La casualidad es gaseosa y poco compacta. Presenta severas dificultades para confeccionar un entramado coherente que dé explicaciones lógicas a todo, o a casi todo. Nunca es la solución, tiende al error, mayormente, y, en situaciones esporádicas, al éxito rotundo, pero nunca suele ser la solución. Por ello no resulta fiable posar sobre las manos de la irregular casualidad un caso aislado, si quiera, y no conviene, en consecuencia, atribuirle un fondo fantástico, maravilloso y casual al rendimiento protagonizado por Vicente Iborra de la Fuente en el Sevilla a lo largo de esta temporada. No puede ser casualidad, no si es tan repetido.
El mediocentro (uso la más variopinta extensión de la palabra) del Sevilla Fútbol Club alberga adscrito a su ADN la preciada posibilidad de poder variar el rumbo de un partido. Vicente Iborra encierra un dañino veneno en sus botas capaz de desarticular cualquier tipo de sistema defensivo y que permite dotar a su fútbol y al de su equipo de un lenguaje encriptado e ininterpretable. Además de poseer una técnica aceptable y un gran criterio a la hora de distribuir el juego (100% en pases completados en el Betis-Sevilla) su talla roza los ciento noventa centímetros lo que le proporciona un inmensa fuerza innata y privilegios en las acciones a balón parado, en los saques de puertas y, en definitiva, en todas las situaciones donde impere el juego aéreo, así mismo, el mediocentro saca músculo tanto en balones divididos como en un juego más de contacto. Por último, el carácter de el de Moncada le garantiza al Sevilla la absoluta y continua entrega de su jugador número ocho. Un jugador completo.
Y quizá esté ahí el quid de la cuestión y que la fórmula del éxito de Iborra y por ende del Sevilla resida en la consistencia del valenciano. Por eso, entre otras cosas, el equipo se nervión adquiere esa característica propiedad camaleónica durante el transcurso del partido, porque cuando Iborra conecta con el terreno de juego el Sevilla puede jugar de mil y una forma distintas. Cierto es que Jorge Sampaoli alinea de Vicente en el momento preciso, en una posición determinada y con unas directrices concretas, pero el técnico ya puede hacer todo perfecto que si luego Iborra no rinde el resultado es nulo o incluso nocivo. Por otra parte, Sampaoli dispone con Iborra de una envidiable variedad que él mismo administra con el ánimo de voltear el partido. Por tanto, no acotemos el mérito, únicamente, a uno de los bandos. Sampaoli coloca una pieza que Iborra hace funcionar.
Y es que este tándem diabólico ya ha castigado a varios equipos durante la temporada. En Balaidos, feudo del Celta de Vigo, el partido parecía atragantarsele al Sevilla; Sampaoli introdujo a 'El Soldado Universal' en el verde y este respondió con un hat-trick y convirtiéndose en el primer suplente en la historia de La Liga en marca tres goles fuera de casa saliendo desde el banquillo (Luego llegó Kevin Gameiro contra el Real Sporting en El Molinón pero ese es otro tema). Posteriormente, en el estadio de Las Palmas de Gran Canaria, Iborra salió para peinar balones y Joaquin Correa para correr todo lo que Vicente cazara por alto; el gol con el que los rojiblancos consiguieron los tres puntos fue idéntico a sus misiones. Si mal no recuerdo, la primera parte del Betis-Sevilla disputado en el Benito Villamarín se asemejaba más bien a una película de terror para los del Sánchez Pizjuán; en el descanso, salió Iborra y el partido adquirió un cariz diametralmente opuesto, el factor determinante medio-metió el primero y marcó el segundo. Lo volvió a hacer. Si tienes un problema llama a Vicente Iborra y ponlo a jugar.