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lunes, 5 de junio de 2017

La moneda de Lorenzo

Es un hecho prácticamente innegable que la marcha del triple campeón del mundo (2010, 2012 y 2015) Jorge Lorenzo a Ducati ha levantado una gran expectación entorno a él y a su equipo, pero, principalmente, entorno a él. El piloto mallorquín se situó bajo el foco del campeonato mundial de Moto GP después de desembarazarse de Yamaha y probar suerte en la histórica marca italiana. Desde el inicio, ha sido objeto de análisis y se postulaba como uno de los alicientes de este año. Si bien es cierto, que el inicio de la temporada, en su globalidad, ha resultado un poco decepcionante, no ha cumplido con las expectativas y el Gran Premio de Italia, con la victoria de su compañero Andrea Dovizioso, ha subrayado un momento crítico en la tendencia del campeón español.



No creo que nadie, ni Lorenzo, pensando fríamente y dejando a una lado camisetas, gorras, bufandas y fanatismos, vaticinara a estas alturas del mundial, con seis grandes premios disputados, que Lorenzo ocupara, por ejemplo, la primera posición del mundial, que acumulara varias victorias o, si quiera, que visitara con suma frecuencia el cajón. Pero tampoco creo que nadie, ni Lorenzo, imaginara la situación tal y como es: séptimo en la clasificación general, a cincuenta y nueve puntos del liderato, alejado de los puestos de cabeza en carrera y con un podio en Jerez (grandísimo resultado, todo sea dicho). Las circunstancias sitúan al balear un poco por debajo de las hipótesis elaboradas a priori. No exijo victorias a una alianza (Jorge-Ducati, en este caso) que llevan un puñado de carreras juntos, pero no creo que tanto la posición en el campeonato, como las actuaciones en pista, estén al nivel de un coalición de tantos quilates. El undécimo puesto en Qatar, el noveno en Estados Unidos o el octavo ayer en Italia, así como, las repetidas ausencias en la última tanda clasificatoria no son propias ni de Lorenzo, ni de Ducati. Sé que en la máxima expresión de motociclismo de velocidad, las cosas no son fáciles, y también sé que es la voluntad de ambas partes, pero lo esperado sería que la moto noventa y nueve peleara, ocasionalmente, con la pareja de Honda y Yamaha. Un top cinco y una brecha cerca de los treinta y cinco puntos con respecto al líder, cumpliría mis expectativas.

Ayer, en Mugello, se alzó ante una oportunidad inmejorable de resurgir para el de Palma: con una moto italiana, en un circuito italiano y delante de los italianos ducatistas. Cuando los semáforos se apagaron, supo colocarse justo detrás de las posiciones que dan acceso al podio y la astronómica velocidad punta de su moto hizo el resto para colocarse al frente de la prueba al final de la recta más larga del mundial. Lorenzo permaneció en los puestos delanteros por un espacio próximo a la media docena de giros, pero, paulatinamente, fuer perdiendo comba con la cabeza de carrera y acabó peleando por ser octavo. A diferencia de su compañero de equipo, Andrea Dovizioso optimizó las virtudes de su Ducati para mantenerse con opciones de brindar con espumoso al término del Gran Premio. Exprimió el rendimiento de su motocicleta en la recta de meta y acabó llevándose la carrera con cierta autoridad. La disimilitud entre Andrea y Jorge, en términos tangibles, fue de catorce segundos y esto tiene dos posibles lecturas: la primera viene a resaltar la enorme carrera que hizo el italiano en referencia al español; la segunda destaca las opciones de este último, porque si Andrea Dovizioso, un piloto de un talento incuestionable, pudo ganar con la Ducati, Jorge Lorenzo, otro piloto de una calidad desbordante, bien puede hacer lo propio con la misma moto. Diría que ambas lecturas son realistas, ni optimista la una, ni pesimista la otra. Además, ante sí, Jorge Lorenzo tiene la mejor noticia que podía recibir quedan doce carreras, dos tercios de mundial, está a un grupo de podios y una pareja de victorias de una temporada notablísima.

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