta a las quince vueltas, y fue entonces cuando MadMax tuvo a bien salir a pista.

Verstappen, sin Mercedes en el camino, empezó a rodar cada vez más rápido. Y la pareja de coches negros, liderada por Valtteri Bottas, perdía tiempo a pesar de contar con juego de neumáticos a estrenar. Cuando MadMax decidió que ya había tenido suficiente, enfiló la calle de boxes, emergió segundo y tres curvas después adelantó a recién renovado piloto de Mercedes para ponerse líder con el mismo número de paradas que sus rivales. Desnortados al ver como un buen piloto podía reducir a nada la diferencia entre su coche y el resto, en Mercedes empezaron a competir con prisas. "Parad a Bottas y haced algo, ¡coño!" -este sucedáneo de portal web ha conseguido colocar un micrófono en el muro de Mercedes y estas fueron las palabras exactas, aunque en inglés, que quién quiera que estuviese al mando le dijo al ingeniero de Vál-terí. RedBull, que sabe más por ser RedBull que por viejo, respondió parando a Verstappen inmediatamente antes que Bottas, aunque el stint del neerlandés solo fuera de seis vueltas. El Jaque Mate fue de libro, y tú pensando que todo el mundo hacía estrategias como Ferrari (o Mercedes).

Pero claro, la Fórmula 1 no son solo los primeros puestos. Desde que esta temporada corrió el telón entre las laderas centro-europeas se lleva disputando una pelea con cuchillos de plástico; y cuatro de estos seis señores van propulsados (si es que eso propulsa) con un motor Ferrari. Contra todo pronóstico, el taxista más rápido de lado izquierdo del box de Haas fue ayer el tuerto en el mundo de los ciegos colando su coche en Q2, junto al de George Russell. Pero hoy, Kimi Räikkönen, a pesar de partir desde la última posición, le ha quitado la condición de tuerto al gabacho ese gracias a una estrategia de una solo parada que le ha valido la decimoquinta plaza.

Y sin dejar de lado el mundo de los ciegos, el amigo Magnussen ha demostrado, de nuevo, que té cosetes que no pertenecen a un taxista: en tan solo tres curvas ha llevado su coche de la decimoséptima plaza a la decimotercera, después ha empezado a caer en la clasificación, ha usado artes intimidatorias ilegales con el pobre Latifi que le ha costado una losa de cinco segundos y, por último, ha acabado la carrera aparcando su coche en el garaje siendo este el único abandono del Gran Premio; si la realización no nos lo enseña, ni nos damos cuenta. La carrera ha terminado con el mismo número de pilotos con el que ha empezado.

Quien sí usó artes intimidatorias legales fue Carlos Sainz, que intentó adelantar por el exterior a Ricciardo y este trompeó cometiendo un error impropio de uno de los hombres más rápido del mundo con un volante en las manos. No fue el único trompo que evitó el hijo de El Matador en la tarde del domingo, pues Vettel la lio en la primera curva del Gran Premio; sí, esa que es a fondo. Se puso Carletes cuarto dejando que todos parasen y adelantó, virtualmente, a Gasly y Albon (que fueron los primeros en parar). Hubiese salido noveno, pero a sus mecánicos les dio por hacer manualidades de Art Attack, otra vez. Perdió seis segundos, cuatro posiciones y, lo peor, una ventana sin tráfico en donde poder exprimir sus nuevos neumáticos medios. Atrapado entre el resto de coches de la clase media, tampoco es que el madrileño hoy haya estado especialmente inspirado en el adelantar.

El hombre del día en los últimos diez días vio apagarse los semáforos desde la tercera posición y con un coche que sí le permitía optar a subirse al cajón de una puta vez. A un ratito para terminar el Gran Premio, Nico iba quinto y solo se había visto superado por los dos mejores pilotos de la parrilla (a mucha distancia del tercero y a mucha más distancia de futuro heptacampeón). Verstappen lo había dejado seco en la salida, a pesar de partir con un juego de neumáticos menos adherente; y la cerebral conducción de Leclerc, a una sola parada, había propiciado el adelantamiento en la calle de boxes. Sin embargo, a todos se nos cayó el alma al suelo cuando Hülkenberg entró a boxes con una decena de vueltas por delante; unas vibraciones en los neumáticos convirtieron aquel quinto puesto en este séptimo.

El hijo del dueño lleva dos Grandes Premios escondiendo los motivos que le llevaron a la Fórmula 1 y ha quedado sexto; Albon remontó hasta la quinta plaza; Ocon, que ha representado lo que podía haber sido la carrera de Sainz, fue octavo; Norris, noveno, sin más; Kvyat no se ha equivocado y ha sumado un punto quedando por delante del atropello de su compañero Gasly, Trompettel, los mecánicos de McLaren liando la marrana y Daniel Ricciardo haciendo de taxista. Valtteri Bottas no abrió la brecha de tiempo que Max Verstappen sí consiguió con respecto a Hamilton; y el seis veces campeón adelantó, a dos vueltas del final, a Bottas que no dio si un solo problema. Con este resultado, Verstappen supera al finlandés y se convierte en la alternativa al heptacampeonato hasta, por lo menos, la semana que viene. Montmeló nos espera.


domingo, 2 de agosto de 2020

Principalmente aburrida

La Fórmula 1 sabe mejor en verano, está pensada para ser disfrutada durante las vacaciones en la época estival. Sofá, calorazo, ventilador ruidoso y cochecitos en la tele: el mejor plan del mundo. Por otra parte, Lewis Hamilton sería un engaña-bobos solo si no fuese porque él es otro bobo. Desde el año 2014, año en el que Luisito se percató que su vida sería infinitamente más fácil, dedica más esfuerzos a convencer al personal de lo difícil que le es ganar, que a exprimir su coche hasta la última gota. El futuro heptacampeón argumentó que su carrera sería complicada por el estrés físico y por las fuerzas que iba a soportar su cuello; nada de que tenía un coche que maltrataba los neumáticos o de que no corría en las rectas, nada de que partiría con los compuestos equivocados o de que tenía que achinar los ojos para poder ver los semáforos (como cualquier otro piloto diría), las preocupaciones del de las rastas, en cambio, eran la salida (la única puta verdad que soltó) y que Mercedes le diera la carrera a Bottas en la estrategia... En su victoria menos pensada dirá que ha de valorarse como la mayor gesta de la Fórmula 1 porque dentro del cockpit ha pasado mucho calor.

Hamilton ha ganado la carrera cruzando la línea de meta con solo tres ruedas. El circuito de Silverstone había llevado hasta la extenuación a una de sus cuatro gomas y completó la última vuelta arrastrando el coche por la pista; y aún así nadie lo pudo pasar porque Verstappen, sabiendo que no tenía ninguna opción de ganar, paró para conseguir la vuelta rápida antes del pinchazo. Tendrá ahora los cojones de decir que su carrera no ha sido fácil. Que vaya susto se ha dado cuando ha visto a Verstappen en sus retrovisores media hora después de que ondease la bandera a cuadros. Le faltó la vuelta rápida para el Grand Chelem.

Pero antes... Kevin Magnussen es un vikingo capaz de sostener a un ladrillo en la zona de puntos, una pizca de suerte mediante; también es capaz de llevar ese mismo ladrillo que apenas llega a los 300 km/h al undécimo puesto, una buena salida mediante. Sin embargo, el tío más rápido del lado derecho del box de Haas también es capaz de manarlo tot a fer la mà pegando un cerrojazo sin venir a cuento en la decimoctava curva de Gran Premio. El coche médico a pista, una rueda fuera del sitio y Magnussen fuera del buga accidentado correteando por ahí. Sin solución de continuidad, a las pocas vueltas el plano de un cochecito dando vueltas se vio interrumpido por un fina nube de polvo; con Magnussen duchándose, el buen formulero fijó su atención en el otro taxista restante o en el hijo del dueño. Pero resulta que el causante de la salida de pista fue Daniil Kvyat, que por cierto no estaba nada contento con que le grabasen. Todavía nadie en el paddock sabe porque el torpedo tuvo aquel percance, pues no hizo nada que no hiciesen los otros 16 pilotos en las otras 51 vueltas.

Los que tenían la desgracia de cargar con el neumático blando aprovecharon la salida del Safety Car para quitárselo de encima y los que pudieron tener el medio entraron para que sus rivales no tuvieran ventaja. Ni un under-cut, ni movimientos estratégicos, ni hostias. Casi nada cambió, el único que se resistió a entrar fue Romain Grosjean; el tío más rápido de lado izquierdo del box de Haas se puso quinto y fue bajando en la clasificación muy lentamente, intercalando alguna que otra guarrada, hasta que se vio abocado a parar. Quedo penúltimo (y gracias), la estrategia tampoco acompañó.

Y resulta que cuando ya empiezas a entrar en calor, solo te quedan 20 vueltas. La pareja de Safety Car nos rebajó la carrera al 50%, por suerte, la semana que viene repetimos.

Después de que Sainz y Norris adelantasen a Romain, nadie pasó a nadie durante un buen rato. Cualquiera que haya visto la carrera no me negará que de la vuelta 20 a la 45 nos aburrimos como cabrones. Pero, mientras tanto, pudimos ver en la clasificación de tiempos del costado izquierdo de la pantalla como Vettel se desangraba en la alejada décima posición. Gasly se acercó al tetracampeón y le metió un hachazo en Stowe y otro en Vale que bien merecen salir en los mejores momentos al final de temporada. El amigo Pierre Gasly parece ser un buen piloto de Fórmula 1 siempre y cuando se respete la orden de alejamiento con Max Verstappen: en Austria extrajo lo máximo posible del coche, en Estiria los neumáticos le jodieron la carrera, en Hungría fue el motor Honda y hoy ha demostrado, de nuevo, merecer algo más que el capote de Marko. Y, hablando de Vettel, yo ya no sé si pensar si Newey le construyó en RedBull un coche escandalosamente poderoso, si Webber tenía dos manos izquierdas o si Leclerc es mucho-mucho mejor de lo que creemos; yo todavía no descarto nada. Pero los hechos, nos dicen que Leclerc ha subido al podio y que Vettel solo ha sacado un punto otra vez en la misma carrera.

"El delantero izquierdo no hace amigos en Silverstone"- dijo el hombre más joven de la parrilla muy poco después de salir del coche. De las ocho curvas a izquierdas del trazado de británico solo una trata al susodicho con un mínimo de respeto. Total, que en la vuelta 40 y pico a Kimi el coche le hace un yo-qué-sé-qué-sé-yo (como a Kvyat) y se le parte el alerón. Poco después, Ricciardo adelanta a Norris y los Renault empiezan a volar (mucho ojo a la gestión de los neumáticos de los gualdinegros). A nada para el banderazo, Bottas se sale de pista, aunque mi mente quiso ver a Hamilton, porque el neumático delantero izquierdo del finés no aguantaba más: se deshizo. Ricciardo se comía a Sainz eso sí, muy poco a poco, décima a décima, y de pronto lo pasó: a Sainz (salida cojonuda) se le deshizo el mismo neumático a nueve kilómetros de la meta, iba cuarto. Y dos segundos después, a Hamilton le pasa lo mismo; por fortuna, el yerno que toda suegra desea evitar, ganó la carrera con tres ruedas, porque de no ser así ahora lamentaríamos un podio de Carlos.