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domingo, 21 de noviembre de 2021

El nano es una bala

No era de agoreros tener ciertas reservas con el retorno de Fernando Alonso a la máxima competición del automovilismo. Era de un optimismo desmesurado pensar que podría acabar la temporada subiendo al cajón, no nos engañemos. Y la cosa se puso más gris que soleada cuando, después de la desgracia de la bolsa de sandwich en Bahrein, el amigo gabacho de Ocon le empezó a planchar la oreja a medio camino entre Bolonia y San Marino. En el Algarve se dejó ver con una buena remontada a última hora, pero en Montmeló terminó fuera del Top 15 sin que nada extraño pasara y el de Mónaco (no se clasificó ni para la Q2) ya era el cuarto domingo consecutivo con el amigo Esteban tirando del carro franchute. A punto de abrir el verano, la segunda etapa del Nano en Renault pintaba como una secuela retorcida de su segunda etapa en McLaren; por la piel de toro nos cubriamos la cara... Pero de repente, con todo a favor, a Verstappen se le revienta el neumático en mitad de la recta más larga del campeonato, la cosa se empieza a liar y antes de que te des cuenta se están apagando los semáforos a orillas del Caspio con solo dos vueltas por delante. Desde aquel momento la película ha cambiado.

La temporadita que tenemos el inestimable honor de estar viviendo ha tenido sus cositas extrañas: Masi regalándole la victoria a Hamilton en Bahrein, Hamilton haciendo el memo en Imola, Leclerc no pudiendo salir desde la pole en el patio de su casa, clasificación al sprint, llamadas por radio para felicitar el piloto del día, Masi siendo más capullo todavía de lo que podíamos imaginar, Hamilton llevándose por delante a Verstappen en Silverstone, Bottas llevándose a media parrilla por delante en el Hungaroring, Ocon ganando una carrera en el mismo sitio, Max y Lewis haciendo el idiota en Monza, la victoria de Ricciardo en el mismo sitio, la vergüenza aquella en Spa Francorchamps, Mazepin, Toto Wolff señalando a la cámara... pero de lo que no nos habiamos dado cuenta es de que los únicos tres pilotos de la parte media de la parrilla que no habían subido al podio en lo que va de año eran: Tsunoda, Stroll y Fernando Alonso. Un poquito desequilibrada la lista, ¿no?

Por mucho que en la parte de arriba se estén dando de hostias entre Mercedes y RedBull para ver quien hace más el ridículo, el orgullo de la setentañera sigue siendo su amplia clase media. La última semana de Septiembre, el Nano rozó el podio, quince días después salía quinto pero al pasar otra vez por meta lo hizo último y antes de que acabara el mes solo Williams y Haas tenían coches peores que el Alpine. Ni en el Hermanos Rodríguez, ni en Interlagos estábamos, precisamente, para tirar cohetes. El miércoles se cumplirá un mes del adelantamiento de Kimi Räikkönen a Fernando Alonso, pero ayer la situación era, como poco, muy distinta. Algo se movía en la inmensidad del desierto catarí en la jornada de clasificación y no me refiero al dinero moro pasando de la túnica de un jeque al traje del pintamonas de Infantino, hablo del asturiano más rápido del universo poniéndose segundo al término de la segunda tanda clasificatoria. Que sí, que bien, que lo hizo con blando, que tal que cual, que si Max no sé qué, que si Bottas no sé menos, pero oye, que en la tierra de Speedy González, ni aún queriendo, pudo quedar entre los quince primeros. Después de ese parón tan típico en las clasificaciones a tres tandas, el bicampeón salió del box y puso a su caja de zapatos en la quinta posición, como en los viejos tiempos.

La cosa se puso mejor, para Alonso, que no para la Fórmula 1, cuando el prodigio intelectual de Masi tuvo a bien sancionar a Verstappen y Bottas, a hora y media de que se apagaran los semáforos, por la cuestión más sencilla de juzgar del mundo. No me apetece encender el ventilador ahora mismo. El caso es que el Nano, de repente, salía tercero. Y delante suya estaba el único heptacampeón de la Fórmula 1 con injerto capilar. Con la carrera rompiendo exactamente el cascarón, quien te lo iba a decir, el Alpine, a rebufo del Mercedes, se vio estorbado. Menos mal que quien tuvo retuvo y dos curvas más tarde, el Magic Alonso le hizo una pasada Gasly por fuera que todavía está pensando de donde le cayó el hachazo. Más de uno se puso tontorrón con aquella segunda plaza, aún cuando se convirtió en tercera mediante el sobrado adelantamiento de Max Verstappen. Pero la euforia contenida no terminó de hincharse cuando Pérez empezó a moverse dentro del grupo y Bottas descubrió el adelantamiento; ahora, cabrón, ahora, vaya añitos nos has dado... Conforme avanzaba el stint el Nano iba cada vez más rápido e iba tan rápido que se estaba destacando como tercer clasificado, pero con la llegada de las paradas al de Oviedo le fueron cerrando el paso: Bottas con neumáticos viejos y que iba a una parada y Pérez con neumáticos nuevos y que también iba a una parada. En esa hendidura tan ancha como el ancho de la Visa Oro de Infantino se coló el ojito derecho de Antonio Lobato, pero para detener a la CocaCola con dos caramelos Mentos hace falta algo más que un tapón mal enroscado: Pérez adelantó a Alonso. No obstante, esta película que empezó como una amarga secuela, luego subió, luego bajó y luego volvió a subir todavía nos tenía preparado un penúltimo giro de guión: a Bottas que seguía a la suya sin parar se le pinchó el neumático cuando todavía rodaba virtualmente por detrás de Alonso. El quinto puesto potencial, había cambiado a cuarto real. Aguarde, mi estimado lector un segundo más: que yo ya me estaba sobando con la miel en los labios nuevamente, cuando de repente, me despierto sobresaltado al ver correr a los hombres de RedBull: "¿El qué?, ¿Qué van a parar a Pérez?". Las mentes pensantes de los subordinados de Helmut Marko, le abrieron las puertas del cielo a Fernando Alonso, a Asturias y a España entera. La diferencia con Pérez era demasiado grande para el compatriota de los Picapiedra, por mucho que Pedro sacara los pies y se pusiera a empujar el coche. Alonso tenía el podio en el bolsillo.

La distancia entre el cuarto puesto que consiguió en el complejo turístico de Sochi y el tercer puesto de hoy en la noche del desierto es mucho más amplia de lo que las matemáticas dictan. El botín de quince puntos incorporados al zurrón de Alpine son casi anecdóticos por mucho que el quinto puesto del campeonato esté en juego. No tengo nada claro que El Plan pueda funcionar, me cuesta mucho ver a Wolff y Horner preocupados el año que viene por los pobres señores de Alpine; pero lo de esta tarde colma mis más optimistas expectativas. Atrás, muy atrás quedaba aquel último podio en Budapest en donde la victoria se escapó en la antepenúltima vuelta. Siete años es una espera demasiado larga... En esta casa nos ha pillado jóvenes muchos de los 97, pero hemos visto todas las carreras hasta que ha llegado el 98.

domingo, 7 de noviembre de 2021

La historia de mi vida

La charca que algunos dicen, en realidad, no es un charca, sino un valle, un valle de lágrimas. La vida en la parte buena de la ciudad de Valencia es un agonía perpetua y la felicidad, que solo es momentánea, no es más que el preludio de una agonía aún más aguda. Después de colarnos en las semifinales de la Copa del Rey con un gol de Roger en el último suspiro, el Athletic Club tuvo a bien eliminarnos en la prórroga; después de ganarle a los chotos, recital mediante, no hemos vuelto a ver una victoria en ocho meses; después de hacer la inversión de nuestra puta vida, a lo peor bajamos a Segunda otra vez. En Orriols las alegrías se pagan con un ojo de la cara, pero las desgracias nos las hemos de quitar de encima.

La fría noche en Mendizorroza estaba siendo, sin embargo, ilusionante. Cuando Javi Pereira le dio la charla a los hombres de les barres blaugranes en el reservado de algún lujoso hotel de Alava, estaba pensando exactamente en el partido que estábamos jugando. No miremos hacia otro lado, el planteamiento fue barraquero. Ayer había premio para quien más faltas hiciese o, peor, para el que más faltas fingiera. Y castigo para el que diera el tercer pase seguido raso. Ya no nos conviene tener la pelota y, ayer al Alavés, le convenía mucho que nosotros la tuviéramos. Nada que objetar.

Cuando ayer Vezo rifó el balón y Malsa ganó la segunda jugada, Javi sonrió de felicidad; y el dueño de este sucedáneo de portal web también. Y cuando era Bardhi quien ganaba el despeje del pesao de Laguardia, Javi también aplaudía por mucho que la jugada no terminase en gol como sí ocurrió tras el excelente pase de Malsa. A De Frutos se le ve cara de buen chico y trabajador, de estar preocupado por los examenes y de no faltar un solo día a clase; pero anoche la pillería inclinó la balanza. Pacheco no pudo esconder la cara de tonto cuando el futuro padre le pasó el balón por encima con un sutil toque de cabeza. Una jugada de PlayStation que pudo valernos la primera victoria del temporada.

Quien te ha visto y quien te ve, Levante. Con una ventaja de un gol y 75 minutos por delante, el sucesor de PacoLo pareció anunciar que el partido se había terminado. Nos las prometíamos muy felices. No íbamos por delante en el marcador desde que Sergi Guardiola no negase la victoria en la última jugada del partido hace dos meses. El Alavés era completamente inoperante atacando y cada poco la pelota dejaba de rodar por falta, puerta o saque de banda. Teníamos el partido en la mano. Pero la cosa se empezó a torcer: a más de uno le vino un flashback de Vietnam cuando a Bardhi le faltó el aire tras un excelente pase de Dani Gómez o cuando Pacheco le hizo la parada del partido también a Dani Gómez (que ayer hizo más que Soldado). En nuestra área los del Glorioso, empezaron a buscar el penalti desesperados. Joselu, primero y Guidetti, después cataron la hierba de Mendizorroza aduciendo dolores que no tenían. Y ya hay que tener huevos para tirarse a una piscina un 6 de noviembre en Alava. El tercer piscinazo también lo fue, pero De Frutos metió la pata. El Duarte ese tiene suerte de seguir caminando después de recibir una falta como esa. No te lo pierdas: al palo y gol.

Pero espérate que aún hay más. Después de que se nos escapará otra victoria más de una manera lamentable, el partido no había acabado. Con el tiempo cumplido y con los dedos cruzados para que por una puta vez fuéramos nosotros los que ganáramos el partido a última hora, Laguardia colgó el balón a la olla. Tras una jugada muy bien llevada, el Joselu ese le metió un cabezazo al balón desde más allá del punto de penalti que fue directamente a la escuadra. Un golazo de no ser porque no ganamos un solo partido desde abril. Y Amparito celebrando el gol porque creía que los de azul y blanco eran los nuestros... Cuando empezó la temporada os juro que pensaba que podíamos meternos en Europa.