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domingo, 21 de noviembre de 2021

El nano es una bala

No era de agoreros tener ciertas reservas con el retorno de Fernando Alonso a la máxima competición del automovilismo. Era de un optimismo desmesurado pensar que podría acabar la temporada subiendo al cajón, no nos engañemos. Y la cosa se puso más gris que soleada cuando, después de la desgracia de la bolsa de sandwich en Bahrein, el amigo gabacho de Ocon le empezó a planchar la oreja a medio camino entre Bolonia y San Marino. En el Algarve se dejó ver con una buena remontada a última hora, pero en Montmeló terminó fuera del Top 15 sin que nada extraño pasara y el de Mónaco (no se clasificó ni para la Q2) ya era el cuarto domingo consecutivo con el amigo Esteban tirando del carro franchute. A punto de abrir el verano, la segunda etapa del Nano en Renault pintaba como una secuela retorcida de su segunda etapa en McLaren; por la piel de toro nos cubriamos la cara... Pero de repente, con todo a favor, a Verstappen se le revienta el neumático en mitad de la recta más larga del campeonato, la cosa se empieza a liar y antes de que te des cuenta se están apagando los semáforos a orillas del Caspio con solo dos vueltas por delante. Desde aquel momento la película ha cambiado.

La temporadita que tenemos el inestimable honor de estar viviendo ha tenido sus cositas extrañas: Masi regalándole la victoria a Hamilton en Bahrein, Hamilton haciendo el memo en Imola, Leclerc no pudiendo salir desde la pole en el patio de su casa, clasificación al sprint, llamadas por radio para felicitar el piloto del día, Masi siendo más capullo todavía de lo que podíamos imaginar, Hamilton llevándose por delante a Verstappen en Silverstone, Bottas llevándose a media parrilla por delante en el Hungaroring, Ocon ganando una carrera en el mismo sitio, Max y Lewis haciendo el idiota en Monza, la victoria de Ricciardo en el mismo sitio, la vergüenza aquella en Spa Francorchamps, Mazepin, Toto Wolff señalando a la cámara... pero de lo que no nos habiamos dado cuenta es de que los únicos tres pilotos de la parte media de la parrilla que no habían subido al podio en lo que va de año eran: Tsunoda, Stroll y Fernando Alonso. Un poquito desequilibrada la lista, ¿no?

Por mucho que en la parte de arriba se estén dando de hostias entre Mercedes y RedBull para ver quien hace más el ridículo, el orgullo de la setentañera sigue siendo su amplia clase media. La última semana de Septiembre, el Nano rozó el podio, quince días después salía quinto pero al pasar otra vez por meta lo hizo último y antes de que acabara el mes solo Williams y Haas tenían coches peores que el Alpine. Ni en el Hermanos Rodríguez, ni en Interlagos estábamos, precisamente, para tirar cohetes. El miércoles se cumplirá un mes del adelantamiento de Kimi Räikkönen a Fernando Alonso, pero ayer la situación era, como poco, muy distinta. Algo se movía en la inmensidad del desierto catarí en la jornada de clasificación y no me refiero al dinero moro pasando de la túnica de un jeque al traje del pintamonas de Infantino, hablo del asturiano más rápido del universo poniéndose segundo al término de la segunda tanda clasificatoria. Que sí, que bien, que lo hizo con blando, que tal que cual, que si Max no sé qué, que si Bottas no sé menos, pero oye, que en la tierra de Speedy González, ni aún queriendo, pudo quedar entre los quince primeros. Después de ese parón tan típico en las clasificaciones a tres tandas, el bicampeón salió del box y puso a su caja de zapatos en la quinta posición, como en los viejos tiempos.

La cosa se puso mejor, para Alonso, que no para la Fórmula 1, cuando el prodigio intelectual de Masi tuvo a bien sancionar a Verstappen y Bottas, a hora y media de que se apagaran los semáforos, por la cuestión más sencilla de juzgar del mundo. No me apetece encender el ventilador ahora mismo. El caso es que el Nano, de repente, salía tercero. Y delante suya estaba el único heptacampeón de la Fórmula 1 con injerto capilar. Con la carrera rompiendo exactamente el cascarón, quien te lo iba a decir, el Alpine, a rebufo del Mercedes, se vio estorbado. Menos mal que quien tuvo retuvo y dos curvas más tarde, el Magic Alonso le hizo una pasada Gasly por fuera que todavía está pensando de donde le cayó el hachazo. Más de uno se puso tontorrón con aquella segunda plaza, aún cuando se convirtió en tercera mediante el sobrado adelantamiento de Max Verstappen. Pero la euforia contenida no terminó de hincharse cuando Pérez empezó a moverse dentro del grupo y Bottas descubrió el adelantamiento; ahora, cabrón, ahora, vaya añitos nos has dado... Conforme avanzaba el stint el Nano iba cada vez más rápido e iba tan rápido que se estaba destacando como tercer clasificado, pero con la llegada de las paradas al de Oviedo le fueron cerrando el paso: Bottas con neumáticos viejos y que iba a una parada y Pérez con neumáticos nuevos y que también iba a una parada. En esa hendidura tan ancha como el ancho de la Visa Oro de Infantino se coló el ojito derecho de Antonio Lobato, pero para detener a la CocaCola con dos caramelos Mentos hace falta algo más que un tapón mal enroscado: Pérez adelantó a Alonso. No obstante, esta película que empezó como una amarga secuela, luego subió, luego bajó y luego volvió a subir todavía nos tenía preparado un penúltimo giro de guión: a Bottas que seguía a la suya sin parar se le pinchó el neumático cuando todavía rodaba virtualmente por detrás de Alonso. El quinto puesto potencial, había cambiado a cuarto real. Aguarde, mi estimado lector un segundo más: que yo ya me estaba sobando con la miel en los labios nuevamente, cuando de repente, me despierto sobresaltado al ver correr a los hombres de RedBull: "¿El qué?, ¿Qué van a parar a Pérez?". Las mentes pensantes de los subordinados de Helmut Marko, le abrieron las puertas del cielo a Fernando Alonso, a Asturias y a España entera. La diferencia con Pérez era demasiado grande para el compatriota de los Picapiedra, por mucho que Pedro sacara los pies y se pusiera a empujar el coche. Alonso tenía el podio en el bolsillo.

La distancia entre el cuarto puesto que consiguió en el complejo turístico de Sochi y el tercer puesto de hoy en la noche del desierto es mucho más amplia de lo que las matemáticas dictan. El botín de quince puntos incorporados al zurrón de Alpine son casi anecdóticos por mucho que el quinto puesto del campeonato esté en juego. No tengo nada claro que El Plan pueda funcionar, me cuesta mucho ver a Wolff y Horner preocupados el año que viene por los pobres señores de Alpine; pero lo de esta tarde colma mis más optimistas expectativas. Atrás, muy atrás quedaba aquel último podio en Budapest en donde la victoria se escapó en la antepenúltima vuelta. Siete años es una espera demasiado larga... En esta casa nos ha pillado jóvenes muchos de los 97, pero hemos visto todas las carreras hasta que ha llegado el 98.

domingo, 7 de noviembre de 2021

La historia de mi vida

La charca que algunos dicen, en realidad, no es un charca, sino un valle, un valle de lágrimas. La vida en la parte buena de la ciudad de Valencia es un agonía perpetua y la felicidad, que solo es momentánea, no es más que el preludio de una agonía aún más aguda. Después de colarnos en las semifinales de la Copa del Rey con un gol de Roger en el último suspiro, el Athletic Club tuvo a bien eliminarnos en la prórroga; después de ganarle a los chotos, recital mediante, no hemos vuelto a ver una victoria en ocho meses; después de hacer la inversión de nuestra puta vida, a lo peor bajamos a Segunda otra vez. En Orriols las alegrías se pagan con un ojo de la cara, pero las desgracias nos las hemos de quitar de encima.

La fría noche en Mendizorroza estaba siendo, sin embargo, ilusionante. Cuando Javi Pereira le dio la charla a los hombres de les barres blaugranes en el reservado de algún lujoso hotel de Alava, estaba pensando exactamente en el partido que estábamos jugando. No miremos hacia otro lado, el planteamiento fue barraquero. Ayer había premio para quien más faltas hiciese o, peor, para el que más faltas fingiera. Y castigo para el que diera el tercer pase seguido raso. Ya no nos conviene tener la pelota y, ayer al Alavés, le convenía mucho que nosotros la tuviéramos. Nada que objetar.

Cuando ayer Vezo rifó el balón y Malsa ganó la segunda jugada, Javi sonrió de felicidad; y el dueño de este sucedáneo de portal web también. Y cuando era Bardhi quien ganaba el despeje del pesao de Laguardia, Javi también aplaudía por mucho que la jugada no terminase en gol como sí ocurrió tras el excelente pase de Malsa. A De Frutos se le ve cara de buen chico y trabajador, de estar preocupado por los examenes y de no faltar un solo día a clase; pero anoche la pillería inclinó la balanza. Pacheco no pudo esconder la cara de tonto cuando el futuro padre le pasó el balón por encima con un sutil toque de cabeza. Una jugada de PlayStation que pudo valernos la primera victoria del temporada.

Quien te ha visto y quien te ve, Levante. Con una ventaja de un gol y 75 minutos por delante, el sucesor de PacoLo pareció anunciar que el partido se había terminado. Nos las prometíamos muy felices. No íbamos por delante en el marcador desde que Sergi Guardiola no negase la victoria en la última jugada del partido hace dos meses. El Alavés era completamente inoperante atacando y cada poco la pelota dejaba de rodar por falta, puerta o saque de banda. Teníamos el partido en la mano. Pero la cosa se empezó a torcer: a más de uno le vino un flashback de Vietnam cuando a Bardhi le faltó el aire tras un excelente pase de Dani Gómez o cuando Pacheco le hizo la parada del partido también a Dani Gómez (que ayer hizo más que Soldado). En nuestra área los del Glorioso, empezaron a buscar el penalti desesperados. Joselu, primero y Guidetti, después cataron la hierba de Mendizorroza aduciendo dolores que no tenían. Y ya hay que tener huevos para tirarse a una piscina un 6 de noviembre en Alava. El tercer piscinazo también lo fue, pero De Frutos metió la pata. El Duarte ese tiene suerte de seguir caminando después de recibir una falta como esa. No te lo pierdas: al palo y gol.

Pero espérate que aún hay más. Después de que se nos escapará otra victoria más de una manera lamentable, el partido no había acabado. Con el tiempo cumplido y con los dedos cruzados para que por una puta vez fuéramos nosotros los que ganáramos el partido a última hora, Laguardia colgó el balón a la olla. Tras una jugada muy bien llevada, el Joselu ese le metió un cabezazo al balón desde más allá del punto de penalti que fue directamente a la escuadra. Un golazo de no ser porque no ganamos un solo partido desde abril. Y Amparito celebrando el gol porque creía que los de azul y blanco eran los nuestros... Cuando empezó la temporada os juro que pensaba que podíamos meternos en Europa.



viernes, 29 de octubre de 2021

La historia de un plot twist

En Orriols los días de suerte son un fenónemo más extraño que los años bisiestos, más extraño que el tráfico fluido a primera hora de la mañana, más extraño, incluso, que las expulsiones del Cholo Simeone (por muy merecidas que, a veces, puedan ser). El fenómeno de los días de suerte es tan extraño en Orriols que, aún cuando ocurren, a uno se le queda la duda de si realmente ha ocurrido o si, por el contrario, es la misma historia de siempre con un par de golpes de teatro. En Orriols los días de suerte son tan extraños que a penas llegan a ser un espejismo, una ilusión embaucadora, un holograma emitido por la spyder cam. Después de medio año sin dejar la portería a cero, lo conseguimos por una sola vez, pero justo, ese día, no metemos. Después de encontrarnos con dos goles en el Pizjuán y sumarle un cañonazo de Morales desde la frontal, justo, ese día, nos caen cinco (y bien merecidos). Y después de que se nos señalase dos penalties, rigurosos y, sobre todo, a nuestro favor, no ganamos el partido. Los más antiguos del lugar no recuerdan dos penas máximas anotadas por el Llevant en un mismo partido desde tiempos pretéritos al Vallejo y, aún así, anoche solo marchamos con más que con las manos vacías.

El cambio de aires levantado por ventiladores de techo no ha purgado a les barres blaugranes de los espíritus malignos que tienen el firme propósito de torcernos la temporada. Los últimos tres partidos que hemos tenido la oportunidad de ver han sido peores técnicamente que el compendio de partidos de los últimos tres años, pero lo que gracias a Casadesús no ha bajado ni solo un poquito es querer jugar a fútbol. El grupo de jóvenes multimillonarios depilados y tatuados a los que tenemos el gusto de llamarles nuestro equipo siguen echando un par de huevos después de que el Sevilla vuelva a ponerse otra vez a tres goles de distancia o después de que un mal despeje de Duarte permita al quinto delantero del Atlético de Madrid sentenciarnos a un cuarto de hora del final.

Cuando Antuán tuvo a mal meternos gol bastante antes del bufandeo, la cosa se puso como la versión femenina del capitán Parejo: fea. Y más fea se puso la cosa, cuando quienes llaman capitán a Parejo creyeron oportuno aprovechar el momento del bufandeo para silbar como si esto fuera Mestalla. El estridente balido de choto cesó y, entonces, la grada recordó que desde hace más de cien años tiene reservado un hueco en su corazón; un nuevo partido había empezado. Nuestro ataque es mucho menos sofisticado de lo que fue: se terminaron los pases imposibles entre un bosque de piernas, los desmarques desorganizados de cualquiera que no fuera central o las combinaciones arriesgadas al primer toque. Ahora lo que nos va es mucho más simplón: colgar el balón al área en cuanto se pueda y poner la pelota a la espalda del central y del lateral si la cosa se complica en campo propio. Y lo que nos conviene es no tener la pelota. Así vino la mejor oportunidad de la primera mitad, desperdiciada por Morales, por supuesto. Y de corner vinieron, casi seguidos, el disparo blando, pero claro de Duarte, el despeje in extremis al remate de Róber Pier y el penalti sobre Vezo que Suárez, que hizo más por nosotros que por ellos, cometió. Con uno a uno y llegado el descanso yo ya me hubiera quedado como estaba. Joven iluso...

La llegada de la mano derecha JIM en el año que nos colamos en Europa, ha cerrado el abanico por un lado, pero lo ha abierto por el otro. Para empezar, el empate sin goles vuelve a ser más probable que el empate a tres y para continuar vuelve a ser posible que los minutos transcurran sin que nada ocurra. Y nada ocurrió, pero el suplente del suplente nos hizo gol. Yendo un gol abajo y a contrarreloj seguimos apretando los dientes. De Frutos rozó el gol, pero poco después el balón golpeando en la mano de Róber Pier sonó por toda Grada Central. A mi juicio no fue penalti, pero sabiendo como funciona el fútbol y que ahora el gremio arbitral con el que este pais ha sido agraciado tiene mil ojos, era más que posible que el partido terminara antes de hora. Por lógica aplastante, el partido se paró. Falta a favor del Levante en el centro del campo. Merecida amonestación a José María Giménez. Pero eso era lo de menos. Al señor colegiado le rogaron encarecidamente que acudiera a la banda. El estadio enmudeció, habíamos firmado nuestra sentencia a muerte y Juan Contento agarró el balón para subir el uno a tres al marcador desde los once metros. De pronto, un murmullo corrió a través de la grada. En la pantalla gigante de nuestro pedazo de marcador se visionó la misma acción que veía el árbitro desde el pequeño monitor instalado en la banda. La imagen ralentizada mostró como el balón efectivamente impactó en la mano del defensor del Atlético de Madrid. El intento de remate de Jorge de Frutos acabó impactando en la mano que sí debía. Hasta quienes no consideraron que había de señalarse nada, protestaron al unísono cuando la jugada se repetía una y otra vez. Que bueno es tener una pantalla así de grande. Infantino rectificó su decisión y corrió hacia el punto de penalti. Bardhi le quitó la pelota de las manos a Juan Contento y después la puso con el pie dentro de la portería. El penalti no era por ningún sitio, pero en el fútbol y en estado de necesidad la ética es un lujo que en Orriols ni queremos, ni podemos permitirnoslo. Faltaban dos minutos para que nos fuéramos a casa.

Si el partido se llega a jugar en el campo en el que tú ya sabes, el remate de Róber Pier en el corner posterior al tanto del empate no roza el larguero y va padentro, sin embargo en el fresco ambiente brotado al amparo del croar de les granotes la noche terminó con un empate, pero con el equipo entero haciendo una piña en el centro del campo y con la grada aplaudiendo a quienes, aún sin la presencia de El Pelao, siguen siendo tan indomables como siempre.



domingo, 3 de octubre de 2021

No tengo ninguna prisa

Mi corazón es granota. La contínua palpitación que me aferra a este mundo de los vivos está acompasada al ritmo de Pastoret entonando que, en realidad, nuestros colores no son nuestros, sino Suyos. Mi sangre, en lugar de roja, es grana, pero no tengo los ojos azules... a cambio, el ratón de mi ordenador es azul, pero demasiado azul para ser del Levante; podrían confundirme con alguien del Celta si vieran mi ratón del ordenador. En mi funda del móvil no tengo el escudo del decano o a Roger exhibiendo tatus o a Morales ajustándose el brazalete, directamente no tengo funda del móvil; no voy a comprar el pan con el chándal de cuando ganamos la liga hace veinte años... ups; y no, no tengo una cuenta de twitter con la imagen de ningún jugador y en mi biografía no pone #PacoOUT. Aún así soy del Levante, ¿sí?. Hace un tiempo, cuando Rúben Vezo se unió a la causa granota ocho horas antes de posar con sus antiguos compañeros en la foto de la celebración de una eliminatoria de cuartos de final de Copa del Rey contra el Getafe, dejé en negro sobre blanco que: "Mi corazón, henchido de amor hasta el más microscópico de los capilares, late al ritmo del himno interpretado por Pastoret". Y como se puede comprobar, así sigue siendo. No ganamos un partido desde abril, dejando a un lado la vibrante segunda parte contra el Madrid, llevamos tres goles en siete partidos, en los últimos tres no hemos metido ni uno y los puntos se nos escurren entre los dedos como los pelotazos rivales entre nuestra defensa de papel. Pero aún así, queridos chotos, por mucho que crean que no es posible, se puede seguir sintiendo que mis colores, en realidad, no son mios.

Paco López también es un tío que no siente pertenencia por sus propios colores y que se sabe el himno, por cierto. Mi preocupación ayer por la mañana y mi pesar ayer por la tarde no tenían su motivo en contemplar la posibilidad de perder un partido más o en palpar la realidad de haber perdido otro partido más; sino, más bien por entender que el hecho de que un granota deje de dirigir al Levante es más probable de lo que quiero creer. Paco López es la desobendiencia por tener que jugar como un pequeño, por muy grande que sea ser pequeño; es mirarle a los ojos a los mejores y no encerrarse atrás muertos de miedo; es jugar contra los peores a base de dominar el partido. Paco López es entender que Campaña es demasiado bueno para que vaya a pelear balones por arriba; que Morales es demasiado bueno como para ser lateral. Es convencer a Roger de que no se vaya a no sé donde, pero que si se queda tiene que dejar de hacer el cabra; es matar al pollo cuando había ganas de montar el pollo con Vezo; es integrar a Jason cuando el muy capullo dijo que se iba gratis al Valencia a chupar banquillo antes de quedarse aquí. Es la nobleza por encima de la pillería, el fútbol por encima de las triquiñuelas, el proceso por encima del resultado, es el entretenimiento por encima del sufrimiento. Paco López es el orgullo de ser granota y el orgullo de ser valenciano.

La situación ejemplifica como una enorme cadena de otras situaciones más pequeñas puede dejar que el futuro de PacoLo penda de un hilo tan sumamente fino. Cuando la temporada pasada acabó, con la victoria por la mínima antes de Fallas contra los chotos, el equipo (y yo) nos pegamos unas vacaciones que no te lo crees. No pensé que una victoria en diez partidos, de lo más intranscendentes, pudiera pesar tanto. La temporada empezó, cabe no olvidar, con un recital en la primera parte de los indomables de Paco en la tacita de plata, tampoco pensé que podría ser uno de los últimos; y toda esta historia habría cambiado por completo si Morales convierte el mano a mano o si el partido termina en el 96 en lugar de en el 97. Siete días después, el tiro de Cantero a puerta vacía nos habría hecho conseguir, entonces, los puntos que tenemos ahora. En Anoeta, ni nosotros ni aquellos hicimos nada y el punto que perdimos no hubiera cambiado mucho la película y Oyarzabal falló un mano a mano. Contra el Rayo, pese a jugar horrible rozamos una victoria inmerecida, pero necesaria, si el partido hubiera terminado, otra vez, medio minuto antes o si el fuera de juego milimétrico de nuestro segundo gol, hubiera sido un milímetro más atrás. En Elche fue una desgracia el gol en contra y no ganar. Y todos sabemos que si Dani Gómez hubiera enchufado cualquiera de las que tuvo en Alicante, el tierno Celta que visitó Orriols carga con tres goles en cada pierna; prefiero dejar a un lado el penalti fallado por Roger y su disparo a las nubes en una situación más favorable a la de un penalti. El partido del Barça fue el único signo de descenso que juro haber visto este año. Y ayer... el penalti de Miramón en la primera parte podría habernos salido cara, el fuera de juego de su gol podría también habernos salido cara y me hubiera jugado el pase a que si Morales no tira el penalti del empate como un alevín, ganamos el partido. Pero claro, el partido en Cádiz terminó en el 97 y a Morales ayer le pesaron las botas desde los once metros.

El equipo no está muerto. Y no lo está si te fijas en De Frutos pegándose una carrera al sprint de 60 metros con el muslo vendado el día del Celta, en Roger desmarcándose y en Morales pidiéndola a diez del final con dos a cero en el Camp Nou o, por ejemplo, en Pepelu diciéndole a Melero: "Joder que sigo" mientras tenía los gemelos como piedras ayer después de que Morales mandara al limbo la remontada. En dos semanas, cuando recibamos al Getafe en nuestro banquillo podrá sentarse Paco, Muñiz, Alessio o el Bordalás ese, pero sea como sea PacoLo verá el partido, celebrará los goles del Levante y marchará del estadio murmurando que, en realidad, sus colores no son los suyos, sino los del Levante.

lunes, 23 de agosto de 2021

El retorno y sin tonterias (versión extendida)

En los próximos minutos en los que te invito a acompañarme voy a tratar de evitar por todos los medios citar tópicos que tan de moda están en este inicio de la temporada. Es una alegría recibir gente en los estadios, pero con que se hubiera dicho una vez, a lo sumo dos, es mucho más que suficiente.

Empiezo: no tiene que avergonzarnos negar que ayer nos encontramos a nosotros mismos, como mínimo, algo desubicados. Justo antes de abrir la puerta de casa uno cae en la cuenta que no recuerda donde están esas zapatillas con las que siempre iba a ver el fútbol. Y, cuando por fin las encuentra, no sabe con qué pantalón solía conjuntar la mítica elástica de Víctor Casadesús. Por descontado que apenas podía tener una vaga idea del tiempo que invertiría en llegar desde la puerta de mi casa hasta la puerta número veintidós del Estadi Ciutat de València, el templo del sentimiento del fútbol mundial, ¡hostia ya! Vaticinamos en consenso seguir los cánones y salir una hora antes del pitido inicial (nos sobró tiempo por todos sitios). Por otra parte, de la típica secuencia pre-partido ducha-dientes-sobacos estaba claro qué una iba a caer desafortunadamente en el olvido: los dientes no fueron y la tarde fue calurosa por estos lares. Total, que un año y pico sin pisar un campo de fútbol, domingo, agosto, diez de la noche y hora de cenar: salí de casa con dos bocadillos de tortilla de patata que iban de la muñeca al codo. Para nuestra desilusión al llegar a los aledaños del estadio vimos como la seguridad de la instalación zarandeaba la cabeza de izquierda a derecha al ver una bolsa que contenía víveres. La decisión fue salomónica: "Nos los comemos antes". Tremenda flauta que contenía media tortilla de tres huevos y, por poco, medio kilo de patatas. Y el bocata sin cerrar. Al primer bocado un trozo de tortilla de patata besó el suelo cual madridista intentando rascar un penalti en los últimos minutos. Ya me lo dijo mi abuela: "Los bocatas solo se abren por una parte".

En la panxa plena y con el inconfundible sabor a tortilla de patata en la boca dispusimosnos a aguardar una cola que, aunque larga, supo consumirse ágilmente. Probablemente lo mejor de la noche me esperaba al subir las escaleras: el reformado estadio parece no ser propiedad del humilde y pobre equipo que dejó Villarroel y que el gominas de Quico y Luis García reflotaron a la primera división. Subes las escaleras recordando viejos tiempos pero no tan lejanos, tampoco nos volvamos gilipollas, y tan pronto como pones el culo en tu incómodo asiento de plástico la megafonía no te deja oír nada más. Es el momento de las alineaciones y hoy se jalea hasta al señor Chupón. Morales pásala.

Rueda la pelota y que queréis que os diga: no hay nada como ir al estadio a ver a tu equipo. Viéndolo desde casa se estará acaso más cómodo, puedes enchufar la tele a menos cinco y seguramente no pierdas detalle. Pero todas esas pamplinas para cuando lamentablemente no nos toque jugar en casa. El ánimo de la grada, su protesta por una falta no pitada que claramente no era falta. Los jugadores vistos bien de cerca, la clase de Campaña, la fuerza de Valverde (que no es nuestro). La velocidad a la que se juega un partido de Primera División. Sentir que puedes aportar a tu equipo aún cuando solo emites un esforzado pero tímido silbido para despistar al defensa rival o que puedes darle confianza a Campaña aplaudiendo su control orientado o simplemente dejándote llevar por el resto de la grada y acompañar con un unísono: "¡Oooh!"; Campaña, maestro. La sorpresa que te genera ver a Benzemá echarse una sprint a tope sin sentido y el miedo a recibir un gol cuando, tras su carrerita sin sentido, Benzemalo termina pisando área y el Madrid se pone por delante.

Y cómo juega el Levante... los frenéticos noventa minutos de ayer noche no hubieran sido ni la décima parte de lo divertidos que fueron sin el Pelao dirigiendo a los nuestros desde el área técnica. Ni un solo fingimiento, ni un pase horizontal de más, ni un mal control, ni un mal envío. Mirases a donde mirases, tanto a Gol Orriols como a Gol Alboraya, había peligro inminente de sacar de centro. El único que no estuvo a la altura de la exigencia fue el señor Chupón que, irónicamente, no chupó ni una, pero marró todo cuanto tocó; al quinto pase de cinco metros defectuosamente ejecutado, en la grada solicitaron amablemente la salida con efecto inmediato de "incluso Sergio León, aunque con vaqueros sea" en detrimetro del rubio de bote. No nos vino bien el frenazo para beber agua. En el reinicio del fútbol amanecimos alelados y el descanso fue un anhelo incluso mayor que la vuelta del público a los estadios porque este virus lo paramos entre todos y unidos, porque nadie nos va a quitar las ganas de vivir la vida y porque cada vez estamos más cerca de conseguirlo. Solo hay que hacer un último esfuerzo.

El descanso llegó y, volviendo a casa, uno se para a pensar que hubiera sido de nosotros y del partido si el Madrid hace sus cosas de Madrid y mete un gol antes del cuarenta y cinco. Pero el descanso llegó y sin goles y Paco aprovechó al máximo esa quincena de minutos para convencer a sus indomables que la última línea de cuatro jugadores del Madrid se podía superar con una pared rápida. Obviamente este sucedáneo de portal web tiene acceso a lo que dicen los entrenadores en el vestuario, pero tampoco hacía falta. Si los nuestros no dieron una pared en todo el primer tiempo, no es ciencia infusa que intenten dos antes del primer minuto de juego tras la reanudación. En la primera Morales falló, en la segunda, tras el rebote del mal pase del comandante, Melero dejó solo a Roger qué pegó una carrera a tope de dos metros para ponerse delante de Courtois. Y el cabrón casi hace una parada que te cagas, pero la pelota acabó entrando llorando cual quinceañero por no tener a Cristiano en su equipo. Y aún faltaba una tercera pared. Fue tras un saque de banda hábilmente servido por Miramón, el centro resultante cortesía de Jorge De Frutos lo remató Campaña, de volea y a la escuadra.

Un gol de ventaja y media hora por delante. PacoLo quitó un delantero y metió un mediocentro. Cinco tíos delante de los cuatro tíos que estaban delante de Aitor y Morales arriba estorbando lo poco que podía. Los 10 apelotonados en el borde del área y rezando para que, si un disparo lejano se escapaba, Aitor pudiera mantener la victoria. Y la cosa salió bien. Pero Carleto sacó a Vini y Vini metió gol a la carrera, cómo contestación a un ataque nuestro. Te juro que pensé que habíamos ganado el partido cuando entraron Vini, Carvajal y Rodrigo. Esta vez el frenazo para tomar agua nos vino bien. Paquito metió a Bardhi y Bardhi metió un buen balón al área que Alaba, que no es nuestro, convirtió en asistencia para Rober Pier. El indudablemente gallego nunca lo tuvo más fácil en toda su vida. Ventaja de un gol y 10 minutos por jugar.

Malsa dio un pase buenísimo a la carrera de Cantero que por fin sustituyó a Morales. El chaval esquivó a Courtois con sangre fría, pero su pase a la red con la portería vacía chocó con el palo antes de salirse. Bardhi estaba levantando los brazos. El empate se mascaba. Tras un rebote que siempre termina en gol en contra, Carvajal estampó el empate contra el pie de Vezo. Pero nuestra efímera suerte es más efímera incluso de lo que pensaba. En el corner que se dió como resultado despejamos la pelota al segundo palo, el balón le cayó a Benzema que se la dio a Vinicius y el muy hijo de puta metió el mejor gol que meterá nunca. Sin que te diera tiempo a pensar en que a lo mejor te caían dos goles más, Vinicius empezó a correr otra vez solo contra Aitor y este detuvo la carrera de Pelé parando el balón con la mano. El único inconveniente en esta historia es que la parada ocurrió en el centro del campo, delante mismo de los morros de Carleto. Jorge de Frutos, el quinto cambio, caminaba por la banda dirección al banquillo mientras Vezo, el elegido, se ajustaba la camiseta de Cárdenas.

Con Vezo bajo palos se añadieron seis minutos de juego. El supuestamente enfadado con Paco bebió más en ese tiempo que en toda una noche de un jueves en Mya. Bosch Marquina, nuestro entrenador de porteros, le gritaba Rúben desde detrás de la portería mientras esté miraba los palos una y otra vez. Amagó con salir de puños y seguramente le pararon de un grito. Y sirvió un montón de faltas seguramente mucho mejor que Aitor. El empate a tres, que tras el gol de Róber hubiera sabido a poco, supo solamente mucho menos que el gol de Roger contra el Villarreal.

Es fácil pensar que con que solo las cosas hubieran sido un poco distintas, Morales convierte el mano a mano en la Tacita de Plata y Cantero acierta con la portería en su definición con Courtois por los suelos. El Levante sumaría seis puntos de haber sido las cosas así, solamente ligeramente distintas. Ahora mismo colideraríamos el campeonato junto con el Atlético del Cholo y a la espera de que el Sevilla gane esta noche. Pero con 36 partidos por delante, lo prefiero así. La sombra de Jim, Koné, la Champions y la eliminación en Moscú es demasiado alargada para este equipo de mayormente jovenzuelos. Antes del insufrible parón por selecciones, visitaremos Anoeta y por qué no, podemos volver con una victoria en el zurrón granota. La temporada que puede devolvernos a Europa ha dado su segundo paso, espero que ya lo hayas tomado.




domingo, 15 de agosto de 2021

El yunque de la adversidad

El postrer rayo de luz se abre paso entre la indomable oscuridad de la noche cuando el martillo golpea la férrea vara, que somos nosotros. Nos golpea y nos aplasta. Ahora, solo por un momento, descansamos sobre el yunque del que conocemos hasta la más diminuta de sus hendiduras; todos nuestros perfiles y giros imposibles, nuestras rectas irónicamente puntiagudas han sido forjadas por el mismo yunque: el de Regües, el nuestro, el de la adversidad. Y vuelve a golpear el martillo, y vuelve a golpearnos, a aplastarnos, a espachurrarnos y nosotros volvemos a adoptar la forma que es voluntad del puto yunque. Me lo voy a tomar con filosofía porque no me quiero calentar. Después de que Roger firmara el gol de la victoria contra los chotos a pase del pelazo de Rochina (siempre en nuestros corazones), en Orriols hemos estado de vacaciones, disfrutando del fútbol, usándolo como un mero entretenimiento. Vago era el recuerdo de la inquietud antes de un partido y, como la Copa nos amorfinó un poco a todos, lejano era el dolor del yunque de la adversidad dando forma nuestras entrañas.

En la primera parte, para empezar la temporada, dimos un recital de fútbol pero, eso sí, con poco acierto en el momento en el que la jugada debía pasar a convertirse en gol. Cuando Morales no se le atascaba la pelota, a De Frutos le caía la mala y cuando no, Campaña pensaba que Roger estaba en un sitio que en realidad no estaba. Pero, por suerte, tanto recital se vio recompensado con un disparo de Morales desde fuera del área que acabó entrando en la portería; el pase fue de Melero que, aunque no fue una declaración de amor, fue un buen base. El Cádiz por su parte solo atacó dos veces en todo el primer tiempo. Os juro que las conté. La primera fue después de ganar un saque de puerta y por casi nos cuelan un gol de no ser por qué Rober Pier enmendó su error impulsado por la providencia de papá Ballesteros. Y el segundo vino como respuesta a un contraataque equivocadamente conducido por Roger, de ahí sacaron una falta y el gol resultante fue anulado solo porque Negredo pecó un poco nada más de ansioso. Este es el Levante que me tiene loco de amor: un torpedo del tamaño del Micalet por delante y papel del váter de mala calidad por detrás.

En el descanso, Cervera, que es el entrenador del Cádiz, le dijo a sus chicos que lo de hacer el futbolín está muy bien, pero que mejor estaba ir a presionar "hostia-ya" y los muchachos muy obedientes acataron la orden. Obviamente, este sucedáneo de portal web tiene acceso a lo que dice el entrenador del Cádiz en el descanso a su equipo. Al Levante empezó a durarle muy poco el balón en los pies quizás demasiado poco como para ganar el partido. Los gaditanos a los que Cervera les había enchufado el ADSL en el descanso se propusieron complicarnos hasta los pases entre los centrales y el Cádiz empezó a acaparar el balón tanto como nosotros lo hicimos en el primer tiempo. Y está claro que el Cádiz no es ningún alumno aventajado en la asignatura del juego combinativo y que hay muchos equipos que miran mejor a la portería rival, pero el Levante ahí aguantó con el rollo de papel extendido, tapando huecos, despejando lo que podía, sufriendo los córneres, pero, sobre todo, defendiendo como cabrones. Hasta que lamentablemente un punto "bien trabajado" se nos escapó cómo Peter Lim se escapó de Mestalla después de cobrar.

Visto con perspectiva el empate en el campo del Cádiz, aunque no está cerca de ser suficiente, es, como poco, aceptable; el punto es más que merecido (de hecho Morales estampó contra el palo la victoria a muy poco del final en un uno contra uno); y de haber acabado todo un minuto antes de lo que lo hizo, el Levante hubiera jugado un partido "completo". Con los dos pesados de siempre, más el Cholo y más el Sevilla yendo a Champions y con el Villarreal, la Real y el Betis yendo a Europa League a mí tampoco me salen las cuentas de quedar, al menos, séptimo; pero de ilusiones vive el hombre, y las granotas. La temporada que puede devolvernos a Europa ha comenzado y estas son las condiciones, ¿lo tomas o lo dejas?




miércoles, 7 de julio de 2021

Tú tampoco te lo esperabas

Algo va mal cuando te mueres de calor, abres la ventana y no tienes más remedio que volver a cerrarla. Algo va mal y me da igual que se llame viento de poniente o viento de ponienta. Me da igual. No es normal, no lo es, abrir el portátil, para poder seguir el live timming comodamente desde el sofá, y verte que pone 39 grados, 39, muy útil la actualización de Windows en la que se te indica la temperatura btw. Por eso, cuando el promedio de los seguidores de la Fórmula 1 enciende la tele y ve a Mattia Binotto con una rebequita, a Adrian Newey directamente con la parca y a Carlos Sainz con una camiseta que se mece tenuemente al ritmo azaroso de una fresca brisa estival, uno dejaría de tomar orxata durante dos días a cambio de trasladarse de inmediato al circuito de Spielberg; y ya no tanto por la agradable temperatura de veintipocos grados o por el bucólico escenario entre verdes montañas y casitas triangulares, sino porque las cinco curvas del RedBull Ring se han ganado una pequeña parcela en nuestro corazón henchido de amor hacia Lando Norris. El austriaco es un trazado sencillo, sí, no seré yo quien te lo discuta, pero es que no se necesita más para ver una buena carrera de coches. La vida es más sencilla que las construcciones faraónicas de German Tilke con dos docenas de esquinas, todas iguales y con una recta a cada año más larga. Y no sé si será por el entorno, por la sencillez, por las cuatro carreras en menos de trescientos sesenta y cinco días o porque aquí Hamilton solo ha ganado dos veces y una de ellas de milagro, pero cada vez que el gran circo llega a la tierra de Niki Lauda y Christian Klien, yo, sonrío.

Por mucho que fuera Max el que al final levantase los brazos en el cajón más alto del podio, el tío que más se lo merecía era Lando Norris. El chaval que parece distraído, poco serio y dado a la risa bajo cualquier circunstancia, conduce coches como nadie ahora mismo. Solo un pequeño error en la última curva de su vuelta rápida de clasificación, fruto de estar negociando con un arma más limitada, le arrebató su primera pole position y durante un breve momento en la salida olió a líder de la carrera. Ocón, desdibujado desde que más o menos le aseguraron el asiento por tres años más, muy poco tuvo que ver en el accidente que dio por terminado su Gran Premio: Giovinazzi le partió la bieleta de dirección. Seifti car, innecesario obviamente. Y en la resalida nuestro ojito derecho fue otra vez el protagonista: Pérez no fue todo lo preciso que le exigió Lando y terminó con su monoplaza surcando la puzonala y dejando su carrera hipotecada para siempre (solo pudo ser sexto). Aunque Bottas obró el milagro y adelantó a Hamilton el milagro solo duró dos curvas; paquete. Y el heptacampeón solo pudo acceder a la segunda plaza tras una pila de vueltas intentando practicar el adelantamiento sobre Norris; Bottas ni se planteó adelantarlo. La acción con Pérez le valió a Lando una sanción de cinco segundos a pagar en su próxima parada y que Mercedes aprovechó para hacer avanzar a Bottas hasta la tercera plaza con una estrategia avispada. Hamilton empezó a tener serios problemas para cuadrar tiempos competitivos y su segunda posición cayó por su propio peso hasta terminar fuera del podio. Lando concluyó tercero un fin de semana meteórico y que hubiera terminado segundo si Masi se llega a poner un necesario punto en la boca.

Por la parte que nos toca, la carrera de El Nano quedaba ya definida desde que Vettel, contrario a su voluntad, se interpusiera en el camino de Alonso en la vuelta que le hubiera dado acceso a las diez primeras plazas de la parrilla. No sé como decirlo ya para que me hagan caso, probaré en inglés: One-lap qualy, plis. Con la estrategia óptima pero ocho posiciones más atrás, el perder plaza con Räikkönen en la salida no fue lo mejor para el resultado de Alonso. Tampoco salió mucho mejor Carletes que, entorpecido por una timorata salida de Russell, cayó posiciones junto con el futuro compañero del de las rastas. Con el paso de las vueltas el grupeto de señores que el sábado clasificaron con los neumáticos más blandos fueron perdiendo comba con el resto de la parrilla; todos menos Gasly, que fue el único en hacer funcionar la estrategia que implicaba partir con blandos. Tras el paso por la calle de boxes de todo quisqui, quienes tuvieron la frialdad de clasificar con neumáticos menos rápidos obtuvieron su recompensa al acceder a las posiciones que otorgan el derecho a puntuar. Con la carrera convirtiéndose en una balsa de aceite y con los familiares sufriendo para despegar sus párpados, hubo un momento en la carrera que el único motivo para que no se desplegara la bandera ajedrezada eran nuestros dos pilotos españoles. Carlos Sainz iniciaba una remontada que podía colocarle quinto, Fernando Alonso acechaba el décimo puesto y Antonio Lobato, encantao de que acapararamos todo el protagonismo, nos ponía a tono con su narración un poco demasiado fuerte; vamos, que solo faltaba que en la curva 3 pusieran una portería y Oyarzabal engañara al portero suizo con un golpe seco de cadera para terminar de inflar de orgullo nuestro indudable pecho español. La cosa terminó bien para los nacidos en la piel de toro, El Nano alargó su racha de cuatro carreras puntuando después de una lucha titánica con Russel y El Hijo del Matador adelantó a Ricciardo en la penúltima vuelta y superó por medio segundo la sanción de tiempo que el impusieron a Pérez para terminar quinto y cerrar así la mejor de sus carreras vestido de rosso Ferrari.

Después de este triplete de victorias de Verstappen a cada cual más incontestable, cuando se visite Silverstone, un poco más allá de donde Hamilton vino a este mundo, dentro de dos semanas, dará igual lo que pase que Morritos Max seguirá liderando el campeonato. La situación está cerca de ser preocupante: ni en Mónaco, ni en Azerbayán, ni en Austria Mercedes ha podido si quiera mirarle a los ojos a RedBull. Y en Francia, que pudieron, la liaron desperdiciando una victoria que ahora sería un motivo para la esperanza. Las ondulaciones de Silverstone más tienen que ver con la sinuosidad de Montmeló, Portimão o Paul Ricard que con la férrea política de curvas picudas de Montecarlo, Bakú o incluso Spielberg. Mercedes acude como favorito a un Gran Premio, pero lo hace con dudas, muchas dudas. El coche no tiene buena velocidad punta y tan solo puede igualar a RedBull en las curvas, ni es rápido a una sola vuelta, ni es rápido con el depósito lleno, en cada carrera estratégica el crujen las costuras y para colmo, ayer demostró tener un coche no demasiado fiable. Todos tienen dudas, Hamilton el primero, por supuesto, todos menos Toto Wolff que creen que van a hacer doblete y sacándole medio minuto al resto; hay arrogancias que no se calman ni a base de golpes. Pero sin descentrarnos, lo que quiero decir, es que en este sucedáneo de portal web hemos tenido nuestras filias y fobias, pero siempre han sido en pos del espectaculo. El mundial se nos puede colar por el sumidero antes de llegar a otoño, otra vez, y, por tanto, he de tomar cartas en el asunto. Dentro de dos semanas, cruzaré los dedos por ver una victoria de Hamilton. ¿Recuerdas el título?




domingo, 20 de junio de 2021

RedBull te da alas

No albergaba yo muchas esperanzas en echar una buena tarde de domingo viendo a los cochecitos dando vueltas. Más que nada porque, hace dos años, cuando amargamente se disputó la última carrera al lado del Aeropuerto Internacional de Le Castellet, me dormí durante un par de vueltas en la parte central de la carrera. No nos vamos a engañar, aunque la setenteañera esté de muy bien ver a veces es más aburrida que esperar en la cola del Mercadona. Sin embargo, hoy no fue como entonces; la carrera no ha dado un solo momento para el sosiego. De hecho, si no fuera porque ya es la séptima vez esta temporada en la que Verstappen y Hamilton se juegan el título en cada vuelta, habría sido un carrerón absoluto. La Fórmula 1 de este momento es muy distinta de la Fórmula 1 a la que nos acostumbró Hamilton, Bottas, ese pedazo de coche Mercedes y la FIA (por conceder semejante tortura); el orgullo de este deporte, aunque desplazado por Max y Luis, sigue proporcionando sólidos argumentos para encender la caja de luces todos los domingos; y, además, el promedio de los amantes de los coches rápidos con pegatinas esta noche dormirán satisfechos, no sólo porque Masi se haya puesto un necesario punto en la boca durante las 53 vueltas de carrera (que también), sino porque Verstappen toma cierta distancia con Hamilton y eso es motivo de alegría, al menos por ahora.

No estaba yo muy seguro de echar una buena tarde por tal y como se presentaba la carrera: Verstappen ayer, antes de la qualy, se permitió el lujo de estrechar el alerón trasero para blindar en carrera una pole position que se apuntaría por mucho que restase adherencia al coche en las curvas y bueno..., además de la pole de Verstappen, las últimas dos carreras de la Fórmula 1 en la era moderna en Paul Ricard no es  que fuesen una maravilla (no se pasaron ni en la salida). Pero, por suerte, vino Verstappen a apañarnos la sobremesa. El hijo de Jos y según quienes el nuevo Ayrton Senna, no acertó a enhebrar la segunda curva del Gran Premio y hubo de optar por salirse de pista, adelantamiento de Hamilton al canto. Con Verstappen siendo la tortilla de un bocata de tortilla de patata y con Hamilton y Bottas siendo el pan de un bocata de tortilla de patata, el mundo entero miraba la tele ansiosamente esperando a que Verstappen y Hamilton hicieran algo digno de recordar; pero el estrechamiento del alerón trasero de Max no parecía ser suficiente como para adelantar al yerno que toda suegra desea evitar. Por detrás, Charles Leclerc, que había maltratado sus neumáticos peleando en las vueltas inaugurales contra El Nano, anticipaba su parada porque sus ruedas no daban para más: era la vuelta 16 y yo entonces vi sobre la mesa el vaso de orxata que durante la vuelta de calentamiento estaba en la nevera y que se fue atemperando desde que los cinco semáforos rojos se desvanecieron. La orxata templada es menos orxata.

Total que lo que parecía una tarde tranquila, poco a poco se fue liando. Toda la parilla durmió del sábado al domingo sin atisbar una posibilidad distinta a parar una vez en boxes, pero resultó que el deterioro de los neumáticos fue mayor al previsto. Con 38 años, dos títulos mundiales y ningún hijo Fernando Alonso extendió sobre la mesa la opción de parar dos veces, pero conducir más rápido; su equipo, habilmente, supo guiarle; Gianpiero Lambiase, ingeniero de Max Verstappen y que tiene el cielo ganao el bendito, se la apuntó. A El Nano no le hicieron falta dos paradas porque cuando puso el neumático duro su coche pareció rejuvenecer, de hecho, se quedó muy cerca de terminar sexto y doblar su botín de puntos. Por su parte, Ferrari parece tener un misil con el depósito casi vacío y con neumático blandos que se convierte en un ladrillo cuando se le carga con el combustible necesario para completar una carrera y se le calza con neumáticos duraderos, pero poco adherentes; Carlos Sainz fue perdiendo plazas desde su quinta posición inicial hasta su undécima final, su compañero terminó decimosexto y obligado a pasar dos veces por la calle de boxes. Nada que ver con McLaren que flojea el sábado, pero se pone bucadísimo cuando llega el séptimo día de la semana.

En la interesante cabeza de carrera, Lusito lideraba, Max le perseguía y Bottas aguantaba (que ya es mucho) estando los tres primeros en un espacio menor a dos curvas. Por detrás, Pérez, cocinaba a fuego lento, y desde la distancia, su visita al cajón. Yo pensé que era una jugada maestra cuando Mercedes anticipó ligeramente el paso por el pit lane de Bottas obligando, primero, a Verstappen a cubrir su posición y cercenando, después, la posibilidad de que el neerlandés le birlase por estrategia la primera plaza a Hamilton. Pero al final na de na, en Mercedes están empanaos: le pusieron a Hamilton la victoria en bandeja y no se dieron ni cuenta. No pararon a Hamilton junto a Verstappen por miedo a yo-qué-sé y la vuelta del aspirante con neumáticos nuevos mejoró ampliamente la vuelta del vigente campeón con neumáticos viejos. Pero, eh, chavales, tranquilos, que Hamilton tiene más vidas que un gato. El torpedo que el RedBull demostró ser ayer fue hoy muchísimo menos torpedo. Con un alerón estrecho y con un coche dos décimas más rápido (en clasificación), Verstappen no pudo desligarse de Hamilton. Cuando Morritos Max empezó a hartarse le dijo a Gianpiero, que tiene el cielo ganao el bendito, que así no iba  a poder aguantar toda la carrera; GP dio luz verde y revisó sus notas. El Morritos del paddock empezó a exprimir sus pobres neumáticos duros, la persecución había comenzado aunque todavía liderase la carrera. Poco después, Max dejó de ser primero porque paró en boxes, Gianpiero entrelazó sus manos nerviosas y rezó el rosario.

Con 20 vueltas por delante, faltaba saber si la diferencia de rendimiento entre los desgastados neumáticos del vigente y los frescos neumáticos del aspirante era lo suficientemente grande como para que el RedBull fuese entorno a un segundo por vuelta más rápido. Sergio Pérez, compañero de equipo de Verstappen, lo dejó pasar en los albores de su remontada. Valtteri Bottas, compañero de equipo de Hamilton, también lo dejó pasar (Bottas paquete) en el epílogo de su remontada. Y cuando Verstappen contactó visualmente con Hamilton a falta de pocas vueltas, apareció una descomunal maraña de pilotos con vuelta perdida (Hamilton tiene más vidas que un gato). Sin embargo, poco pudo hacer Luis, que ya no es el puto Hamilton, cuando en la penúltima vuelta del Gran Premio Verstappen le arrancó las pegatinas y los pendientes. Al término del Gran Premio, o quizás ahora mismo, Lewis se plantee: "¿Qué más tengo que hacer para ganar una carrera?"; pero claro por mucho que iguales la excelente salida de Verstappen, por mucho que aprietes en las primeras vueltas, que presiones cuando vas segundo o que alargues hasta el infinito tu juego de neumáticos, si luego desde el muro te cogen de la camiseta con la estrategia y tu compañero de equipo se pasa de frenada inexplicablemente en el momento crucial de la tarde lo más normal es que no ganes la carrera. Por otra parte, Verstappen no solo tiene un cochazo que le mira a los ojos al todopoderoso Mercedes, sino que tiene a un tío que le susurra al oído una estrategia para ganar la carrera y al otro lado del box a un fenómeno que si no llega a ser porque Hamilton se ha marcado un carrerón lo acompaña en la segunda posición. RedBull era el equipo simpaticón que a veces elevaba la voz en la férrea dictadura de Mercedes; era el equipo simpaticón y lo sigue siendo, por ahora, al menos por ahora.




domingo, 9 de mayo de 2021

Holgadamente

Jugar contra el Alavés no son buenas noticias para les barres blaugranes. En los últimos tiempos, Levante y Alavés, a pesar de sobre el papel ser de una entidad parecida, se han dedicado a evitarse no coincidiendo en las categorías que competían; no obstante, desde el ascenso de Muñiz hemos debido de pasar por el desagradable trago de jugar contra ellos. No hay dicha una sola buena palabra de los pocos partidos en los que nos hemos visto las caras desde entonces. Desde aquel primer frenazo del Levante de Muñiz en una tarde en la que hasta Campaña parecía malo, hasta el partido de la primera vuelta con Sergio León fallando el gol más claro de su carrera a diez minutos de la conclusión, el Levante no es que las haya visto de todos los colores contra esta gente, es que directamente no ha visto otro color que el más choto de todos los blanquinegre (no se me ocurre un peor color). Muñiz todavía cierra los ojos con dolor cuando se acuerde del instante en que Laguardia le cerró desde aquel momento las puertas de primera división en la desgraciada última jugada del partido; igual que PacoLo prefiere pensar en otra cosa cuando le hablan de Aleix Vidal y Lucas Pérez correteando cara a portería cuando el Alavés nos lio la marrana en nuestro mejor momento de la temporada pasada. Por no hablar de la soporífera primera jornada de esa misma temporada (uno cero para los de Garitano, evidentement). Y por directamente pasar de largo nuestra angustiosa visita a Mendizorroza con Toño camino de la cárcel y con Jason camino de Mestalla (que no sé qué es peor). De hecho, si mal no recuerdo, nuestro único buen momento jugando contra este dolor de cabeza fue aquella remontada hace un par de años con goles de precisamente el ex-presidiario y el pesetero; y gracias a que Ibai decidió darle al palo y no colárnosla a poco del final. Vale, muy bien, jugar contra el Alavés es casi peor que contra el Madrid; pero llevábamos una victoria en seis partidos y nos podía haber tocado ganar.

Ayer, en la alavesa ciudad de Vitoria, el Levante de PacoLo estuvo algo lejos de ser el Levante de PacoLo por mucho que el golpeo de cabeza de Joselu no hubiera atravesado la línea, obviamente. Con el Alavés decidido a no sobar la pelota más de lo necesario, el Levante solo pudo asomarse a la portería de Pacheco pasado el minuto veinte y fruto de una jugada a balón parado: Dani Gómez debió enchufar la excelente prolongación de Cantero al horrible centro de Miramón. A falta de tres partidos para que la temporada eche el cierre se puede decir sin miedo a precipitarse que de los dos chavales que vienieron de la capital de España el bueno es De Frutos, otra cosa es que León deba jugar por delante de Dani. Al multimillonario delantero granota (Sergio León, por si no se sabe a quien hago referencia) no solo le ha superado Roger, que se podía entender, ni un inexperto Borja Mayoral, ni si quiera Dani Gómez, que ha fallado casi tantas como ha tenido, ya es que directamente PacoLo prefiere subir a un chaval del filial pa que haya un tío moviéndose arriba cuando Roger y Dani no pueden coincidir en el campo. Cantero, con poco más de dos horas de juego, ha demostrado, como Cárdenas, que para la temporada que viene merece portar un dorsal menor a 25; con esas condiciones físicas y con la capacidad táctica que a destellos ha querido dejar ver no parece que vaya a demorarse mucho su aportación goleadora al equipo. Aunque, claro tampoco iba a tardar mucho que llegaran los goles para Dani Gómez.

Que juegue Duarte y no juegue Róber Pier es motivo suficiente como para montar una manifestación en el párquin del Ciutat; pero si Róber estaba a este nivel en defensa, mejor que juegue cualquier otro. Ay, PacoLo, nunca debí dudar de ti. El central gallego cuya procedencia no da lugar a confunsión despejó horrible a un centro casi tan malo. Pere Pons, que pasaba por allí, no dudó en fusilar el marco granota a pocos pasos del área pequeña. El gol vitoriano coincidió con la pausa esta para beber agua y el Pelao de Silla soltó tal rapapolvo al equipo (y a Róber) que los chavales de azul y grana remontaron el partido en cinco minutos. De igual forma que no cualquier equipo le da la vuelta al marcador en dos momentos cuando su rival se está jugando directamente el descenso, no cualquier entrenador hace que sus jugadores le den la vuelta al marcador en dos momentos cuando su rival se está jugando directamente el descenso. Jorge de Frutos trasladó al terreno de juego las amables sugerencias de PacoLo, solo él creía que podía llegar a ese balón y Rubén Duarte, que solamente está en Primera División porque sabe engañar a los árbitros y porque al director deportivo le da pereza buscar un buen lateral izquierdo, se quedó pensando si todavía tenía que seguir ingiriendo agua o si tal vez debía empezar a jugar a fútbol. José Luis Morales no tuvo ni que acomodarse el golpeo, el centro fue perfecto. Sin solución de continuidad, Cárdenas abrazó el balón y lo distribuyó en corto para Melero: pase vertical, combinación vertiginosa y apertura a banda; el abecé de los Indomables de Paco. Solo que esta vez la apertura a banda fue un pase medido al flanco diestro del área. A.J. Morales ni perdonó su cuarto doblete del curso ni emborronó el mejor gol de la temporada; honores a Cantero y Dani que hicieron volar pajaritos alrededor de la cabeza de Laguardia y Leujene. (Aparte: Que Dani no meta una no significa que haga la del parásito cada vez que salta al campo).

PacoLo soltó lastre y yo respiré tranquilo porque con la tontería me había visto haciendo cuentas. Pero el que más aliviado se vio de todos, vete tú a saber por qué, fue Miramón. Con uno a dos en el marcador y con la salvación matemática en el bolsillo, la portería rival dejó de ser una prioridad para los nuestros. Así, Joselu, en el desgraciado rechace de una falta lamentablemente fingida a punto estuvo de igualar en el encuentro por segunda vez. La entrada de Bardhi, por nuestra parte, nos ofreció dos ocasiones de anotar; pero en la primera la inexperiencia de Cantero, llevándose el balón a la pierna mala, y su nobleza, por no tirarse al suelo, marró la primera, y en la segunda, Rioja retiró el balón de los pies de Bardhi cuando este preparaba el tiro que nos daría el tercer gol. Dicho todo esto, me responsabilizo de este empate: en el minuto 86, el Alavés estaba pasándose la pelota entre sus centrales y el piernas de Battaglia rezando porque le hiciéramos una mísera falta y yo pensé en la distancia de diez puntos, en la salvación matemática, en que ya habíamos cubierto el cupo de goles en contra en el último minuto en una temporada... pero treinta segundos después Son hizo falta, Clerc midió mal y Cárdenas le soltó un manotazo al balón solo que diez centímetros dentro de la portería. Además, el árbitro añadió nueve así que de gol en el último minuto nada. Solamente faltaría añadir que de Frutos, a pase excelente de Son, mandó la volea que nos hubiera dado el dos a tres un palmo por encima de la escuadra en el minuto 94.

Al Levante ya solo le quedan dos oportunidades para enlazar dos victorias de liga seguidas por primera vez en toda la temporada. Y no sería nada descabellado que las últimas cinco victorias de este curso, en el que entre Morales, de Frutos y Roger han dado cuarenta goles, sean la clasificación a semifinales de Copa, la victoria en Valdebebas, la victoria en el Calderón, el derbi y un simplón cero a uno contra el último clasificado. Aunque, claro está, después de todo, con la rocambolesca derrota del Huesca ayer el Levante está nueve puntos por encima del descenso con nueve puntos por disputar (y con el gol average perdido con casi todos). De aspirar a jugar competiciones europeas a mantener la categoría holgadamente hay un trecho todavía más amplio de lo que pensábamos; concretamente, de cuatro puntos en ocho jornadas.

domingo, 11 de abril de 2021

Defensa y sin rodeos

El Levante poliédrico con el que el conjunto de los granotas ha sido agraciado esta José Campaña ya suma una nueva forma de hacer fútbol. Ayer por la tarde, en el vasco pueblo de Éibar, la cabeza del último ascenso, Postigo, y el costarricense nacido en Nicaragua, Duarte, contaron con algún error menor en el plano individual, pero su partido, como pareja de centrales, fue perfecto sin ni un solo pero. Recordó a aquellas contiendas de antaño que se solían solucionar con una carrerita de Caicedo. Si Duarte fallaba el pase, Postigo tapaba a Sergi Enrich; si Postigo se comía un centro, Duarte anticipaba a Kike y el peligro se iba cuál choto llegada la hora y cuarto de juego. Óscar Esaú es un tipo bastante torpón con los pies, se sabe que es diestro porque es la pierna que más usa y su carrera es, cuando menos, descoordinada; pero aparte de tener un pecho por el que tiene que pagar IBI, cuenta con una cabeza nacida para darle al balón. Dije en su día, y lo mantengo, que todo minuto que juegue Duarte y no juegue Rober Pier, en condiciones normales, es motivo suficiente para montar manifa en el párquin del remodelado estadio; sin embargo, ahora digo que, para despejar balones, Duarte es nuestro hombre.

Negar que el Éibar atraviesa su peor momento en los últimos siete años sería de capullos, pero peores cosas hemos visto contra colistas en los últimos tiempos en Orriols. Además, ayer el Éibar presentó un juego simplón, de pocos pases, muchos centros y mucho Sergi Enrich y Kike García saltando a por el balón. Pero justamente eso es lo que el Llevant adolece. Aitor no saca de puerta en corto para hacerse el chulo y Clerc y Miramón (ayer, sin embargo, jugó Coke) no ponen todos los centros rasos porque sean los más guays del barrio. El Llevant no suelta un pelotazo arriba porque no ganamos ni un puto duelo aéreo. Todas nuestras esperanzas se centran en cazar el segundo balón. Sin embargo, la tarde de ayer, solo en cuanto a la pareja de centrales, resultó ser una agradable excepción. Ni Sergi, ni Kike tocaron un balón de cabeza.

De Frutos, a principio de temporada, falló un gol cantado en el Camp Nou por no soltar un castañazo y, desde entonces, parece haberse propuesto no pegarle flojo nunca más; aunque por el camino se deje algunos goles que podía haber enchufado como cuando hizo temblar los cimientos de la portería de Gol Orriols en el derbi del cap i casal. Contra la Real Sociedad lanzó un misil innecesario que perforó la portería de Remiro a tres minutos del final y ayer, contra el Éibar, su zurriagazo desproporcionado desde el balcón del área pequeña duró un cuarto de exhalación hasta que chocó con la red. Tras su rebote con las mallas el esférico rodó hasta más allá del punto de penalti.

El partido del Levante ayer por la tarde con el balón en el pie fue, como poco, discreto. Este sucedáneo de portal web ha sabido que El Pelao de Silla amenazó con mandar al Valencia de una patada en el culo a todo aquel responsable de que un ataque granota durara más de diez segundos. Y el gol de Jorge fue una vertiginosa combinación de pases tras un despeje de Paulo Oliveira. En la jugada inmediatamente anterior, Morales rozó el gol tras un excelente pase de D. García que se aprovechó de un nulo despeje de Sergio. Y tras el paso por el vestuario, D. García (quizás el mejor de los nuestros en ataque) acarició el cero a dos con un potente disparo fruto de una jugada tanto o más veloz que la del gol. Todo ello completó una victoria seguramente injusta, más bien inmerecida; pero una portería a cero defendida con dos cojones el de la derecha Postigo y el de la izquierda Duarte.



lunes, 29 de marzo de 2021

El problema no es Hamilton

El problema es el puto Hamilton. La tirria que se le tiene al británico, aunque sombrío, heptacampeón del mundo es de la misma clase que se le tenía a Sebastian Vettel cuando secuestró a la pobre señora Fórmula 1 hace una década; solo que con Vettel, además, le estaba robando a nuestra mejor baza sus oportunidades de título y con Hamilton, además, tenemos que aguantar su insufrible teatro por hacernos creer, sin éxito, que ganar carreras es muy dificil. El problema no es que gane Hamilton, el problema es que siempre gane Hamilton. Ayer el yerno que toda suegra desea evitar alzó los brazos victorioso, por razones que ahora no vienen al caso, y lo ideal hubiese sido que Verstappen hubiera cruzado la línea de meta antes por aquello de encontrar cerco al tirano reinado de Luis XLIV el lloros; pero no es descartable que en un futuro se suspire, aunque cueste de creer, por una victoria suya. La cuestión tampoco se resume en filias y fobias: si bien yo estaría conforme con que Hamilton diese todas sus vueltas de clasificación en bicicleta, ya dije en este sucedáneo de portal web que votaría a favor de que Max Verstappen, principal contendiente hasta que Sergio Pérez no diga lo contrario, diese todas sus vueltas de clasificación andando, que no en bicicleta. El problema seguramente no sea Mercedes que solo ha hecho durante siete años el mejor coche de la parrilla... bueno, un poco de culpa sí que tienen... que no sean tan buenos, ¡coño!

Quien puede que se encuentre detrás de todas nuestras preocupaciones sea la FIA. En 2014 se les fue la mano y Mercedes tomó una ventaja insalvable; en 2017 quisieron rectificar modificando completamente el concepto del coche, pero Mercedes seguía ganando; y para el año que viene se prepara un cambio tanto o más radical. Desde 2008, bandazo va, bandazo viene, no han habido dos equipos igual de competitivos peleando por el mundial. Y, ahora va, y sin tenerlo preparado, improvisando, después de postergar la revolución para el año que viene, tocan dos cosas en la parte de atrás de los coches y Mercedes pierde toda la ventaja. ¿De verdad?, ¿Tan fácil era? Es pronto para lanzar las campanas al vuelo, pero si no las lanzamos ahora, puede que no las lancemos nunca: Mercedes y RedBull están a la par.

De quien seguro que no es el problema es de la clase media de la parrilla. Cierto es que a causa de la nueva regulación en la parte trasera de los monoplazas, la Fórmula uno y medio ha perdido protagonismo; pero esta menor cuota en pantalla, no es porque se haya vuelto aburrida o, tan solo, menos divertida. Antes de que Mercedes moviera los primeros peones sobre el tablero de Sakhir anticipando la parada de Hamilton, el promedio de los amantes de la Fórmula 1 estaba embelesado con las peripecias de Norris y Leclerc y de el hijo del dueño y Fernando Alonso (invitado estrella en el pelotón de la parrilla). De hecho, la temporada empezó, como tal, cuando el nano lanzó un ataque por estrategia a los cuatro pilotos que le precedían; cayeron dos. Después de 306 kilómetros de competición y de un par de vueltas de clasificación, se puede decir que AlphaTauri lidera la razón por la que el año pasado enchufábamos la tele los domingos al mediodía; le sigue Ferrari y McLaren o McLaren y Ferrari; y después Aston Martin y Alpine. La lucha de los cuchillos de plástico, por el contrario parece disgregada con respecto a hace pocos meses: Alfa Romeo está más cerca de Alpine que de Williams y el Haas es tan malo que el hijo de El Káiser va haber de limitarse a quedar por delante de Mazepin (suponiendo que en algún momento pueda completar, aunque solo sea, una vueltan) pero por detrás de Rusell y Latifi.

Aunque en realidad el problema no es ni Hamilton, ni el puto Hamilton, ni Mercedes, ni la clase media, ni el tremendo pepino con el que ha arrasado en los últimos siete años. El problema es el puto Masi. Desde que la Fórmula 1 se enfrentó a la fatal tesitura de buscar un sustituto a Charlie Whiting, y con cierta premura, Michael Masi nada más que ha causado extragos en la máxima expresión del automovilismo. Desde entonces, en el impresentable histórico de despropósitos del indigno relevo encontramos: Coches de Seguridad prescindibles e innecesariamente largos (salvo, irónicamente, el de hoy), VSC todavía más sobrantes (como el de hoy), Track Limits absurdos (eeeejeeeeeem), medidas de seguridad inseguras (como la que hizo estamparse a Carlos Sainz a orillas del Mar Negro) y un deplorable afán de protagonismo (como la noche en la que casi perdemos a Grosjean y menos patético pero igual de ridiculo como cuando mal-reparó un sumidero en Portugal o como cuando hizo de hombre del tiempo en Silverstone). De no ser por las aciagas intervenciones de Masi, el hijo de El Matador habría subido al podio, com toca, en Brasil; en el estrecho del Bósforo la clasificación habría empezado, com toca, a las once de la mañana; y jamás habriamos tenido tres banderas rojas en dos carreras, també com toca.

Masi es ese hombre que el jueves dice digo, el viernes dice Diego, el sábado dice dije y el domingo Verstappen abre el micro y Masi amonesta a Hamilton con la personalidad de un crío de cinco años. Y lo peor de todo es que realmente parece que en la primera vez que pisó un paddock de Fórmula 1, Hamilton ganó la carrera, Bottas quedó segundo y el tercero terminó con vuelta perdida. ¿De qué sirve abrir un canal de YouTube, poner gráficas de puta madre, hacer entrevistas a pie de pista o dejar que Netflix haga una serie si luego tienes a Masi dejando su firma siempre que puede?, ¿De qué sirve potenciar el espectáculo si luego llega la mejor carrera en los últimos diez años y Masi dice que no, que el adelantamiento que decide el Gran Premio a tres vueltas del final no vale porque Verstappen ha pisado fuera? Masi, eres una vergüenza para el deporte.




sábado, 20 de marzo de 2021

No hay derrota que por bien no venga



El perder un partido tiene muy mala fama; y además, es inmerecida. Para empezar, un dos a cero en contra de vez en cuando, te hace tener los pies pegados al suelo y, para continuar, evita que te vuelvas idiota. Todos tenemos situado quienes son los que más ganan en la piel de toro, de igual forma que situamos en el mismo punto a los más pesaditos del reino; también, nuestra amiga la derrota impide que nos volvamos una afición exigente, como la de quien tú y yo sabemos, que pega la espantada cuando la cosa se tuerce y vacía la grada haya virus o no lo haya. El año en el que Muñiz secuestró a la señora Segunda División estuvo muy bien, fue inolvidable, forjó al Roger que ahora conocemos y fichamos a Campaña (ojito al fichaje), pero no estoy seguro de querer repetirlo; y ya no tanto por la inabarcable pereza de descender y de jugar 42 partidos cada cual más importante que el anterior, sino más bien porque cuando sobre el mes de Febrero le ganábamos hasta la Brasil de Pelé, Garrincha y Ronaldo, yo echaba de menos el perder algún partidito, aunque solo uno fuera. Ganar es más aburrido de lo que se dice y después de tumbar con una autoridad insoportable a Lugo, Mirandés, Murcia y demás equipos de igual pelaje uno añoraba que entre David Sánchez y Raúl Martínez nos diseñaran un traje y nos fuéramos a casa con dos goles en la saca y la mejilla enrojecida.

Anoche en el barrio sevillano de Heliópolis vimos a dos equipos nobles y honestos con buen toque de balón, defensas comprometidas y coordinadas y sin ningún fingimiento. Así es como siempre debería ser el fútbol. Así da gusto ver a dos equipos pelear por una victoria. Y el Llevant dio la talla. Tenemos fútbol de sobra para prolongar nuestra agradable estancia en el ático del fútbol nacional siempre y cuando no se nos vaya la mano con las incorporaciones y siempre y cuando pongamos nuestra vida entera en las hábiles manos de El Pelao de Silla. Demostramos tener, al menos, el nivel de un Betis competivo, por mucho que partido pudiera haber llegado hasta el tres a cero en el tramo final. Y, que no haya dudas, que este mismo Betis, con Borja arriba, con Fekir haciendo diabluras y con Canales moviendo los hilos el año que viene jugará las últimas eliminatorias de la Europa League. El Levante de anoche más Campaña, más Melero, con inestimable aportación de las ideas locas del pelazo del equipo y con Toño fuera de la plantilla, tiene la fuerza suficiente como para hacer saltar la banca en la lucha por plazas europeas. Lo que no se puede permitir es el segundo gol; es inadmisible estar jugando al fútbol tres cuartos de partido y luego dejar que cinco jugadores del Betis lleguen antes que el primer defensa granota en un rebote dentro de nuestra propia área.

El buen granota tiene mucho defectos. Y ya no hablo del extremismo en la victoria y en la derrota o del más acérrimo resultadismo; recuerde, estimado lector, hablo de los defectos del buen granota, no del vertedero de Twitter. Tampoco me refiero a ese conformismo infinito o ese pesimismo tanto o más insondable. Lo que quiero decir es que entre nuestros defectos se encuentra esa irrefrenable pasión por tomarnos las cosas muy a pecho. Recuérdese que el Mito de Los Seis Puntos fue una bromita de nuestros queridísimos vecinos que nos la hemos hecho tan nuestra que ya no pensamos en otra cosas cuando vemos a los once chotos jugar contra les nostres barres blaugranes; y si no me creen, hagan memoria del primer partido después del confinamiento en el que el gol de Rodrigo, en el último minuto, nos jodió más por los putos seis puntos de mierda que por perder un partido en Mestalla  en el que fuimos mejores por primera vez desde que Paquito Fenollosa vive. Si anoche Morales mete en la primera jugada del partido, el Llevant seguramente lo hubiera ganado y al buen granota se le nublaría la mente con la Europa League, con el Villarreal, con aquel partido tontamente desperdiciado en Anoeta y con el ya viejo recuerdo de Juanlu, Koné, Ballesteros e Iborra alzando al humilde Levante hasta las competiciones europeas. De haber ganado, el buen granota hubiera dedicado su existencia plenamente a rezar (y hacer fuerza) para que lo nostre equip sumase más puntos que el séptimo clasificado. Y seguramente, el buen granota, se llevara la desilusión de su vida después de que, por ejemplo, cayéramos en la trampa de Bordalás en la futura visita al Coliseum. Por eso, cuando Nabil Fekir encaró a nuestro pobre portero después de marcarse la jugada del partido, una pequeña parte de mí, desde lo más profundo de mi palpitante corazón granota, deseó que la pelota acabara dentro. Despacito y con buena letra, la temporada que viene empieza nuestra carrera que termina en Europa.



sábado, 13 de marzo de 2021

Si no fuera por los tatus



La última vez que le ganamos a los chotos también fue con un solitario uno a cero y el gol de la victoria igualmente fue un suave toque con la izquierda de nuestro delantero centro; en ambos casos la pelota rodó con tranquilidad todo el ancho de la portería hasta que irremediablemente cruzó la línea y besó la red, todo a la vez. En las fallas de hace cinco años Ju-Ju-Juanfran daba asistencias sacando de banda, España era la campeona de Europa, Pepe Besalduch era el granota más famoso de todos los granotas y Giusseppe Rossi esperaba la llamada de Antonio Conte y, si eso, salvar al Llevant, claro. Il Bambino no consiguió ni una cosa, ni la otra pero dejó sus buenos siete goles, un par de asistencias y fue mucho más profesional que, por ejemplo, Deyverson que, a juzgar por la celebración del gol, pareciera él el autor y el estadio no fuera el Ciutat, sino Mestalla. Si bien, entre aquella última victoria y la de ayer existen similitudes bastante evidentes, hay diferencias tanto o más claras. Y ya no me quiero referir a las gradas llenas o al sol de justicia, sino digo que después de aquel toque envenenado de Rossi, el Levante seguía siendo el último clasificado y nuestro vecino perdía comba con el ritmo Champions; y hoy estamos más que salvados, delante de doce equipos y solo la imaginación nos permite saber a qué distancia estaríamos del Valencia si los dos últimos partidos en Mestalla hubieran terminado en el minuto noventa, y no en el minuto noventa y tres.

Quien ha visto y quien ve al fútbol de el cap i casal. No hace tanto tiempo, no era ni tan si quiera una posibilidad que que un uno a cero a favor del Levante se considerase un resultado corto. Tanto fue así que, al cuarto de hora de juego, cuando un curvado disparo de Morales se marchó rozando el gol, habiendo ocurrido antes un tiro al palo de de Frutos y un lanzamiento en la frontal del pelazo del equipo yo educadamente reflexioné: «¿Pero qué puta broma es esta?». Y hablando del pelazo... Daniel Cárdenas, aspirante todavía, sigue sumando suplencias en las que el señor realizador decide enfocarle; no solo en GradaCentralAlta estamos al tanto de  este galardón. A Rubén Rochina, por su parte, perder un balón delante de su portería, no; pero que alguien pueda arrebatarle su condición de pelazo del equipo, le pone de los nervios. Por eso y no por otra cosa, estuvo atento a donde iría el pase de Diacabí, por eso y no por otra cosa, hizo fuerza para que el sutil disparo de Roger, tras su pase de gol, marchara dentro de la portería. Quería lucir pelazo. Después, dio dos pases de tacón que de haberlo hecho en área ajena, habría terminado en gol (o contra el larguero, que tal y como se estaba dando la noche nunca se sabe). Y, para terminar, se quedó con la miel en los labios pues Diacabí, esta vez, impidió el gol del pelazo del equipo; de haber superado la línea de gol, habría lucido tupé en la entrevista post-partido delante de toda España.

Paco López conoce perfectamente que el Valencia, si bien sabe defenderse (más o menos), tiene serios problemas para elaborar con el balón en los pies. Si el Levante ayer se hubiera presentado con los laterales jugando de extremos, con Vukcević guardando y Bardhi incorporándose y con Rochina y de Frutos rompiendo a la espalda de la defensa chota, PacoLo hubiera sonreído feliz, pero Javi Gracia también pues el Levante le estaría haciendo al Valencia aquello que más le cuesta: generar un espacio para montar una jugada. Siempre y cuando se ataque sin contemplaciones, el Levante es capaz de desarrollar varios tipos de juego y anoche pusimos toda la carne en el asador de robar el balón replegados. Lo que ocurrió tras el único gol de morritos Roger fue que el grupeto de pequeñas cabras dejaron de defender a dos metros de distancia, para presionar respirándonos en la nuca. En ese plan, Guedes tuvo el empate de haber conectado un disparo algo dificil. Pero poco tardaron los Indomables de Paco en hacer saltar la nueva estrategia, al ya citado casi gol de Rochina, se le unió una buena carrerita de Morales, otra buena carrerita de de Frutos y un tiro (sin carrerita y sin tiro) de Roger que se ralló con la esfericidad de la pelota. No sirve de nada negar que el partido con Soler, Gayà, Maxi y Racic habría sido bien distinto y que los chotos acudían al reformado Ciutat de València en cuadro y con lo puesto (como llevan toda la temporada), pero de igual forma que hace dos diciembres, el Valencia desgraciadamente remontó el partido ante un equipo sin ni un solo central de la primera plantilla, anoche el Llevant cumplió, que no es poco.

Tras ocho ocasiones claras de gol, llegó lo que todo buen granota temía: el gol de los chotos. Porque esto es el Levante, cabrones, ya puedes hacer lo que sea, que siempre aparecerá el Kevin Gameiro de turno para dar un pase de jugadorazo y siempre le acompañará el Manu Vallejo de turno para enchufar el empate por mucho que la primera jugada clara de ellos llegase a diez minutos del final. O eso es lo que hubiera pasado si no llega a aparecer el Aitor de turno para parar la que tenía que parar. Quizás quiera parecer que algo está cambiando en la ciudad de Valencia.

Roger es ese delantero bajito, pero torpón, que siempre llega en segunda línea porque cuando corre arrastra un ancla; que agacha la cabeza y sube a su ritmo cuando de Frutos o Morales arrancan la moto. Un jugador al que solo le he visto regatear en Segunda División, que a falta de darle de cabeza, mete goles con el hombro como contra el Mallorca, capaz de fallar un penalti en Valdebebas cinco minutos antes de darle la victoria a su equipo, capaz de fallar otro en El Sadar y poco después ganar el partido con un gol suyo. Ese tipo de futbolista que, a pesar de ser diestro, le pega tan mal con la derecha que con la izquierda, que empata un partido contra el Madrid mirando a Tribuna, que empata otro partido contra el Valladolid mirando a Grada Central, que mete al Llevant en la semifinales de Copa por mucho que el balón se le quede atrás o que nos deja al borde de una final después de pillar el rebote de un nefasto disparo suyo. Que, en definitiva, falló el dos a cero en la ocasión más clara del partido y es más choto que Espanyeta, pero lleva marcando goles ligado al Llevant desde que lo tiraron del otro lado de Primado Reig hace diez años. Las últimas cinco dianas granotas del derbi valenciano en el Ciutat llevan su firma. Ay, Roger, si no fuera por tus tatus, tus morritos presuntuosos y tu pinta irreparable de cani-tronista-busca-buyas, no habría Casadesús que estuviera por delante de tí.



domingo, 7 de marzo de 2021

Un plan perfecto

El Levante todavía parece no haberse recuperado del infausto despeje de Vukcevic que nos impidió ser eliminados en una dolorosísima tanda de penalties. Por lo que respecta a la pequeña porción de la grada que yo represento: estamos bien, pero no nos flipemos. Si el mejorable desenlace del partido de nuestras vidas fuera un mal de panxa, yo habría salido de la cama, pero seguiría cenando pan con aceite y jamón york (y si el pan no está tostado, mejor). Eh, cuidao, que yo, al menos, he salido de la cama, porque los de les barres blaugranes siguen sin poner un pie fuera del edredón; sin embargo, pa-mi-que se han ganado el perdón. Que tire la primera piedra aquel granota de bien (léase que no tenga una cuenta de Twitter con la foto de un jugador en su perfil) que no pensase el viernes de la reflexión en que el partido de Anoeta iba a ser más jodido de lo normal. Esta tarde hemos jugado tan mal que, de no venir de donde desgraciadamente venimos, yo, líder autoproclamado de la cofradía del extraño fenómeno del optimismo en Orriols, hubiera quemado la falla sense ninot indultat ni hasties; aunque, pensándolo mejor, habría elevado una disculpa porque no siempre se puede jugar bien. Gracias a Casadesús hoy tocó jugar contra la Real Sociedad y no contra quien tú y yo sabemos.

Por muy difícil que sea de creer Mikel Merino hizo subir el uno a cero al marcador en el minuto diez de juego. Es casi incomprensible la cantidad de cosas que se pueden hacer en diez minutos. Desde que Paco López descolgó el teléfono camino de Elda, el Llevant se ha visto sumido en una fiesta perpetua que nunca pierde la capacidad de sorprendernos por mucho que la relación se dilate en el tiempo. Después de los dos cohetes, de la vueltecita de Mikel Merino al banderín, los chavales a los que tenemos el gusto de llamarles nuestro equipo vinieron a demostrar que no se habían olvidado de jugar a fútbol, solo que no se acordaban. De forma consecutiva el Levante enlazó dos jugadas, la segunda mejor que la primera, que si bien demostraron que habíamos saltado al campo fueron insuficientes para alterar a Remiro (suplente de Raúl la temporada del último ascenso). Total, que Toño hace una de las suyas en un saque de banda, a Rochina se le atornillan los tacos al césped y Coke hace un penalti tonto, claro, inútil e indigno de un triple campeón de la UEFA. Lo que no sabía el buen granota, pero sí supo después del horrendo disparo de Oyarzábal desde los once metros es que estábamos en uno de esos partidos del antiguo Levante de diez tíos defendiendo, un señor oscuro de delantero y muchos despejes. Aunque, a decir verdad: solo hubo nueve tíos defendiendo porque Toño solo estorba; no teníamos un negro arriba, a cambio teníamos a Dani García que llevaba bastante tiempo aportando poco; y despejes... no hubo muchos. Lo que quería expresar con esto es que el rival por mucho que hiciera, como pasaba en aquellos primeros años de la década del 10, no iba a meter gol. El dueño de este sucedáneo de portal web se percató de esta condición paranormal hacia la media hora de partido y desde entonces la tarde fue una risa interminable.

Si el fútbol fuese un negocio serio, hoy Toño habría jugado su último partido en Primera División y espero que, como poco, sea su último partido con la camiseta del Levante; Dios nos salve de alguna desgracia que lo obligue a jugar. Tras ser cambiado en beneficio de Carlos Clerc, el conjunto de los granotas y el fútbol en general, el Levante empezó un fulgurante partido de nueve minutos en el que, de conjugar su juego con el gol, los indomables de Paco López alzarían los brazos victoriosos a pesar de los arañazos, las magulladuras, los moratones, el par de tibias rotas y la fractura de radio y cúbito en ambos brazos que David Silva y compañía tuvieron la cortesía de propinar al maltrecho cuerpo blaugrana. En el plan que había tejido en mi mente, después del tiro al palo y del tiro al larguero, después del penalti fallado, después del gol correctamente anulado, después de los tres uno contra uno desperdiciados, después de la excelente parada de Cárdenas (uno de los dos que se salva de la quema) a Isak, después de la casi parada de Rochina a Silva, después de los dos despejes de Duarte sobre la línea de gol, después del tercer despeje sobre la línea de gol de Son (segundo y último aprobado del día) y después de quitar a Toño; después de todo ese vendaval de fútbol de la Real, en mi plan perfecto solo quedaba enchufar la que tuviéramos. Pero el córner olímpico de Bardhi se estrelló en el larguero y no entró en la portería.




domingo, 21 de febrero de 2021

Poliédrico

PacoLo tenía un plan. No existe otra explicación. Nuestro juego combinativo y disfrutón ha desaparecido en esta pareja de partidos que el Destino ha tenido la caprichosa idea de enfretarnos contra el Atlético de Madrid; quien te iba a decir a ti, granota, perdedor nato, el miércoles por la noche mientras encendías la tele para ir al Ciutat que 180 minutos de juego después no solo ibas a sacar los mismos puntos que el Atlético de Madrid, sino que encima ibas a recortar la distancia con el líder. (Quedan 42 puntos por jugar y la distancia al liderato es de 24, a mi las cuentas me salen). Pero bueno que me descentro, ¿qué duda cabe que el Atleti es mejor equipo que nosotros? a soltar idioteces a otra parte (jajajajajaja). Por lógica aplastante esta gente nos iba a someter cuando Correa, el gordo pesao y Llorente se la pasaran entre ellos. El matiz estuvo en que PacoLo asumió que eso iba a pasar y que la mejor manera de contrarrestarlo no era metiendo más goles, sino evitando que el Atleti los hiciese. Lo que nadie nos ha quitado y espero que nunca se nos quite es el ataque sin contemplaciones; con el balón en los pies el Levante juega que da gusto.

Pero tampoco nos volvamos gilipollas, el partido del Levante en defensa tanto en la ida como en  la vuelta... uy, perdón, tanto el miércoles como hoy ha estado lejos de ser perfecto. Y esto es un hecho tan palpable como que de haber sido las cosas un poco distintas (tiro a las nubes de Correa y tiro al palo de Suárez (ahora os cuento)) habríamos terminado la semana con una mano delante y una mano detrás. Pero una cosa no quita la otra. Que el Levante no haya conseguido la perfección de antaño delante de su portería no impide que hayamos hecho un buen partido sin balón. Al menos en lo que va de temporada, la última línea del Levante cuando se encaja la armadura y se pone a aguantar lo que haga falta ya es más resistente que un iPhone impactando contra el suelo, siendo el iPhone nuestra defensa y el suelo el ataque rival, obviamente. Yo también me quedé ojiplático cuando Paco puso sobre el césped a todos los centrales de su plantilla: Postigo, Duarte y Vezo a despejar balones y Róber Pier delante de ellos por si las moscas; pero igual de impresionado me quedé cuando el Atleti ni si quiera pudo entrar en nuestra área con la barraca bien montada. Tan sorprendido o más me quedado hoy con las buenas ayudas en banda o con el orden táctico de los de PacoLo cuando el Atleti corría y el gordo cojeaba arrastrando la botella de oxígeno.

Pero cuando teníamos la pelota, qué maravilla. Se habla menos de lo que se debería del pelazo de Rochina y quisiera cambiar esa tendencia: el pelazo del equipo hoy estaba ante SU partido. El público jaleaba que el balón fuera entregado a Rochina: dos caños, un pase a la carrera de Morales de sesenta metros y otro pase raso horrible al pie de Morales de cinco metros fue el bagaje que ahora mismo recuerdo; y lo que no le dejaron hacer. En la segunda parte le cayó un pase celestial de Coke que si llega a controlar bien, tal y como estaba el pelazo hoy, la mete por toda la escuadra: 0 dudas. Este sucedáneo de portal web ha conocido que Dani Cárdenas le ha pedido consejo acerca del cuidado del cabello. El de Sagunto, no obstante, fue rehacio a prestarle el champú: "En el equipo solo hay un pelazo, ¿vale?"

Y ya que hablamos del aspirante a pelazo, el de hoy ha sido el partido de la confirmación de Cárdenas. Es muy fácil valorar positivamente lo nuevo. En Valladolid el chaval estuvo bien y punto, contra el Fuenlabrada ganó el solito la tanda de penalties, contra el Villarreal hizo un par de paradas buenas y otras tantas malas que pudieron significar la eliminación, seguimos con opciones contra el Athletic gracias sus intervenciones y hoy ha parado dos disparos, uno a Juan Contento y otro a Tomás Lemar, de portero sobresaliente. Si el Athletic algún día suelta la pasta por Aitor, pasará lo mismo que si algún día el Sevilla suelta la pasta por Campaña: nada.

Y, por cerrar con las menciones especiales, Róber Pier hoy ha vuelto a ser ese central de hoy en día que no tiene cara de loco, que es más guapo que feo, que sus amonestaciones son circunstanciales y que han llegado a Primera División, no por destrozar tobillos de delanteros escurridizos, sino por ver el juego igual que nosotros, solo que un segundo antes que el resto. El sereno central gallego ya cumplió su condena por hacer el capullo tres días antes de año nuevo con Láinez, el miércoles la lió un poco en el gol colchonero, pero fue parte fundamental junto a Roger y de Frutos en el gol de Bardhi; en condiciones normales, cada minuto que juegue Duarte que no lo juegue Rober es para montar manifa en el párquin del estadio.

El ver correr a Morales cara a puerta es un ejercicio de meditación en nueve de cada diez escuelas zen. No hubo momento más tranquilo que ese en todo el partido. No hubo certeza mayor en los noventa minutos. El Comandante es ese señor que encara al portero desde campo rival, se sabe que no va a meter gol, pero luego el cabrón lleva once tantos (y tres dobletes) en lo que va de temporada. A sus 33 años y cuando ya había quien lo daba por muerto desde 2016 (no me escondo), el señor chupón se ha convertido en un obseso del gol, a pesar de que la autoría del primer gol granota sea, cuando menos, subjetiva. Con cero a uno en el descanso y con Rochina dando un recital, pocas opciones mejores hemos tenido en nuestra vida de ganar en el Calderón (me da un poco igual como coño se llame ahora). Sin a penas haber inquietado al candidato a pelazo, el Atleti empezó a calentarse. En todo el partido tuvo cuatro muy buenas ocasiones de encontrar al gol y tres de ellas sucedieron del 55 al 60. Tras señalarse una falta al borde del área granota, un pobre chaval desde su casa en Valencia y viéndolo con quince minutos de retraso empezó a susurrar: "Gol de Suárez, gol de Suárez, gol de Suárez" y el curvado disparo de Suárez terminó chocando contra el palo. Bienaventurado aquel que piense que todo esto fue casualidad. Mucho mérito veo yo a Cárdenas y a la defensa y muy poco al pobre chaval que evitó la remontada atlética. A quince minutos de la conclusión el dueño de este sucedáneo de portal web fue objeto de spoiler en tanto en cuanto al resultado final.

El Levante de ahora, es el Levante de las mil caras: que si lo miras de frente te rompe en siete trozos iguales con una jugada por banda, si lo miras de perfil monta la barra y se pone a defender como cabrones y si lo miras de tres cuartos prueba jugar con cuatro centrales por si la cosa se pusiera interesante contra el Athletic y pone a Cárdenas de titular para que esté enchufado para cuando llegue, hasta el momento, el partido de nuestras vidas.