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domingo, 19 de junio de 2022

Fernando, por el amor de Dios, Fernando

Sí, es sábado por la noche y reina el silencio en la estancia. No sucede lo mismo allende la casa donde la música barata se eleva estruenda en honor, se supone, a la noche de San Juan. El, en cualquier caso, relajante zumbido de Nicky Nicky Jam atraviesa las paredes y se filtra por las ventanas cerradas que pretenden evitar la visita de intrusos voladores y con más patas que el promedio de las especies. La ropa se pega al cuerpo con firme propósito, fuera una voz profunda pregunta ¿dónde están las gatas?, dentro una voz interior pregunta si lo que está respirando es aire o solamente agua en suspensión. De pronto, con caracter inmediato, la inmaculada imagen veraniega se baña con un recuerdo tanto o más refrescante que el zumito de manzana que ahora ingiero y que entonces se convirtió en incentivo para la joven cajera de la mayor cooperativa valenciana que trabaja cerca de aquí. Fernando Alonso se abre paso entre la nube de agua en suspensión que Carlos Sainz había levantado un instante antes, al cruzar la meta Fernando consigue el segundo mejor tiempo de la noche para alegría contenida del dueño de este sucedaneo portal web que todavía navegaba sumido en una honda decepción por ver como, de nuevo, Carlos perdía una pole que, por un momento, era suya.

En 1976, cuatro bravos españolitos, a bordo de una embarcación y con remos en las manos, fueron más rápidos que todos, salvo los que quedaron primeros, en cruzar la pista de remo que se encuentra justo al lado del circuito Gilles Villenueve. (Espérate un segundo que le voy a decir a la mosca esta que soy de Burjassot). Un éxito, el de aquellos cuatro hombres, que se recuerda cincuenta años después, a pesar de no haber conseguido la medalla de oro. Al acabar la clasificación y con la imagen aérea de la instalación cubriendo la pantalla, resulta imposible no trazar, con pocos metros, la comparativa entre aquella hazaña y el saludo de, seguramente, los dos mejores pilotos que ha dado este país, con Verstappen al frente. Un doblete a la española; con Carlos y Fernando a los mandos solo se puede aspirar a que terminen segundo y tercero. La maldición que les persigue no admite mayores alegrías.

No es más sencillo evitar establecer una comparativa entre la vuelta más rápida de Carlos y una tarde de fútbol callejero con los chavales. En esta casa estamos imaginativos, sí. La típica, ¿no? que tú estás ahí con los colegas, jugando a fútbol y no eliges un sitio mejor que una calle con coches aparcados a cada lado. Entonces, tu colega, por que tú nunca haces nada mal, le pega a la pelota como lo haría Diacabí borracho y el esférico va a parar debajo del típico Seat León que no ha tenido a bien aparcar en otro sitio que ese, ¿no? En este punto, empieza la vuelta de El Matador, con la pelota debajo del coche o, mejor dicho, con Morritos Max dejando a cualquier otro terrestre a segundo y pico de distancia. Y tú te crees que, realmente, Carletes va a poder sacar la pelota de debajo del Seat León cuando Lobato te susurra, a voces, que ha marcado el mejor tiempo en el primer sector. Ya toca Carlos la pelota con el pie cuando solo cede la décima que había ganado en el segundo sector. Y tú, que sabes perfectamente que el último sector es una curva, te ves elevando tus plegarias a la Geperudeta para que la haga tal y como la haría Ayrton Senna subido al Mercedes que secuestró el campeonato de la última década de Fórmula 1. Cuando Carletes frena un poco más tarde de lo que la lógica le invita a pensar, se acaba de decidir a soltarle una patada a la pelota para sacarla de ahí ahora o nunca; pero cuando vuelve a seguir su corazón para acelerar una décima de segundo antes de lo que su cabeza le dice, empuja el balón en lugar de tirar de él y ya es inalcanzable.

El promedio de los amantes de los cochecitos con pegatinas, al menos, en esta piel de toro que forma España tiene una tendencia, a mi entender, ilógica a menospreciar los resultados de los entrenamientos libres. Si El Nano lleva dos viernes seguidos quedando cuarto es, entre otras razones, porque puede. Que sí, que la carga de combustible no se puede saber, que tampoco se puede saber la potencia que se le aplicó al motor y todo ese rollo. Pero no hace falta ir tan atrás para ver al mismo piloto que, aún ni con masclets explotando cada dos segundos para propulsar su pobre monoplaza podía llegar a ser cuarto. Si Alonso, el viernes consigue el cuarto mejor tiempo, será más probable que repita posición el sábado a que si el viernes no puede ni pasar a Ocon. Y, si cuando se pone a llover el sábado por la tarde, El Nano está toda la sesión siendo el primero, más probable será que también ocupe la zona alta de la tabla que si no encuentra su pie derecho quedando decimoquinto como el único heptacampeón del mundo con pírsins e ingerto capilar. De igual forma, no podía ser yo el único que veía la que se nos podía venir encima cuando Leclerc dice que no sé qué y que va a salir el último. Tampoco podía ser yo el único que se diera cuenta cuando Checo encontró en las barreras de la tercera curva del circuito sitio para aparcar. Y ya te dices a ti mismo: "Va a pasar", cuando Russell pone neumáticos de seco y los rivales de El Nano pasan a ser: el taxista más rápido del lado derecho del box de Haas, el hijo de Schumacher, un chico de ojos rasgados que ha pagado para estar ahí, Ocon, esta versión raruna de Ricciardo y cierto heptacampeón. Emergiendo entre la nube de agua en suspensión que dejó Carlos en su intento de sacar la pelota de debajo del Seat León, Fernando Alonso apareció para inflar el orgullo patrio y henchir de alegría nuestro español corazón como aquella vez lo hicieron cuatro bravos hombres a orillas de la isla de Notre Dame.

Mañana, el dueño de este sucedáneo de portal web acudirá a la comida familiar con la elástica de Alpine, pero nos la cambiaríamos por la de Ferrari y nos la volveríamos a cambiar por la de Alpine si los acontecimientos se mostrasen así de caprichosos. Papá o mamá se torna una elección sencilla cuando, por contra, se te ofrece o la primera victora de Carlos o la trigésimo tercera de Fernando tras nueve años conduciendo cajas de zapatos. Aunque claro, con Carlos y Fernando a los mandos y la maldición que les persigue, tampoco se descarta que terminen en la primera curva uno chocado contra el otro. También puede pasar que Fernando se lleve a Morritos Max por delante en un arrebato de española furia, Carlos se ponga líder y que, entonces, se choque, se le joda el coche o salga un Safety Car justo en el momento propicio para que Hamilton gane la carrera. Tampoco se descarta la avería de Alpine. O una mala salida de ambos. O una buena salida de Carlos, pero que lo tapone una mala salida de Alonso. O que Hamilton se lleve por delante a los dos. O la peor de todas: que El Matador quede segundo y que El Nano quede cuarto. Estoy seguro que entre tú y yo ya hemos pensado todas las cosas malas que pueden pasar. Por tanto, solo queda que pasen las buenas.