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martes, 7 de febrero de 2023

Creo que De Frutos es el mejor jugador de la historia del fútbol

No sé si vamos a ascender. De verdad, no lo sé. Si lo supiera, si realmente pensara que fuéramos a ascender, lo diría. Igualmente, si supiera que nos íbamos a quedar en segunda, también lo diría. Pero como no lo sé; no lo sé. El sábado al acabar el partido la mayoritaria representación valenciana desplazada a Carthago Nova cantaba a grito pelao que sí, que lo tenían claro y decir joder hacía que quedase todavía más claro, que vamos a ascender. Pepelu, acompañado de Rúben Vezo y, el goleador, Róber Ibáñez saltaban abrazados y mirando a la grada. Ellos también parecían estar convencidos, incluso, juraría que también cantaron que iban a ascender. El partido terminó con el Levante empotrado en el área temiendo perder en el último tramo del tiempo añadido una ventaja de dos goles. Y allí mismo, al otro lado de la línea de fondo, solo unos segundos después, se gestó la celebración en la que Pepelu, Rúben y Róber no estaban solos sino más bien acompañados por todo el equipo. El fotógrafo que seguía a la expedición granota reunió a la plantilla delante de la misma portería que minutos atrás habíamos defendido con la respiración contenida. Viéndolo todo desde exactamente la otra punta del estadio, yo estaba contento, claro que sí, no somos gilipollas; pero también puedo asegurar que no estaba tan convencido del ascenso a final de temporada como lo parecía la masa principal de la grada y el conjunto de los jugadores, que es lo que importa.

Tras un largo recorrido desde principios de Agosto hasta aquí, el Levante por fin se ha alojado en la zona que da la promoción directa a la máxima competición del fútbol nacional. Y lo ha hecho un mes y medio antes que la penúltima vez que subimos, última temporada en la que solo ascendían los tres primeros clasificados directamente, cuando Juanlu anunció el «cagazo» que se iban a llevar nuestro más inmediatos rivales en la clasificación al día siguiente al vernos ahí arriba. Incomprensiblemente, tal vez, en aquella ocasión estaba mucho más convencido de nuestro ascenso de lo que lo estoy ahora. El caso es que, ahora mismo, al Levante solo lo supera Las Palmas y eso, en la categoría de plata, equivale a la gloria más absoluta. Y, por mucho que sea momentáneo, que quede camino por andar y que sea fácil decir que aún no hemos hecho nada, el Levante, grada y equipo, lo celebraron como la oportunidad lo merece.

Y el escenario era inmejorable. Hasta el domingo, para lo que la memoria me permite recordar, el Levante solo había jugado una vez en aquel estadio pero siendo esa vez del todo insuperable. Conduciendo de camino al Cartagena, resulta imposible no pensar en aquel partido, a todo o nada para ascender a Primera División, que el Levante decantó a su favor con un marcador completamente desproporcionado de tres a cinco. Por cierto, unas semanas después de que Juanlu anunciase que a equipos, como al Cartagena, les iba a entrar el «cagazo» cuando nos vieran ahí arriba. No tienen, sin embargo, tan buen recuerdo de aquella tarde quienes nos hospedaron el domingo. Un agradable caballero se lamentaba de la oportunidad perdida mientras Cárdenas y Femenías peloteaban antes del partido y la facción más aguda de la grada local puso en relieve la actuación arbitral de hace diez años cuando se juzgaron erroneamente una serie de faltas a nuestro favor durante el transcurso del encuentro de hoy. Tal fue la magnitud de aquel partido que en Orriols, para referirse a él, solo hace falta decir «el tres a cinco», con esas pocas palabras uno ya sabe a lo que se refiere. De igual manera, en el fragor del momento, al buen granota le apetece establecer el paralelismo entre aquella victoria gloriosa y el hito dentro de esta temporada que supone pasar una semana, por fin, en Primera División.

Sigo pensando que la contundente victoria en Mendizorroza, con una pizca de suerte, supuso un punto de inflexión en la forma en la que el Levante ha venido jugando. Desde entonces, contamos con un bon cabàs de ocasiones de gol a nuestro favor. Los partidos de un tiro a puerta y rezar por que entre parecen cosa del pasado. Tras esa victoria por dos goles en Álava, el Levante parece haber encontrado el ritmo correcto en la circulación del balón que permite a De Frutos pisar el área con mayor regularidad. Ya no se ven esas posesiones de balonmano que acababan con un mal centro de Son a la desesperada y sí a las defensas rivales meciéndose hasta que conceden una ocasión. Por otra parte, la del domingo fue la segunda visita consecutiva consintiendo al rival más de la cuenta. Calleja plantó cuatro tallos delante de Dani Cárdenas que, sin embargo, no encajaron tres goles tras balones aéreos al área porque de todos es sabido que la Geperudeta está del lado de los Desamparados. Jairo, un pobre chaval que en Primera División con el Cádiz sufría como un animal jugando de lateral, resulta ser «Messi», como proclamaban en la grada, encarando desde el extremo de ataque. Los entrenadores y esas manías tan suyas de poner a sus jugadores fuera de posición. Jairo perdió la categoría después de que su periodo de cesión en Cádiz no prosperase, ponerlo de lateral hace dos días fue el mayor favor que le pudieron hacer al Levante: nos regaló el segundo gol. Joni Montiel, atornillado a la cal y desaparecido en el partido, se cruzó la banda, combinó con De Frutos en el borde del área y nos regaló el primero.

No es descartable que el cuarto disparo al larguero en cuatro partidos consecutivos de Pablo Martínez sea lo que más llame la atención de todo. El del domingo era un golazo que, de nuevo, se le negó. El cabrón, que parecía incapaz estas últimas temporadas, provocó un penalti en Mestalla en el último minuto con uno a cero y podría haber metido, fácilmente, cinco golazos este año sin despeinarse ese tupé vacilón que lleva. No obstante, esa frustrante racha de balones enviados a la madera no eclipsa el partidazo que jugó De Frutos. Hubo un tiempo que dije de él que «empieza a ser una losa demasiado pesada en el ataque del Llevant» (No somos tan malos). No me escondo, era lo que pensaba. Pero siete días después, abrió en canal a la defensa del Alavés con un slalom que me hizo cambiar, por completo, la opinión que tenía de este buen hombre. Hace un mes, en el día de Reyes, me pareció que hizo el mejor partido de la temporada, pero es que el domingo se superó. Y, si no fuera por la tormenta faraónica que el Elche tuvo que soportar en Febrero del año pasado, no habría visto un mejor partido del chaval con la camiseta del decano del fútbol valenciano. Ya no queda ni rastro de aquel extremo alejado del equipo, intranscendente, suplente que nos dejó Nafti. Calleja ha hecho brillar la mejor versión de De Frutos que solo Nafti consiguió apagar. El domingo todos los balones iban a él y el chaval le echaba un par de huevos y, además, ganaba. Como asumiendo la responsabilidad de que el equipo recuperaba balones solo para dárselos a él, se empleó a fondo y no hizo ningún mal gesto. Se enfrentó a situaciones imposibles con atrevimiento y descaro, a pesar de que sabía que iba a perder la posesión. Y solo cometió un error, en la última jugada de la primera parte, que casi nos costó un gol tras el saque de la falta que provocó equivocadamente. El chaval es rápido, fuerte, habilidoso, generoso... El Levante le negó dos salidas, una a la liga francesa y otra a Primera División tras el descenso, que seguramente hayan limitado su carrera deportiva y, a esa situación, su respuesta ha sido cargarse el equipo a la espalda para conseguir el ascenso. No se tira al suelo, no protesta, no pierde tiempo, no lleva tatús, ni degradado, no tiene la típica película de poligonero con la que viene cualquier futbolista profesional. No es tan intensito como el suplente del submarino amarillo y no lleva el brazalete. Su mujer no está operada, no es supermodelo, desentonaría en la Isla de las Tentaciones, es una chica normal. Él es un chaval normal que seguramente cuando vuelva después de entrenar arregle la casa, haga la cena y acueste a su hijo. Ay, Casade... En una época dificil para tener ídolos en el mundo del fútbol, De Frutos es quien me hace mantener la esperanza.