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sábado, 9 de septiembre de 2023

Su siguiente matao

El Levante me tiene entre contento y enfadado. Hace veinte días, en el estadio de Cartagonova, el Levante jugó una primera mitad de Primera División: pases al primer toque, desmarques, cambios de juego; y eso me pone contento. Unos minutos después, tras el paso por los vestuarios y, en consecuencia, tras un motivador discurso de Javier Calleja, con una vena atravesándole la yugular, el Levante solo supo dar cinco pases seguidos; y eso me pone enfadado. Mi postura es sencilla, no hay mayor complicación. Álex Valle jugando como Pelé me pone contento, Álex Valle jugando como Son me pone enfadado. El Levante que, después de encajar un gol, se vuelve loco por devolverlo -Oviedo- me pone contento. El Levante que, después de tomar una ventaja de goles, se pone a controlar el partido -Burgos- me pone enfadado. Se me capta. En los cinco partidos que han tenido lugar hasta anoche, el Levante ha demostrado ser un equipo de Primera División y, poco después, ser exactamente lo contrario, varias veces. Mi pronóstico, entonces, vuelve a ser muy simple: si hacemos lo primero, ascenderemos, nada de conseguir «el objetivo», ascenderemos; si hacemos lo segundo, claro, no cabrá otra opción que recordar la puta mano de Róber Pier -ahora te cuento.

Ayer visitó Orriols el principal candidato para ascender a principios de junio, sino lo consigue un poco antes. El Real Club Deportivo Espanyol de Barcelona, con un equipo hasta arriba de estrellas, propuso un partido de la máxima categoría. Avanzada la primera mitad, me dio la sensación de directamente estar viendo un partido de Primera División. Y el Levante, atención, dio la talla, justo antes de derrumbarse. Durante no poco tiempo del partido, el Levante se pudo considerar adversario del Espanyol. Entre cuarenta o cincuenta minutos, les barres blaugranes fueron verdaderamente una oposición al juego perico. El gol anotado por Bouldini, con el pecho a dos palmos de la línea de gol, es demostrable científicamente, con prueba de ADN mediante, que es hijo del fútbol que desplegamos. Y, honestamente lo creo, pudimos haber sumado un segundo gol en ese tramo, otorgándonos el liderato, por mucho que seguramente acabaramos siendo remontados por el vendaval de Puado, Milla y Melamed en punta de ataque. No insinúo que el Levante fuera superior al Espanyol, de hecho, el Espanyol lo hizo mucho mejor que el Levante, pero sí plantó cara durante la mayor parte del encuentro, algo que resultó insuficiente. Entre ganar con facilidad y ser claramente inferior hay mil partidos distintos, y el de anoche es uno de esos mil. Simplemente, el Espanyol ganó porque son mejores.

¿Que cuántos partidos ganamos el año pasado simplemente porque éramos mejores? Eso es lo otro que me tiene enfadado con el Levante. Me sé de memoria la inquebrantable retahíla de palabras de «hay que mirar hacia adelante» y todo ese sermón estándar de Mr. Wonderful que le sigue, pero lo de la temporada pasada no se puede olvidar con seis semanas sin fútbol, el fichaje de Sergio Lozano y media hora de fútbol espectaculo en Cartagena. La mano de Róber Pier me importa exactamente lo mismo que el grito apesadumbrado de cualquier visitante de Mestalla contra su presidente: nada. Me da lo mismo la mano de Róber Pier. El año pasado nos merecíamos que una jugada de mierda nos dejase en Segunda. No hubo más de dos partidos que hiciéramos por ascender. Anoche, en Orriols, sobre el centro del campo pendía una puerta al pasado. El Levante se enfrentó a lo que fue meses atrás y Puado y sus asistentes nos explicaron cómo tuvimos que haber jugado. ¿A que nadie vio a ningún brasileño descoordinado de delantero?, ¿A qué nadie vio arrugarse a los periquitos después de ser empatados justamente? De haber jugado como el Espanyol la temporada pasada, habríamos subido a Primera contra el Mirandés, por mucho que Nafti hubiera durado hasta octubre, por mucho que Pablo estuviera lesionado. De haber atacado como contra el Oviedo durante solo diez míseros minutos en cualquiera de los 25 partidos que no ganamos por capullos, Wesley seguiría vistiendo la camiseta del Levante, Pepelu llevaría el brazalete y Felipe nos hubiera devuelto a Segunda, tras destituir a Calleja, por firmar a su siguiente matao.