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sábado, 29 de abril de 2023

Convocando a las estrellas

Me sé el nombre de Pepelu desde antes que Joaquín Caparrós coordinara un entrenamiento con los jóvenes valores de la cantera entre los que se encontraba David Beckham. ¿Empezará este sucedánero de portal web también a saber el nombre de la rigurosidad? No sé quien de los dos aprendió fútbol esa tarde; a Caparrós le vi tomar nota pero a Pepelu le he visto llegar a Primera División. Posiblemente, me sé el nombre de Pepelu desde que el Levante lo fichó procedente del Denia cuando solo era un chaval. Desde entonces, todo el levantinismo ha posado la mirada en él con la no discreta esperanza de que llegará al primer equipo y nos hiciera jugar mejor que la tétrica manera de entender el fútbol de, su mentor, Caparrós. Esta tarde, en el centro del campo del Levante no han jugado tres tiarrones torpes, con músculos en los párpados y que por cada pase tibio de cinco metros, metian cinco patadas a la tibia del rival. Esta tarde en el centro del campo del Levante ha jugado Vicente Iborra, en lo que se está revelando como el broche a su carrera, dos tipos habilidosos y escurridizos que no solo despiertan el aplauso, sino también el oh de la grada y un señor jugador de fútbol que después de robar un balón haciéndose valer de su fuerza, suelta un pase de cincuenta metros a la bota de un compañero. Nuestra antigua esperanza de un fútbol mejor se ha vuelto realidad con Pepelu en el primer equipo.

Alessio, uno de sus verdaderos entrenadores cuando todavía era un joven valor de la cantera, le responsabilizó del centro del campo cuando ambos coincidieron en el primer equipo. La temporada pasada hizo un partido contra el Barcelona que me hizo temer que Xavi tuviera una conversación con él al acabar, fuera de los focos al abrigo del túnel que da acceso a los vestuarios. Posiblemente nadie recuerde el fallo en Getafe antes de encajar, pero sí todos recuerdan su ímpetu y su ferviente deseo por mantener a nuestro club en Primera División. Contra el Sevilla en casa y con 1-2 en el marcador, se señaló penalti a favor de les barres blaugranes; Morales ya había anotado desde los once metros en la primera parte, Roger estaba en la grada, Melero en el banquillo, Bardhi llevaba dos minutos jugando y nuestro delantero era Dani Gómez; Con 23 años, veinte partidos con el primer equipo y cero goles, Pepelu se aplastaba el pelo contra la cabeza viendo como Morales se preparaba para lanzar un penalti que, en realidad, no le correspondía tirar. Morales falló, el Levante perdió y a final de temporada se consumó el descenso. Un descenso que tenía muchos motivos pero, entre ellos, la derrota frente al Sevilla.

Desde entonces y también desde aquel entrenamiento en el que Caparrós salía de puta madre en la foto, el primer gol de Pepelu ha pasado a ser una prioridad para el levantinismo y, en especial, para la pequeña porción de grada que el propetario de este sucedáneo de portal web representa. Se lamentaron ácidamente el libre directo en el Bernabéu, el mano a mano, ya esta temporada, frente al Éibar y el paradón de Chipipurri, portero del Burgos, al zambombazo de Pepelu. Encontré muy injusto que tampoco diera con el gol hace dos viernes contra el Mirandés y, sobre todo, que su soberbio disparo ante el Zaragoza reventase en el larguero y no entrase dentro de la portería. Su persistencia merecia una recompensa. Al final de la temporada pasada, con varias ofertas de equipos de Primera División encima de la mesa, decidió unirse al levante con un acuerdo para toda su carrera deportiva. Esa misma tarde me lo crucé haciendo cola para una hamburguesa y tras preguntarle si seguía, me dijo con la mayor sonrisa del planeta: «Sí, acaba de salir, ¡me quedo!». Un año antes, Paco López le aconseja salir cedido y él, temiendo desvincularse del Levante, se queda en el primer equipo a sabiendas de que no iba a partir de titular. Dos años antes, el Levante le obliga a reconsiderar las condiciones de su contrato porque va a pasarse otro año en el filial. Encadenaba una temporada tras otra juntando una cesión con un paso por Segunda B, pero su respuesta siempre fue Levante. Un fin de semana, el Club Deportivo Denia se desplaza a la Ciudad Deportiva de Buñol a jugar sus distintos partidos coincidiendo con un compromiso del equipo filial; los jugadores de la escuela alicantina van acudiendo a la grada conforme van terminando de jugar y, al acabar Pepelu, se acerca a la zona donde están, charla tranquilamente con ellos, se hace una foto y, antes de irse a las duchas, le da las gracias al empleado de seguridad por permitir que los chavales pudieran acceder al terreno de juego. Su garra, su buen fútbol, su naturalidad, su ejemplo, su inquebrantable insistencia por el Levante merecían que el derechazo de esta tarde, exactamente seis años después del último ascenso, reventase en el larguero y, por fin, entrara en la portería.




El de la foto bien podría ser yo lanzando todo el confeti que tenía previsto para el resto de la temporada y varios partidos de la siguiente.


sábado, 22 de abril de 2023

Castigo

El levantinismo está inquieto. Tiene sus motivos. En un mes y unos pocos días nuestro destino quedará sellado para, por lo pronto, la siguiente temporada. Por dejar de mencionar, que el quedarse en Segunda o subir a primera al final de este campeonato seguramente vaya a determinar qué va a ser de nosotros para varias de las siguientes temporadas. Hace dos noches un buen granota con sentido de transcendencia pintó en la fachada del estadio: «Vamos a subir». Las verdaderas redes sociales. El avezado lector de este sucedáneo de portal web conocerá sobradamente que mi opinión desentona con la del anónimo granota con dotes artísticas, pero quisiera subrayar que es el más evidente ejemplo de que el chaval está inquieto, el que vigilaba que no viniera nadie está inquieto, el que leyó el mensaje al día siguiente está inquieto y todos pertenecemos a un levantinismo que sin ayuda de nadie vive inquieto.

El fútbol es entretenimiento y el Levante no es una excepción. Un entretenimiento contado a base de historias que se enlazan unas con otras. No hay granota que no esté como loco por presenciar esa tarde crucial que nos permitió volver a Primera. De la misma manera, nadie se quiere perder el desastre de abalanzarse sobre nosotros. Acabe el cuento en tragedia o epopeya no deja ser igualmente absorbente. La historia del ascenso, o la del no ascenso, se escribe a través de relatos como el último penalti. A través del miedo que sintió la grada cuando Wesley agarró el balón, a pesar de que había quien pensaba que en el último momento iba a entregárselo a Campaña. Un inquieto, por supuesto, caballero desde una de las bocas de acceso a Grada Central proclamaba con los brazos en alto: «Que lo va tirar Wesley, que lo va a tirar Wesley». Sus poderosos intentos por cambiar el lanzador de la pena máxima cayeron en saco roto cuando Wesley plantó el balón sobre la cal, tomó una carrera de unos pocos pasos y mandó el balón a la grada tras ser desviado por el larguero. ¿Quien, al acabar el partido, no quiso escribir en las paredes del estadio: «El penalti lo tenía que haber tirado Campaña»? A nadie pareció importarle haber encajado el segundo gol castellano tras conseguir el empate por otros medios.

De ahora al próximo partido del Levante solo nos separa una pausa para comer y el tiempo justo para echarse una siesta breve. El levantinismo desea fervientemente estar presente en esa tarde crucial que nos permita volver a Primera, o que nos prive de. Hasta donde me puedo imaginar quienes representarán a les barres blaugranes de aquí a pocas horas ya están en Gran Canaria preparados para ser los protagonistas de esa tarde crucial. Pero este es un mensaje para la tranquilidad. En Orriols tenemos lo que nos hemos ganado. Doña Segunda División esta siendo severa con nosotros pero justa. Nuestro merecimientos para con el ascenso van estrechamente acorde a nuestra posición. Contestar con un gol pocos segundos después de encajar contra el Lugo es hacer méritos para subir a primera, tirar del carro en Huesca perdiendo por tres goles y con mínimas posibilidades de ganar, lo mismo. Empatar a cero contra el Albacete con uno más no es sinónimo de ascender, hacer el capullo en Málaga, tampoco. Perder una ventaja contra el Zaragoza en casa, y que Róber Pier la lie siete dias después en Éibar, y que Wesley le quite la pelota a Campaña antes de lanzar un penalti no es compatible con ascender. Cuando ya hayamos jugado las cuarenta y dos jornadas reglamentarias, nuestra posición tendrá mucho que ver con nuestros méritos cosechados. ¿Se puede ascender sin merecerlo? sí. ¿Se puede no ascender a pesar de merecerlo? ya te digo yo a tí que sí. Pero no se puede merecer quedarse en Segunda, jugar el año que viene contra el Valencia como castigo y luego lamentarse de no haber ascendido.



lunes, 10 de abril de 2023

La madre que te parió, Róber Pier

Sea bienvenido a la entrega número 100 de este sucedáneo de portal web.

Doña Segunda División se parece más a esta temporada que a la mentirita que nos contaron Muñiz, los 20 goles de Roger y el patético peinado rubio platino de Morales-Chupón la última vez que perdimos la categoría. Aquel meteórico ascenso, cabezadita mediante después de Navidad, no se corresponde con los férreos designios de la Doña. Aunque me cueste ver qué tiene que ver en el gol del Éibar, Doña Segunda División estaba sosteniendo una espada desenvainada atada a un único pelo de crin de caballo sobre la impia cabeza de Róber Pier cuando éste no supo qué hacer enfrente del área pequeña. Es ella, y no otra, la que nos tiende una trampa cada domingo y somos nosotros, y no otros, los que picamos como novatos. Por otra parte, la Doña también merece una disculpa: es entretenida como pocas cosas. Recuerdo, en nuestra última temporada en Segunda, un partido contra el Mirandés en el que me daba absolutamente igual el resultado y cuando acabó, incluso, sentí pena por aquellos pobres chicos castellanos que habían perdido injustamente. Los partidos en Segunda, oye, absolutamente insufribles; pero que tire la primera piedra aquel granota que no esté como loco esperando a que sea el viernes para ver si ganamos de una puñetera vez. El Levante es entretenimiento, el entretenimiento es diversión y divertidos estamos; que no todo es ascender.

Segunda División sería más sencilla para nosotros si ayer Róber Pier, en lugar de dejarle la pelota delante de la portería a Stoickhov, hubiera despejado o le hubiera regateado como creo que tenía en mente. Se mirase por donde se mirase el de ayer parecía un partido de empate a cero, incluso antes de que la pelota echase a rodar. Para nuestra suerte, encontramos un gol en propia puerta que fue resultado de un centro digno, ¿tanto cuesta?, de Marc Pubill que nos dejó la victoria a mano hasta que Róber Pier la lió y la victoria se fue por donde vino. De todos modos, no quiero culparlo más de lo que él ya lo esté haciendo. El chaval eligió muy mala tarde para equivocarse, estoy de acuerdo, ¿pero como se entiende no haber tirado a puerta en todo el partido? En el centro del campo del Levante estaban Iborra, Pepelu Campaña, Montiel y Jorge De Frutos. Ojalá jugar 38 partidos el año que viene con estos cinco. Y, sin embargo, no contamos ni un mal tiro a la grada desde dentro del área. ¿Cómo de mal organizado está este equipo para tener una plantilla abarrotada de jugones pero que nuestro ataque siga siendo igual de ramplón que siempre? No sirve de nada haber retenido a jugadores que merecen participar en Primera División para luego usarlos como si fueran de segunda. No sirve de nada tener a Pepelu y Campaña dando pases de cinco metros. Igual que no sirve de nada no darle la pelota ni a Montiel ni a De Frutos. En el día más importante en lo que va de temporada, no brilló nadie y quien destacó, lo hizo para mal: al fallo de Róber Pier se le unió Son, que concede una oportunidad de gol por partido, e Iborra que lleva un periodo demasiado dilatado sin estar bien. Cuando ayer ganábamos el partido, estábamos segundos y solo nos separaba un punto del liderato quizás veíamos un panorama no del todo fiel a la realidad.

Con respecto a lo que va a determinar la categoría en la que jugaremos la temporada que viene, solo hemos ganado un partido de los últimos seis y ese fue gracias a un zurdazo de falta directa y a un penalti parado. No sería de extrañar que el Levante acabara la temporada con más empates que derrotas, de igual manera, salvo un improbable giro en los acontecimientos, cuando se eche el telón tendremos más empates a cero (9) que victorias por más de un gol (5). En todo el campeonato, no hemos tenido un maldito tres a cero que nos aplace el sufrimiento por ganar para el siguiente domingo. El pichichi del equipo, Mohammed Bouldini, lleva siete goles, cinco de ellos a puerta vacía; su sustituto, a pesar de que desembarcó como titular, no ha metido ni una sola vez en toda la temporada, cero goles, un tiro al palo y otro anulado; y el tercer delantero lleva dos goles, uno de penalti y seis amarillas en un tiempo equivalente a ocho partidos. La enfermería sigue llena y, de los sanos, hay varios que están rozando la lesión muscular, en cambio, Son, Wesly y Musonda están en perfecto estado físico. Volviendo de Cartagena, con una victoria en el maletero, tenía dudas sobre qué nos iba a deparar el futuro (mis dudas), pero ya no las tengo: creo que no vamos a ascender.



miércoles, 5 de abril de 2023

Tenemos que hablar

Cuando digo que este es el último Gran Premio de Fórmula 1 que veo no me lo creo ni yo mismo. Espero que el experimentado lector de este sucedaneo de portal web tampoco se lo crea. Pero, honestamente pienso que tengo motivos para hacerlo; y aquí sí que creo en lo que digo. Y creo en lo que digo porque se ha convertido en habitual que las decisiones que toma Dirección de Carrera me saquen de quicio. En adelante, quedaría de los más profesional nombrar todas las tropelias que han conseguido lo que jamás pensé que podría pasarme: enfadarme por una puta carrera de Fórmula 1. Pero no lo voy a hacer porque te juro que no cabrían todas sin sobredimensionar esta entrada que quiere ser picadita y concisa. A cambio, sí citaré el desastre en Monza el año pasado, la vuelta anulada de Lando Norris en Imola en 2021, el accidente múltiple en Mugello en pandemia y el lamentable Gran Premio de Italia de 2019 donde todo empezó a torcerse. Cuatro Grandes Premios sin salir del mismo territorio y en años consecutivos.

El solo hecho de pensar que no voy a volver a ver una carrera de Fórmula 1 no es una buena señal para la setenteañera, me aventuro a pensar. Pero siempre vuelvo, entre otras cosas, porque todo lo que rodea, está debajo y está sobre las decisiones de Dirección de Carrera coincide exactamente con mis gustos. Los Drivers' Parade, me gustan. Las entrevistas a pie de pista, las apruebo. Digo sí a la ceremonia del podio, a los himnos, a George Bizet y, por favor, digo sí a dejar caer la botella de champán a los mecánicos. Pulgar arriba a los planos desde el helicóptero, a las microcámaras incrustadas en el asfalto y a las que van abordo de las suspensiones; y no a las imágenes sin sentido de las gradas. Fanático de Räikkönen comiéndose un polo, de Leclerc yendo a mear y de Alonso empujando el carrito de las ruedas. Del corralito de prensa, de las cámaras lentas, de Sainz hablando con su ingeniero antes de la carrera, de Ricciardo escuchando música y de Pierre Gasly y sus pelotas de tenis. ¡Que me gusta la Fórmula 1, joder!

Pero, claro, sin tiempo para darse cuenta a Leclerc o a Stroll se les avería el monoplaza, cualquiera de los dos lo dejan perfectamente apartado, preparado para ser evacuado con la mayor prontitud y los mismos tios de siempre vuelven a hacer manualidades artemaniacas. Uno siente que le estan privando del espectaculo delante de sus narices o, peor todavía, que éste está siendo artificialmente generado. De entre los que conozco, la Fórmula 1 es de los poco deportes cuya acción se produce de forma ininterrumpida. No hay pausas entre ejercicios, la pelota no se escapa del terreno de juego y, por Dios, no hay futbolistas fingiendo dolores. Todo es seguido salvo, claro está, que un coche no pueda continuar y entonces paren la carrera. Hay un momento en que me pierdo, no sé quienes son los responsables de todo este desastre, pero espero que tú ya lo sepas: los que hacen bien las cosas, no; los otros, los que la pifian siempre. Pues bien, me niego a creer lo que luego dice esa gente en sus comunicados de prensa que todo es en pos de la seguridad.

El pasado Gran Premio de Australia con Albon rezando a la Geperudeta, con una rueda menos y en medio de la pista, esta gente espero pacientemente a que pasaran todos los coches a toda leche por la zona del accidente y, entonces, cuando ya no había peligro alguno aminoró la marcha de la carrera desplegando el coche de seguridad. Tócate los cojones. De igual manera, que hizo cargo a cada equipo de que avisara por radio a cada piloto de los peligros inminentes, a saber, varios coches parados durante la vuelta de reconocimiento o una puñetera rueda entera en mitad del circuito. ¿Qué clase de seguridad aporta esta gente?, ¿Qué anticipan que no pueda ver el piloto con sus propios ojos, los equipos con sus monitores o cualquier espectador desde su casa? Fernando Alonso le debe su primera victoria en el Gran Premio de España en 2006 a un hábil grupo de comisarios que retiró de la pista con rapidez el monoplaza de Juan Pablo Montoya evitando, no solo la aparición de Safety Car, sino también males mayores. 17 años después, un comisario, seguramente igual de hábil, no puede estirar el brazo y tocar el coche averiado porque está esperando la autorización de esta gente, ¿pero quién sois vosotros para autorizar a nadie?

¿Qué merecimientos habéis reunido para mandar sobre nadie? Cuando empecé a ver Fórmula 1, a penas podía distinguir quien iba primero de quien iba segundo, pero me quedé maravillado con que se supiera qué piloto acaba de atravesar la línea de meta en ese mismo momento; y pasaban uno detrás del otro. No fue menor mi sorpresa cuando me percaté de que cada coche podía rodar con varios tipos de neumáticos unos más adherentes pero menos duraderos y otros al revés. Y ya directamente aluciné cuando vi que había un reloj que dividía un segundo en mil partes iguales y nunca fallaba. Y ninguno de estos inventos forma parte, si quiera, del pasado reciente de la Fórmula 1, ya llevan mucho tiempo con nosotros. Hace dos años un asalariado de Mercedes ideó un sistema que permitía variar la inclinación de las ruedas moviendo el volante de atrás a adelante y viceversa. McLaren añadió un conducto sobre la letra f de su patrocinador vodafone que, al ser tapado manualmente por el piloto, se reducía la resistencia al aire de todo el monoplaza. Ferrari esquivó la norma del caudalímetro con una idea genial y antes Red Bull hizo algo un poco similar con los difusores soplados.

¿Qué ha hecho esta gente a cambio? Hacerme pasar una vergüenza terrible el año pasado en Suzuka y proponer un modelo de coche que, además de seguir sin permitir la lucha cuerpo a cuerpo, cuando llega a 250 kilómetros por hora bota. Espectacular. ¿Cómo es posible que unos y otros contribuyan al mismo deporte? Esta gente no está a la altura de quien puso un aparatito en el coche que almacena la energia al frenar para luego proporcionarla al vehículo en la aceleración y lo llamó KERS, no; esta gente más bien solo se pueden comparar con el plástico que protege la visera del casco que cuando un piloto se lo quiere quitar tiene dos opciones o lanzarlo al circuito o metérselo debajo del culo.