La temporadita que tenemos el inestimable honor de estar viviendo ha tenido sus cositas extrañas: Masi regalándole la victoria a Hamilton en Bahrein, Hamilton haciendo el memo en Imola, Leclerc no pudiendo salir desde la pole en el patio de su casa, clasificación al sprint, llamadas por radio para felicitar el piloto del día, Masi siendo más capullo todavía de lo que podíamos imaginar, Hamilton llevándose por delante a Verstappen en Silverstone, Bottas llevándose a media parrilla por delante en el Hungaroring, Ocon ganando una carrera en el mismo sitio, Max y Lewis haciendo el idiota en Monza, la victoria de Ricciardo en el mismo sitio, la vergüenza aquella en Spa Francorchamps, Mazepin, Toto Wolff señalando a la cámara... pero de lo que no nos habiamos dado cuenta es de que los únicos tres pilotos de la parte media de la parrilla que no habían subido al podio en lo que va de año eran: Tsunoda, Stroll y Fernando Alonso. Un poquito desequilibrada la lista, ¿no?
Por mucho que en la parte de arriba se estén dando de hostias entre Mercedes y RedBull para ver quien hace más el ridículo, el orgullo de la setentañera sigue siendo su amplia clase media. La última semana de Septiembre, el Nano rozó el podio, quince días después salía quinto pero al pasar otra vez por meta lo hizo último y antes de que acabara el mes solo Williams y Haas tenían coches peores que el Alpine. Ni en el Hermanos Rodríguez, ni en Interlagos estábamos, precisamente, para tirar cohetes. El miércoles se cumplirá un mes del adelantamiento de Kimi Räikkönen a Fernando Alonso, pero ayer la situación era, como poco, muy distinta. Algo se movía en la inmensidad del desierto catarí en la jornada de clasificación y no me refiero al dinero moro pasando de la túnica de un jeque al traje del pintamonas de Infantino, hablo del asturiano más rápido del universo poniéndose segundo al término de la segunda tanda clasificatoria. Que sí, que bien, que lo hizo con blando, que tal que cual, que si Max no sé qué, que si Bottas no sé menos, pero oye, que en la tierra de Speedy González, ni aún queriendo, pudo quedar entre los quince primeros. Después de ese parón tan típico en las clasificaciones a tres tandas, el bicampeón salió del box y puso a su caja de zapatos en la quinta posición, como en los viejos tiempos.
La cosa se puso mejor, para Alonso, que no para la Fórmula 1, cuando el prodigio intelectual de Masi tuvo a bien sancionar a Verstappen y Bottas, a hora y media de que se apagaran los semáforos, por la cuestión más sencilla de juzgar del mundo. No me apetece encender el ventilador ahora mismo. El caso es que el Nano, de repente, salía tercero. Y delante suya estaba el único heptacampeón de la Fórmula 1 con injerto capilar. Con la carrera rompiendo exactamente el cascarón, quien te lo iba a decir, el Alpine, a rebufo del Mercedes, se vio estorbado. Menos mal que quien tuvo retuvo y dos curvas más tarde, el Magic Alonso le hizo una pasada Gasly por fuera que todavía está pensando de donde le cayó el hachazo. Más de uno se puso tontorrón con aquella segunda plaza, aún cuando se convirtió en tercera mediante el sobrado adelantamiento de Max Verstappen. Pero la euforia contenida no terminó de hincharse cuando Pérez empezó a moverse dentro del grupo y Bottas descubrió el adelantamiento; ahora, cabrón, ahora, vaya añitos nos has dado... Conforme avanzaba el stint el Nano iba cada vez más rápido e iba tan rápido que se estaba destacando como tercer clasificado, pero con la llegada de las paradas al de Oviedo le fueron cerrando el paso: Bottas con neumáticos viejos y que iba a una parada y Pérez con neumáticos nuevos y que también iba a una parada. En esa hendidura tan ancha como el ancho de la Visa Oro de Infantino se coló el ojito derecho de Antonio Lobato, pero para detener a la CocaCola con dos caramelos Mentos hace falta algo más que un tapón mal enroscado: Pérez adelantó a
La distancia entre el cuarto puesto que consiguió en el complejo turístico de Sochi y el tercer puesto de hoy en la noche del desierto es mucho más amplia de lo que las matemáticas dictan. El botín de quince puntos incorporados al zurrón de Alpine son casi anecdóticos por mucho que el quinto puesto del campeonato esté en juego. No tengo nada claro que El Plan pueda funcionar, me cuesta mucho ver a Wolff y Horner preocupados el año que viene por los pobres señores de Alpine; pero lo de esta tarde colma mis más optimistas expectativas. Atrás, muy atrás quedaba aquel último podio en Budapest en donde la victoria