Este es un mensaje para todos aquellos que vayan a ver jugar al Levante a Villarreal y también para el dueño de este sucedáneo de portal web: Toda antelación es poca. Antes de tomar la Nacional 340 uno ya se entera que la tarde va a ser larga, no se hace más fluido el tráfico a la altura de las oficinas centrales de Porcelanosa, y cuando pasado el Carrefour se avista un hueco libre el buen granota valora si será demasiado pronto para lanzarse de cabeza al primer sitio que ve en todo el pueblo. No lo era. Al cuarto de hora y con el orgullo guardado en la guantera, el pequeño Fiat Punto y su arrepentido conductor vuelven sobre sus pasos en busca, todavía, de un hueco en donde dejar el vehículo sin ser multado, a poder ser. 25 minutos andando hasta el rebautizado Estadio de la Cerámica y faltaba media hora para que esto empezara. Las matemáticas no fallan y Google Maps tampoco.
Por mucho que se hubiera querido ver a la veintena de jovenes multimillonarios habilidosos pelotear con música discotequera de fondo, nada puede detener las ganas locas de ver ganar al azul y grana. En esta casa, nunca hemos ido a ver jugar al Levante dependiendo de lo probable que fuera su victoria (de lo contrario ayer no me habría movido de casa), de la enjundia del rival (no hubiera ido a ver el último partido en el Ciutat) o del número de victorias que haya conseguido el equipo (por lo que estaría sin ver fútbol desde mayo). Cuando el buen granota se encamina a un estadio de fútbol susurrando el himno de Pastoret lo único que quiere es ver jugar a su equipo, por mucho que no meta un gol, por mucho que no despeje una, por mucho que no gane un partido o por mucho que sus jugadores no hagan merecer la camiseta que llevan. Y lo que impulsa al buen granota es las ganas locas de ver ganar a les barres blaugranes.
Por supuesto, que nadie merece ver jugar a su equipo durante veintiseis partidos seguidos y que, sin embargo, no haya ganado ni uno solo; y, por supuesto, que nadie merece que al número veintisiete nos toque pasar por la penuria de anoche. Ni si quiera el choto más choto de todos los chotos lo merece. Anoche los noventa minutos del Levante rozaron la vergüenza, ni un solo jugador hizo honores a los ciento doce años del club. Pero cuando uno se vuelve seguidor de un equipo, por decisión propia, no es que se exponga a que desastres como el de ayer ocurran o rachas como la actual tengan a bien abofetearnos, es que directamente todo lo que estamos viviendo los granotas forma parte de animar a un equipo. Y el buen granota lo sabe.
El tiempo para salvar la categoría ya es tiempo pasado. El año que viene no tendremos el mejor estadio de Segunda División porque anoche Gerard Moreno y sus amigos tuvieron la deferencia de clavarnos cinco goles como cinco soles, porque perdamos contra el Mallorca o ni si quiera porque el tiro de De Frutos contra el Osasuna diera al palo y se saliera en lugar de que diera al palo y se metiera. El año que viene jugaremos en Segunda División porque no supimos conservar la ventaja contra el Alavés, porque solo metimos una en Elche, porque estuvimos a por uvas contra el Celta o porque el tiro de Jorge de Frutos, con todo a favor, acabó en manos chotas y no en redes granotas. En Orriols, solo seguimos aquí por dos cosas: por ver si ocurre el milagro y por rezar para ganar en Mestalla.