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domingo, 26 de noviembre de 2023

Perdón por la melancolia

Este siempre ha sido el día más triste del año. El fin de la temporada de la Fórmula 1 siempre me ha producido una sensación de melancolia idéntica año tras año. Primero por el cese de la actividad de los cochecitos hasta pasados tres meses; y, desde 2012 hacia aquí, por el recuerdo de aquella oscura tarde que ni tan si quiera un tricampeonato puede curar. Hoy, sin embargo, siento más pena por volver a imaginarme que ninguno de los veinticuatro coches choca contra Vettel que por estar noventa días sin ver una carrera de Fórmula 1. Será la edad, será que finalmente he alcanzado la madurez, será el desengaño de estas últimas temporadas. Cuando acaba una temporada del Levante -que también tiene lo suyo- obtienes o bien el premio jugar en Primera División o bien el castigo de jugar en Segunda División; no hay un punto final como tal. Pero cuándo acaba una temporada de Fórmula 1, ¿qué queda a parte del vacío, de Massa celebrando un campeonato antes de hora o de Alonso mirando a un punto fijo? Pero ahora la cosa es una poco diferente: Brasil 2012 clavada en el centro del corazón, pero tres meses de Fórmula 1 hasta se agradecen.

A mi modo de entender este deporte, la temporada realmente terminó en el circuito de Interlagos y con el podio descomunal de Fernando Alonso. Mi primo asturiano cumplío 42 años en verano, pero ¿quién se atreve a decir que está acabado cuando hace tres semanas hizo una de las mejores carreras de su trayectoria? Del Gran Premio de Las Vegas solo vi las primeras veinte vueltas porque, en el fondo, quiero seguir viendo carreras de Fórmula 1 durante muchos años más y de este último Gran Premio en Abu Dhabi solo he visto la carrera porque simplemente me apetecía verla -aqui, ante todo, quiero ser razonable y sincero. De hecho, ya entonces, viendo a Alonso levantar el trofeo de tercer clasificado en Sao Paulo, tuve todo mi proceso melancólico que te cuento, con recuerdo de 2012 incluidos, y prácticamente no he levantado cabeza desde aquel momento. Mising ef uan.

La temporada 2023 ha sido rara, pero solo rara desde mi exclusivo punto de vista. El avezado lector de este sucedáneo de portal web conoce perfectamente que mi relación con la setenteañera ha pendido de un hilo, en varias ocasiones. Si tu vida gira totalmente entorno a la Fórmula 1, ventitrés carreras puede ser un número atractivo. Pero como se te ocurra ser seguidor del Levante o, simplemente, como se te ocurra trabajar los viernes por la tarde, ventitrés Grandes Premios -que no veintitrés carreras- es un número demasiado grande como para seguir el campeonato. Lo poco gusta y lo mucho cansa; y, lamentablemente, la Fórmula 1 esta temporada me ha cansado. El reirle las gracias una vez al año a Baréin o a China, como hace unos años, puede tener un pase. Que la gira europea se tenga apretujar para que Oriente Medio nos use en medio de su absurda disputa intraterritorial, ya no me mola tanto. Siendo Mercedes el segundo mejor equipo de la parrilla que Alemania no tenga Gran Premio, pero siendo el postizo de Sargeant el único representante yanqui, estos que tengan tres: uno en Miami y otro en Las Vegas, no lo encuentro natural. Tres en Estados Unidos, cuatro en Oriente Medio; dieciseis me parece un número perfecto de Grandes Premios.

Sin embargo, sin tener mi cruzada con la Fórmula 1 en cuenta, la temporada ha sido mucho mejor de lo que se recordará o, al menos, de la imagen que se tiene ahora de ella. RedBull y Verstappen han dominado como jamás hubieran podido hacer Mercedes y Hamilton que, en comparativa, parece una dupla frágil y con tendencia al error. Eso, el dominio incontestable, no ayuda a la valoración positiva de una temporada; pero lo que sí ayuda ha sido la soberbia pelea por ser el segundo coche del campeonato. Fin de semana tras fin de semana no se podía conocer que equipo iba a acompañar a RedBull en el podio el domingo por la tarde. Por no mencionar, las improbables tendencias opuestas de Aston Martin y McLaren. Mercedes ha merecido ser segundo por rendimiento, pero Ferrari no ha merecido ser tercero por sus pilotos. Alpine se ha movido en tierra de nadie y hubiera conseguido un mayor rédito de no centrar sus esfuerzos en la ratilla de todas las ratas francesas; Gasly me ha llegado a caer hasta bien. Y cuando se decida dar puntos a todo aquel quien cruce la línea de meta podremos disfrutar como se merece de la interesantísima pelea en la cola del grupo con Williams, Alpha Tauri, Alfa Romeo y Haas.

Vamos a hablar de carrera, que me apetece. A Charles Leclerc le ha faltado un chupito de abuelo cargado de instinto asesino para ponerse a liderar la carrera en la primera vuelta. Verstappen se había jugado quinientos euros con su jefe -el estupendo que tiene un ojo de vidrio- a que hacía la pole. Afortunadamente para el equipo de las bebidas energéticas Helmut mejor ojo -guiño, guiño- para dirigir un equipo de Fórmula 1 que para hacer apuestas: obviamente, no solo pole sino que victoria aplastante de Max. Total que no pasa nada y empieza a parar la gente. En ese momento, Alonso anticipa su cambio de neumáticos y no adelanta a Piastri por tres décimas de segundo y esa vaina desencadena, con la parada lenta de Norris, que Alonso no pueda acceder al podio por delante de Piastri, Norris y Russell; que le hubieran pasado a Alonso luego, pero vete tú a saber si por tres décimas de segundo en la vuelta 20 Alonso no hace la de Interlagos y se casca un podio. Después, no sé si lo de Carlos ha sido una estrategia del equipo para provocar que su multimencionado primer piloto, efectivamente, acabara por delante en la clasificación general, pero si no ha sido una estrategia, les ha salido genial -lo que me hace pensar que Ferrari no lo había planificado. Y la segunda parte de la carrera ha estado divertida con los cambios en la clasificación por equipos y por pilotos, con Tsunoda yendo a una parada y con nanosecso amenizando a través de Twitch. Espero que en la próxima temporada me reencuentre con la setenteañera.