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domingo, 1 de noviembre de 2020

No somos tan malos

Quien no crea en la mala suerte o tiene muy buena suerte o es del Real Madrid, que es más o menos lo mismo. El buen granota que ahora mismo está pensando si lo que ha visto en los últimos siete días es la vida real o solo fantasía, no tiene ninguna duda que si Celta y Granada hubiese atacado con la misma insistencia que el Llevant y el Llevant hubiese defendido con la misma porosidad que Celta y Granada, el lunes nos caen tres y hoy nos caen cuatro. De igual forma, todo el mundo sabe que el disparo de Roger hoy en la segunda parte lo hace un señor de Granada llamado Pedro Montoro y aquello termina colándose por la escuadra; si hoy Soro hubiera defendido el escudo del degà el balón no impacta en el hombro, si no que en la mano; y, por supuesto, si Iago Aspas hubiera caído en el supuestísimo «««fuera de juego posicional»»» del lunes, el señor colegiado ni si quiera va a mirarlo a la pantalla.

En condiciones normales, en la jornada 8, que Melero controle bien o controle mal una pelota dentro del área no puede hacer que cenes extremadamente eufórico o que te vayas a la cama (en ayunas) hundido en la más profunda mierda de cabra pequeña (choto). Suponiendo que el resultado de un partido de fútbol tuviera el mismo valor que un banderín de córner, el partido de Sevilla es para irse contento, el del Madrid entre bien y mal: bastante bien, el del lunes es una victoria en la mayoría de los casos y el de hoy es denunciable que ni si quiera el cabezazo de Rochina de la primera parte haya besado las mallas. Y que se tenga en cuenta, que no he mencionado la excelente victoria de Pamplona. Pero, como gracias a Dios, en el fútbol gana quien más goles meta y no quien obtenga una mayor valoración por jueces expertos, el granota de a pie mira la clasificación en el teletexto, se ve escrito en rojo y se pone a pensar: "¿Será este, otra vez, el año?".

Echarle un ojo a la tabla y verse en el puesto que, lamentablemente, dan acceso a la Segunda División del fútbol español duele; pero más dolería, echarle un ojo a la tabla, verse en descenso y no poder atravesar la línea que divide los dos campos. No solo no estamos tan mal, sino que podríamos estar mucho peor fácilmente. Es imposible encontrar en el últimos 180 minutos de juego un solo minuto, de juego continuado, en el que el Levante no haya atacado por la simple razón de que llevamos desde la noche del 26 de octubre sin parar de atacar siempre que la pelota estaba en movimiento.

El pobre Aitor hoy ha usado más los guantes en los primeros diez segundos de calentamiento que en los noventa posteriores minutos de partido. 18 minutos en un partido de fútbol puede considerarse un tiempo escaso, pero hasta en ese breve lapso de tiempo los hombres de Paco dominaron al Granada como si fuese su hijo. No obstante, siempre hay lugar a que un despeje, fruto de un buena presión, se convierta en una asistencia de 50 metros al espacio; exceptuando el saque inicial del segundo tiempo, el gol fue el único momento de partido en el que el rival concatenó más de cinco pases.

Los hechos se fueron precipitando sobre el césped de Los Carmenes cual tragedia griega (un poquito de humor para una noche tan aciaga). Gonalons le clavó los tacos a Rochina en toda la tibia y el narizotas se fue del campo expulsado sin decir una sola palabra, no así el entrenador del Granada (¿hay alguien que no sean los padres del entrenador del Granada que conozca el nombre del entrenador del Granada? este sucedáneo de portal web ha sabido que sus jugadores se limitan a llamarlo «míster»). Después de la expulsión, el Llevant siguió dominando. Tanto fue así, que cuando Vezo metió el único gol granota de la noche, previa mala parada de Rui Silva, ya era una verguenza que siguiéramos perdiendo.

Bardhi, pegado-pegadito a los dos delanteros del equipo volvió a ser ese mismo jugador que igual aparecía por banda izquierda una jugada y a la siguiente por la derecha; al tio que nunca se ha meado fuera le faltó acierto. Otro que también necesitó de un poquito de acierto fue Rochina, entre él y el omnipresente Bardhi bombardearon la portería nazarí durante todo el partido. Puestos a pedir acierto, también se la podríamos dar a toda la línea de centrocampistas (Vezo y Postigo hoy incluidos) que nos supieron atinar pases interiores; uno sí salió y casi lo metemos. De Frutos y Son entraron para renovar la banda derecha, al señor Son se le ven hechuras de buen futbolista pero De Frutos empieza a ser una losa demasiado pesada en el ataque del Llevant.

Este lunes me fui a la cama pensando que si jugábamos así, el del Celta iba a ser el último partido que no ganáramos; hoy me desdigo: si jugamos así, el de hoy y el del lunes van a ser los últimos partidos que no ganemos. Si jugamos así, el domingo que viene estrenamos campo con victoria, para navidad estaremos delante del Valencia y en mayo terminaremos en la primera mitad de la tabla. Salvo, claro está, que en nuevo estadio se convierta en el gafe de todos los nuevos estadios, el Alavés de Machín nos gane, la peña se caliente y tiremos a Paco.