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jueves, 8 de febrero de 2024

La ficha técnica

En el tiempo justo para que tres domingos pasen y dejen su festiva impronta, el Levante ha jugado una pareja de partidos que, de ser personas, muchos creerían hermanos. El pasado empate en Miranda del Ebro y la reciente derrota en Barcelona guardan ciertos puntos en común que, retorciendo la realidad, parecen el mismo recuerdo. Cierro los ojos y no sé si lo que veo pertenece al domingo pasado o a quince días atrás. Jugados a domicilio, domingo por la tarde, ambos con el dulce gusto de una victoria que sin embargo se amarga justo antes del final. Ambos con carretera para pensar; y ambos acompañados de un lunes a la mitad de nuestras posibilidades como ser humano. Trece y ocho horas, respectivamente, sin moverse dentro del coche para ver cómo el Levante pierde solo cuando ya no hay tiempo para más: un plan sin fisuras, Torrente. Dichos los hechos innegables que caben en las cinco líneas en las que se extiende la ficha técnica del partido, abordemos, con permiso suyo, las cuestiones verdaderamente transcendentes, aquello que fundamentalmente importa.

Espero no perder la atención del asiduo lector de este sucedáneo de portal web: voy a dejar el puto resultado a un lado. Bajo circunstancias normales -cualquier partido en el que no intervengan mis queridos compañeros blanquinegros o una determinada situación clasificatoria especialmente apretada- el número de goles en un partido de fútbol debería recibir el mismo trato que el número de saques de esquina. Una jugada acertada de veinte segundos no puede eclipsar hora y media de juego. A veces, es dificil saber lo que uno siente, o, mejor dicho, es dificil saber lo que uno siente pero lo realmente dificil es encontrar las razones. Bajando la escalera de la tribuna del estadio de Anduva, uno lidia con la tentación de elevar el resplandeciente destello de Carlos Álvarez y adjudicar a la mala suerte el gol tardío en contra. Uno se siente molesto en definitiva, pero duda sobre si es por el inútil deseo de que ese último cabezazo vaya fuera de la portería en lugar de dentro de ella o, si más bien, la molestia tiene que ver con el tantísimo recelo por encajar gol -para finalmente encajarlo y con merecimiento. Al poco de dejar Logroño atrás uno se convence de lo segundo y para cuando llega a Teruel uno se explica a sí mismo: «pero qué sumamente cobardes hemos sido».

Es más, en ese momento turolense, me animo a imaginar un pasado distinto: con un Levante decidido, con alma, que después de pelear y buscar el segundo gol sin embargo recibe, por designios del fútbol, el gol del empate en el mismo exacto minuto: «Estaría contento -aseguro finalmente». Ambos hermanos Schumacher eran pilotos de Fórmula 1, pero tú ya me entiendes. La del domingo pasado en Barcelona es una experiencia que recomiendo a todo buen granota. Once representantes de les barres blaugranes, en un escenario abrumador, jugando al fútbol con determinación, con garra, con deportividad, con ganas de jugar, sin un solo fingimiento -salvo la jugada que mereció la expulsión de Dela. Un equipo de once chavales jóvenes, con hambre de comerse el mundo, con el deseo de hacerse un hueco en la élite y con el que evidentemente me siento identificado. El gol del empate es fruto de ese juego coral, de ese compañerismo que rezumó el Levante durante el partido; Dani Gómez, ajustándose las medias, hace un hueco delante del portero, todos al segundo palo, pase raso y tenso al primero e inevitablemente gol. El Espanyol, cierto es, que no estuvo muy atinado pero eso nunca ha sido óbice para que los nuestros se tumben a la bartola delante de la portería de Andrés. Que Dani Gómez tenía que haber metido gol, que Carlos no tenía que haber tirado al centro, que Róber Ibáñez no sé qué. ¿Pero, qué mas da todo eso? Dani Gómez puso el pie para meter, Carlos apuntó a la escuadra y Róber Ibáñez no quería perder el balón, ¿Qué sucedió lo contrario? pues ya está, pasó así. ¿Qué más te da que te piten un penalti en el último minuto cuando puedes bajar la escalera del fenomenal estadio de Cornellà orgulloso de haber visto jugar al Levante?, ¿Qué más da todo lo demás? El coche, el tiempo, el domingo perdido, el lunes sacrificado, el sabor de la derrota. Todo es menos importante.

Total que, un poco más allá, en la grada visitante, uno de ellos mira el marcador, el otro mira la clasificación en el móvil y mientras yo aplaudía como un padre que felicita a su hijo, se dice como una sola voz: «Esa camiseta no la merecéis» Justo en el día en el que más se merecieron jugar en nombre del Levante Unión Deportiva. La ficha técnica del partido debe ser muy aburrida.