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domingo, 31 de marzo de 2019

¡TRANQUILOS, JODER!

En el Ciutat están pasando cosas raras: sufrimos, como siempre, pero solo mientras no jugamos. Atrás queda aquella época, con Caparros en la banda, en la que con la permanencia en la mano desde Febrero, apelábamos a ancestral ceroacerismo «para ir sumando»; ahora jugamos como nunca y por alguna de aquellas, poco a poco, nos estamos metiendo en un brete interesante. Comprendo por fin la mente enfermiza de Alcaraz, Muñiz, Caparrós, Pellegrino, Abelardo, Escribà que a base circunstancias como la nuestra y a base de un catastrofismo desmedido se ha forjado un carácter miedica y amarrategui, que hace que así sus equipos salgan de su área lo menos posible.

Dudo mucho que PacoLo o Mendilibar caigan en algún momento sobre la lona de la prudencia exagerada; su romanticismo futbolístico atraviesa cualquier tipo de subordinación o conformismo, y sus benditos equipos alegran la vista cual panquemao de la Beata Inés. La remontada de Iago Aspas ayer por la tarde sostuvo al Celta en Primera y colmó el chupito de paciencia de los agoreros, acérrimos seguidores del helenco de entrenadores en el primer párrafo citados; los gallegos, que en el descanso se hundían en la clasificación a siete puntos del Villarreal, remontaron un cero a dos para respirarle en la nuca a los de Castellón desde una distancia de solo un punto. Nosotros ayer estábamos a tres.

Morales, mientras jugó a toque, hizo un partido excelente; cuando no, pues no. Sacó Aitor de puerta, Vezo combinó con Moses, mediando un regate de portugués, Campaña jugó para Luna y gol de Morales. Al puto primer toque. Grandísima jugada de fútbol.

Nos metieron, sin embargo, el gol que toda la vida hemos concedido y que por mucho que pase el tiempo no logramos corregir: rebotito puñetero en el área y, aunque encimasen cuatro a Escalante, la pelota pasó por donde no tenía que pasar.

Esta vez Simon se valió solito para salir del jardín que el mismo había cultivado en línea de fondo propia, Rochina tocó para Mayoral y esté en largo para Morales que amasó y amasó y amasó la pelota; dio, el chupón extremo madrileño, un mal pase a Mayoral pero que Rochina supo enmendar con un zurdazo de los que dan que pensar. Dos a uno y todo apuntaba a que aún quedaban muchos goles por ver.

Sin embargo, aparecieron los palos: primero Orellana y luego Mayoral, tras robo de Vezo en una salida de la cueva del rollo de Ballesteros. Tuvo todo el dominio del mundo el Éibar pero no conseguían generar un peligro proporcional. Nosotros, mientras tanto, activamos el ataque sin contemplaciones que llevamos empleando desde que PacoLo amolló el buga en el párquing del Ciutat, y cada balón que tocábamos creábamos peligro. Moses la falló a puerta vacía; ya es definitivo: es el hijo de Ettien.

Sergi Enrich a diez del final metió un gol que hacía justicia al balompié y que programó el patiment para que sonase cual despertador mañana lunes en cuanto el señor colegiado tuviese a bien terminar el partido.

Tenemos el descenso a cuatro punto; pero jugamos de puta madre. No estoy preocupao, todavía.