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viernes, 18 de agosto de 2023

Pronto

Quedan siete días para el próximo Gran Premio de Fórmula 1 y han pasado tres semanas desde el último. Es viernes, por la tarde y empieza ya el fin de semana. He barrido la casa y tengo la cena prácticamente preparada. Acabo de tender una lavadora y hace nada he bajado a repostar el depósito de agua que nutre el sistema limpiaparabrisas del fantástico Seat Ibiza. Salvo dormir religiosamente ocho horas, no tengo nada que hacer hasta mañana a las siete y media de la tarde cuando el Levante se enfrente al Burgos en el barrio de Orriols. No sé si queda lo suficientemente claro que este es el momento idóneo para advertir que pronto dejaré de ver la Fórmula 1.

El más experimentado de los visitantes de este sucedáneo de portal web conocerá, de primera mano, que esta decisión es una meditada y especialmente valorada. Masi es un nombre que ni tú ni yo deberíamos conocer, pero sí fue con él con el que empecé a plantearme si me salía a cuenta ver a la setenteañera; si en el balance de alegrías y desengaños, la una acababa venciendo a la otra. Las escapatorias de asfalto, los insufribles límites de pista, ese instinto felino que tiene los actuales monoplazas por pisar sobre seco y, sobre todo, las decisiones inexplicables Suave tarde veraniega en el golfo de León, El problema no es Hamilton, Maximiliano, Carlos y Charly... Cuando le anularon a Norris la vuelta de clasificación hace dos años, apagué la tele; me negué a ver la clasificación del Gran Premio de Turquía meses después; y tras el Gran Premio de Australia, la relación pendía de un finísimo hilo Tenemos que hablar.

Puedo nombrar muchas razones por las que estoy a punto de abandonar a la Fórmula 1. Y si me esfuerzo, todavía encontraría algunas más. ¿Os parece si solo me centró en la más representativa?... ya sabía que ibáis a decir que no: os la cuento igualemente. Las carreras de Fórmula 1, han pasado a ser verter un vaso de agua sobre una botella de aceite. El aceite asciende sin mayor oposición mientras que el agua baja sin presentar especial resistencia. El último fin de semana de Gran Premio, Charles Leclerc, a los mandos de un Ferrari, se clasificó segundo gracias a una gran vuelta rápida. Nada más salir, el domingo, se colocó brevemente en la primera posición antes de que lo pasara Pérez. Aguantó el ritmo, Verstappen lo arrolló, y siguió aguantando el ritmo hasta terminar la carrera en tercera posición. Bien, ¿qué incentivo tenía Leclerc para practicar una conducción defensiva ante dos coches, a todas luces, más rápidos?, ¿por qué motivo razonable Leclerc iba a trazar todas las curvas por el interior, a frenar tarde tras las rectas y a malgastar la puta batería que parece la estrellita del Mario Kart? Leclerc iba a dejar pasar a Pérez y a Verstappen, sin oponer mayores complicaciones, porque simplemente le convenía.

La Fórmula 1 ha pasado a ser un deporte en el que, salvo que queden tres míseras vueltas, nadie defiende la posición. Nadie la defiende, primero, porque es tontería y, segundo, porque nadie puede. Pérez, en Spa-Francorchamps, perdió la carrera con un adelantamiento a medio kilómetro de la siguiente curva y con treinta, de cuarenta y cuatro, vueltas por delante. Todo se decidió en diez segundos, a decir verdad, bastante tranquilos. Y el problema no es el invento del DRS, ni que el de RedBull sea un 7,42% más eficiente que el del resto del parrilla: el problema es la nefasta gestión de su uso por parte de la FIA que regula el reglamento deportivo. Y lo más sangrente es lo simple que sería ponerle fin a esta inaguantable procesión de adelantamientos pintando una línea más allá, la otra más acá y siendo tan severo como con el limite de velocidad en el pit lane. Si el DRS es para evitar aquellas marchas militares de Michael Schumacher adelantando solo a doblados, ¿por qué nos debe interesar estas de Max Verstappen adelantando a todos como si fueran doblados y sin que nadie, haciendo valer su habilidad al volante, pueda impedir que gane la carrera?

Por tanto, el último domingo, vi el Gran Premio de MotoGP como quien se descarga Tinder. Y, joder, ahí sí se puede distinguir a un piloto de otro por ser especialmente rápido en las puñeteras carreras al esprín o sí puede sobresalir un piloto por saber defender la posición o, incluso, atención, por tener destrezar para adelantar. Madre de Dios, creía que era imposible. Moto3 sigue siendo una carrera de una vuelta, Moto2 no la vi, pero MotoGP mola bastante. Con el último adelantamiento de Aleix Espargaró en plena entrada a Maggots no pude hacer otra cosa que levantarme del asiento ante tal demostración de valentía y decisión, de destreza para adelantar; sin mayor ayuda que su manillar, el agarre de sus neumáticos y su vehículo, que es la sexta o séptima parte del ancho de la pista. Lo peor de MotoGP: esa enfermiza manía suya por querer parecerse a la Fórmula 1. Seguramente no empiece a ver MotoGP porque he dejado de ver Fórmula 1, aunque pronto dejaré de verla; sin embargo, el Gran Premio de los Paises Bajos comienza en siete días.



viernes, 11 de agosto de 2023

Una cuestión de probabilidad

Viendo este partido, no puedo decir si los jugadores del Levante son buenos o, por el contrario, malos. Ninguno ha hecho nada que me permita saber si este tio es de los buenos o si, por el contrario, se ha marcado una pifiada que solo puede llevar la firma de un matao. Les barres blaugranes esta tarde solo han sido de un color. Mucho azul y nada de grana. Azul, frío, inmóvil, como quién está hasta los huevos de todo, su mujer le ha dicho que ir a ese sitio es buena idea, pero solo piensa en volver a casa. ¿Dónde está el grana?, ¿dónde están la sangre?, que me enseñen esas ganas por ver a un tio con la pelota y querer ir a muerte a quitársela. Que venga un jugador del Levante y me enseñe que cuando tiene el balón solo piensa en marcar gol. Que haya un hombre vestido de azul y de grana, con la pelota en los pies y corriendo hacia la portería.

¿Cuándo fue el último buen partido del Levante?, ¿cuándo fue la última vez que viste tres pase al primer toque y en seguida un tío encarando a portería?, ¿por qué no ha sido esta tarde? Para Calleja el fútbol es una cuestión de probabilidad: como la pelota está dentro del campo, existe una pequeña posibilidad de que entre en la portería correcta; a veces ocurre, a veces no. Si al portero del Oviedo se le va la olla, ganamos y si no, no. Si de Frutos juega como Pelé en Cartagena, ganamos y si no, no. Frente al Ibiza había una ligera probabilidad de que nos pitasen penalti, pero como no se pitó, ahora jugamos en segunda. Un mero espectador, un pasajero que mira el partido como quien se imagina acariciar las nubes a través de la ventanilla de un avión. No creo pedir demasiado, no me considero exigente si creo que con sangre, ímpetu, atrevimiento y dos gotas, una de técnica y otra de la puta buena suerte que espera tener siempre Calleja sería suficiente para tener un equipo con el que no aburrirse, con el que apretar los dientes desde la grada cuando defiende e imaginarse el gol cuando ataca. Hay quien realmente piensa que los problemas se solucionan solos, que con no pensar en ellos, basta; nuestro entrenador es una de esas personas.