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domingo, 20 de junio de 2021

RedBull te da alas

No albergaba yo muchas esperanzas en echar una buena tarde de domingo viendo a los cochecitos dando vueltas. Más que nada porque, hace dos años, cuando amargamente se disputó la última carrera al lado del Aeropuerto Internacional de Le Castellet, me dormí durante un par de vueltas en la parte central de la carrera. No nos vamos a engañar, aunque la setenteañera esté de muy bien ver a veces es más aburrida que esperar en la cola del Mercadona. Sin embargo, hoy no fue como entonces; la carrera no ha dado un solo momento para el sosiego. De hecho, si no fuera porque ya es la séptima vez esta temporada en la que Verstappen y Hamilton se juegan el título en cada vuelta, habría sido un carrerón absoluto. La Fórmula 1 de este momento es muy distinta de la Fórmula 1 a la que nos acostumbró Hamilton, Bottas, ese pedazo de coche Mercedes y la FIA (por conceder semejante tortura); el orgullo de este deporte, aunque desplazado por Max y Luis, sigue proporcionando sólidos argumentos para encender la caja de luces todos los domingos; y, además, el promedio de los amantes de los coches rápidos con pegatinas esta noche dormirán satisfechos, no sólo porque Masi se haya puesto un necesario punto en la boca durante las 53 vueltas de carrera (que también), sino porque Verstappen toma cierta distancia con Hamilton y eso es motivo de alegría, al menos por ahora.

No estaba yo muy seguro de echar una buena tarde por tal y como se presentaba la carrera: Verstappen ayer, antes de la qualy, se permitió el lujo de estrechar el alerón trasero para blindar en carrera una pole position que se apuntaría por mucho que restase adherencia al coche en las curvas y bueno..., además de la pole de Verstappen, las últimas dos carreras de la Fórmula 1 en la era moderna en Paul Ricard no es  que fuesen una maravilla (no se pasaron ni en la salida). Pero, por suerte, vino Verstappen a apañarnos la sobremesa. El hijo de Jos y según quienes el nuevo Ayrton Senna, no acertó a enhebrar la segunda curva del Gran Premio y hubo de optar por salirse de pista, adelantamiento de Hamilton al canto. Con Verstappen siendo la tortilla de un bocata de tortilla de patata y con Hamilton y Bottas siendo el pan de un bocata de tortilla de patata, el mundo entero miraba la tele ansiosamente esperando a que Verstappen y Hamilton hicieran algo digno de recordar; pero el estrechamiento del alerón trasero de Max no parecía ser suficiente como para adelantar al yerno que toda suegra desea evitar. Por detrás, Charles Leclerc, que había maltratado sus neumáticos peleando en las vueltas inaugurales contra El Nano, anticipaba su parada porque sus ruedas no daban para más: era la vuelta 16 y yo entonces vi sobre la mesa el vaso de orxata que durante la vuelta de calentamiento estaba en la nevera y que se fue atemperando desde que los cinco semáforos rojos se desvanecieron. La orxata templada es menos orxata.

Total que lo que parecía una tarde tranquila, poco a poco se fue liando. Toda la parilla durmió del sábado al domingo sin atisbar una posibilidad distinta a parar una vez en boxes, pero resultó que el deterioro de los neumáticos fue mayor al previsto. Con 38 años, dos títulos mundiales y ningún hijo Fernando Alonso extendió sobre la mesa la opción de parar dos veces, pero conducir más rápido; su equipo, habilmente, supo guiarle; Gianpiero Lambiase, ingeniero de Max Verstappen y que tiene el cielo ganao el bendito, se la apuntó. A El Nano no le hicieron falta dos paradas porque cuando puso el neumático duro su coche pareció rejuvenecer, de hecho, se quedó muy cerca de terminar sexto y doblar su botín de puntos. Por su parte, Ferrari parece tener un misil con el depósito casi vacío y con neumático blandos que se convierte en un ladrillo cuando se le carga con el combustible necesario para completar una carrera y se le calza con neumáticos duraderos, pero poco adherentes; Carlos Sainz fue perdiendo plazas desde su quinta posición inicial hasta su undécima final, su compañero terminó decimosexto y obligado a pasar dos veces por la calle de boxes. Nada que ver con McLaren que flojea el sábado, pero se pone bucadísimo cuando llega el séptimo día de la semana.

En la interesante cabeza de carrera, Lusito lideraba, Max le perseguía y Bottas aguantaba (que ya es mucho) estando los tres primeros en un espacio menor a dos curvas. Por detrás, Pérez, cocinaba a fuego lento, y desde la distancia, su visita al cajón. Yo pensé que era una jugada maestra cuando Mercedes anticipó ligeramente el paso por el pit lane de Bottas obligando, primero, a Verstappen a cubrir su posición y cercenando, después, la posibilidad de que el neerlandés le birlase por estrategia la primera plaza a Hamilton. Pero al final na de na, en Mercedes están empanaos: le pusieron a Hamilton la victoria en bandeja y no se dieron ni cuenta. No pararon a Hamilton junto a Verstappen por miedo a yo-qué-sé y la vuelta del aspirante con neumáticos nuevos mejoró ampliamente la vuelta del vigente campeón con neumáticos viejos. Pero, eh, chavales, tranquilos, que Hamilton tiene más vidas que un gato. El torpedo que el RedBull demostró ser ayer fue hoy muchísimo menos torpedo. Con un alerón estrecho y con un coche dos décimas más rápido (en clasificación), Verstappen no pudo desligarse de Hamilton. Cuando Morritos Max empezó a hartarse le dijo a Gianpiero, que tiene el cielo ganao el bendito, que así no iba  a poder aguantar toda la carrera; GP dio luz verde y revisó sus notas. El Morritos del paddock empezó a exprimir sus pobres neumáticos duros, la persecución había comenzado aunque todavía liderase la carrera. Poco después, Max dejó de ser primero porque paró en boxes, Gianpiero entrelazó sus manos nerviosas y rezó el rosario.

Con 20 vueltas por delante, faltaba saber si la diferencia de rendimiento entre los desgastados neumáticos del vigente y los frescos neumáticos del aspirante era lo suficientemente grande como para que el RedBull fuese entorno a un segundo por vuelta más rápido. Sergio Pérez, compañero de equipo de Verstappen, lo dejó pasar en los albores de su remontada. Valtteri Bottas, compañero de equipo de Hamilton, también lo dejó pasar (Bottas paquete) en el epílogo de su remontada. Y cuando Verstappen contactó visualmente con Hamilton a falta de pocas vueltas, apareció una descomunal maraña de pilotos con vuelta perdida (Hamilton tiene más vidas que un gato). Sin embargo, poco pudo hacer Luis, que ya no es el puto Hamilton, cuando en la penúltima vuelta del Gran Premio Verstappen le arrancó las pegatinas y los pendientes. Al término del Gran Premio, o quizás ahora mismo, Lewis se plantee: "¿Qué más tengo que hacer para ganar una carrera?"; pero claro por mucho que iguales la excelente salida de Verstappen, por mucho que aprietes en las primeras vueltas, que presiones cuando vas segundo o que alargues hasta el infinito tu juego de neumáticos, si luego desde el muro te cogen de la camiseta con la estrategia y tu compañero de equipo se pasa de frenada inexplicablemente en el momento crucial de la tarde lo más normal es que no ganes la carrera. Por otra parte, Verstappen no solo tiene un cochazo que le mira a los ojos al todopoderoso Mercedes, sino que tiene a un tío que le susurra al oído una estrategia para ganar la carrera y al otro lado del box a un fenómeno que si no llega a ser porque Hamilton se ha marcado un carrerón lo acompaña en la segunda posición. RedBull era el equipo simpaticón que a veces elevaba la voz en la férrea dictadura de Mercedes; era el equipo simpaticón y lo sigue siendo, por ahora, al menos por ahora.