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martes, 6 de diciembre de 2022

Nos hemos reunido hoy aquí

Hermanos, hermanas, nos hemos reunido hoy aquí para ver ganar a Francia un mundial otra vez. Y, además, para ver a España caer otra vez. A mi coleguita Quilian solo le he visto jugar un par de veces; eso sí, partidos enteros: nada de un video en TikTok de sus mejores regates. Y en ese breve lapso de tiempo, elegido casi al azar, ha hecho cosas que ni a Messi ni a CR7, que los tengo bien estudiados, les he visto hacer. Embapé saca a pasear a Leo y a Cris todos los días una vez al día y les da de comer pienso y les tira la pelotita para que corran un poco; espero que se haya entendido que se les está comparando con los perros de Quilian. Tanto en la eliminatoria de Champions contra el Madrid como el domingo contra Polonia, el chaval parecía un niño de sexto de primaria jugando contra los de primero de infantil. Si las matemáticas no me abandonan, el xiquet cumplirá veinte y cuatro años este mes; como diga de retirarse más allá de los treinta y dos, setenta años de la saga de increíbles futbolistas brasileños penden de un hilo.

Si el señor Embapé, el padre de la criatura, no hubiera decidido emigrar a Francia y hubiera preferido, qué se yo, L'Alcùdia de Crespins, Quilian jugaría en nuestra selección. Aunque claro, para ello, tiene que ser mejor que Iago Aspas. Suponiendo que sí, suponiendo que el 10 de España lo lleva Donatello y no lo lleva Asensio, a mí jodería tener que celebrar los aciertos y las victorias de semejante pedazo de capullo; pero lo haría después de haber eliminado a Marruecos hoy, después de haber eliminado luego a Portugal, en semifinales a Francia y en la final a Brasil o a Argentina, cualquiera de los dos me sirve. Si Embappé fuera español, tal vez pensariamos que Haaland es mucho mejor o que Leo y Cris son irrepetibles. Me atrevería a decir que: si Quilian jugase en el Levante... no, creo que es demasiado, seguriamos sin ganar un partido en Mestalla. Sin embargo, el señor Embapé eligió el lado de los Pirineos equivocado y ahora no va a haber gallo suficiente para que le rodeen tantas estrellas.

España ha caído eliminada en octavos y de la misma forma que hace cuatro años. Y con el terrible agravante de no haber necesitado al mismísimo Quilian para clasificarnos a la siguiente eliminatoria. Con un pase filtrado como los que suelen dar Pedri, Gavi, Busquets, Olmo, Soler, Asensio, Rodrigo, Alba o, incluso, Morata o Ferran hubiera bastado hoy y hubiera bastado cuatro años atrás con diferentes protagonistas pero idéntico miedo. España hoy tenia miedo y en 2018 también tenia miedo. Miedo, se ve, a desaprovechar la jugada, miedo a pedir la pelota, miedo a perder el balón y recibir gol por tu culpa. Sin embargo, no sintieron el miedo de volverse a casa por, precisamente, no jugar al primer toque, no meter el balón en el área o no tirar un penalti fuerte.

De hecho, ni si quiera tenemos una ocasión clara de gol que lamentar: el disparo de Sarabia con el tiempo de la prórroga cumplido debió haber sido anulado por fuera de juego. Ni si quiera tenemos un error que lamentar: ni un mal despeje, ni un resbalón, ni un balón que pasa bajo el brazo de Arconada. En España lo único que nos queda es ver cómo Quilian Embapé le da la tercera Copa del Mundo a Francia.