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sábado, 31 de marzo de 2018

De Jefferson a José Luis

Hola. No sé si nuestro querido Francisco José López Fernández, Paquito para los colegas, le ha puesto un petardo en el culo a los jovenzuelos que la samarreta del decano defienden. Tal vez, se lo ha quitado, no lo sé. Desconozco los métodos del pelao de Silla, pero sinceramente, no creo que estén relacionados con petardos, por muy de la terreta que sea, y mucho menos con culos, seamos serios, por favor. El Levante que nació unos poco días antes de fallas parece un espejismo del que nos dejó al borde del precipicio hace unas semanas, sintiendo en la cara el calor de las llamas del infierno. Atrás queda ese equipo rácano y timorato, cosido al área, que abría cabezas y vendía madres por dejar la portería a cero, aferrado con uñas y dientes, en cuerpo y alma, al ascentral ceroacerismo, un equipo capaz de cortarse las dos orejas (y el rabo) a cambio de despejar un balón. La pelota ha dejado de ser un piedra en Orriols. Ahora comenzamos a comprobar que realmente sí hay vida más allá de nuestro propio campo. También en este tiempo hemos podido comprobar, tal y como explicaban los viejos del lugar, que cuánto más cerca de la portería ajena esté la pelotita menos probabilidades de perder habrá. Incluso, así, se pueden ganar partidos, ¡Qué cosas tiene el fútbol!. Paquito ha conseguido en tres partidos lo que el innegablemente asturiano Muñiz hubiera conseguido en siete, y no, no me refiero a que Erick Cabaco ya haya acumulado 270 minutos, sino me refiero a los siete puntos cosechados, suponiendo, claro está, que con JuanRa en el banquillo hubiésemos encadenado siete partidos sin conocer la derrota. No obstante, guardaremos en un rincón de nuestro corazón granota aquellos épicos 0-0 contra Málaga, Espanyol, Leganés, Sevilla... para añorarlos cuando nos cansemos de perder por ir al ataque. Porque el fúrbol es asín.


Desde la atalaya de los siete puntos todo es más bonito, el aire es más puro, los colores son más vivos, Riga Mustapha parece guapo y Bruno Cirillo sembla un hombre apacible. A mitad de cuentas (que no a su fin) creo que hice lo correcto no malhumorándome, demasiado, cuando al amigo Leo Baptistao le dió por clavarnos un gol en el tiempo de descuento. Sin él, quizás, no estaríamos aquí. Leo, contigo empezó todo.

Antes de empezar con el partido, seguiré dando vueltas alrededor de él y contando algo que me parece completamente imprescidible: no descubro nada nuevo afirmando que actualmente nos hallamos en las vacaciones pascueras, espero no destapar nada nuevo. Y, en consecuencia, el tiempo sobra. Con lo cual decidí invitar a mi primo a lo que a mi me gusta llamar la Fiesta del Fútbol. Aproveché que en mi casa sí está contratado todos los partido de La Liga menos ""el partidazo"", para pasar con él día. Pero decidí sugerirle también, que se viniera un poco antes, una hora antes, para: "echar unos FIFAS". Allí estaba yo a la intempesitiva hora de las 10:45h, un sábado, doblemente festivo, perfectamente ataviado del Levante Unión Deportiva, esperando a mi primo. Resulta curioso que aún viendo el partido por la tele, a 442 kilométros, por carretera, de Gerona, me enfudara la casaca de Sergio Martínez Papá Ballesteros para animar desde el comedor de mi casa. Curioso. Quiero pensar que era por no recibir a mi primo en pijama, pero mi conciencia sabe que no. Por suerte, esta superflua curiosidad tuvo una transcendencia, que no puede escapar de la reseña, en el transcurso del partido.

Empezamos el partido sufriendo, por que ni Súper Paco, ni JuanRa, ni De Biassi, ni LuisGar, ni una delantera formada por Koné, Caicedo y Martins y Babá Diawara en el banquillo (los tres grandes negros de nuestro tiempo y Babá) nos van a librar nunca de sufrir. Nunca. Aquellos le dieron al palo una vez y no nos colaron un gol porque Dios es bueno y misericordioso, porque la Virgen de los Desamparados es del Levante y porque estamos en Semana Santa. No obstante, nosotros también tuvimos nuestras ocasiones, pero no las metimos porque tampoco vamos a empezar ahora a tener buena suerte descaradamente. Emmanuel Boateng, que acabó el partido en el hospital con el pómulo roto, tuvo entre sus botas las dos ocasiones más claras del Levante. En la primera quiso hacer igual que contra el Éibar hace quince días, pero no le salió. En la segunda combino R1 y el círculo para enviar el balón a la fusta un minuto antes del descanso. Lo crean o no, el partido del Levante distó muchísimo de ser malo y, aún así, el Diamante de Accra fue el mejor de los nuestros. Sigue opositando para convertirse en el cuarto gran negro de nuestro tiempo. Riga juega en otra liga.

Podrían haber tenido a Àlex Granell toda la tarde tirando a puerta, intentando meter el chufo que metió. Supongamos que en ese tiempo indefinido de toda una tarde hubiera tirado 1000 veces. Bien: estoy seguro que 200 no levantan un palmo del suelo, 799 se van a Francia, que la frontera no les pilla tan lejos, y la que falta se va a una cárcel de Alemania. Podría estar toda su vida chutando sin parar a portería y nunca metería un gol como el que ha metido. Para levantarse y aplaudir. Aún habrá quien dira que Oier puede hacer algo. Lejos de pensar: "Es que son muy buenos", "Es que la Primera División no sé qué", "Es que no se puede hacer nada contra éso", todo lo anterior palabras de Autobusazo Muñiz, el Levante le puso los huevos que Cabaco le pone a cada balón y se lanzó en ataque a por los puntos (cosa que había estado haciendo durante todo el partido). Y aún con 1-1 pensé después de una larga temporada: "Venga va, que aún queda tiempo para hacer otro"

Christian Stuani, el seductor del gol, el gavilán (sí, he escuchado hoy a Carlos Ayats) se acordó de las paellas, del sol, de la playa y de lo bien que se vive en Valencia, ¡coño!. Se acordó por un momento de su etapa en el Levante, sus diez goles y el partido contra el Zaragoza. Le pudo la compasión y se privó de marcar su gol número 18 (Casadesuuuuuuuuuuuuuuús) para darnos un punto, otro más.

A Coke Andujar, Súper Paco, lo reconvirtió en lateral izquierdo, y como ya advirtió un sabio asturiano al que todos llaman Juan Ramón: "Un albañil no puede hacer de fontanero", o algo así. Coke, pobrecito mio, que no tiene la culpa de nada, no completó precisamente su mejor partido. Pero, siempre tendremos la duda de si realmente era Coke o, si por el contrario, era algo que en la banda izquierda de Montilivi habitaba. Iker Jiménez y su equipo están estudiando el caso. Porque José Luis Morales estuvo especialmente irritador en 88 de los 90 minutos que un partido comprende. Jugar con Morales era jugar con diez, era como mandar whatsapps para quedarte con los dos ticks azules, nadie supo nada de El Comandante en 88 minutos. Yo lo hubiera quitado en el descanso, como ya dije en twitter, pero por fortuna yo no soy el entrenador del Levante, que también lo dije por twitter. Paquito López, que sí es el mister, tenía otros planes. En la noche del viernes al sábado soñó con Morales metiengo gol, porque solo una cuestión de fe era capaz de mantener a José Luis en el campo. Morales apareció, por fin, en el minuto 47 sirviendo un pase a Emmanuel Manolito Boateng, que no feliz con haber fallado dos anteriormente, falló la tercera, por no perder el hábito y por no mal acotumbrarnos. Si no es con el portero vendido, Manolito no marca, y aún así. José Luis volvió aparecer en el campo, con ayuda de Jefferson Lerma todo sea dicho. El ocho granota tenía la pelota en el centro del campo. No albergo ningún género de dudas en que de alguna forma, tal vez por la vía telepática, el amigo Jefferson Lerma se hubo enterado que yo calzaba la elástica blaugrana, éso, por alguna razón, le animó justo en el momento en que vio a José Luis desmarcarse de su par. Morales Nogales, también sabía que yo llevaba la camiseta del equipo decano de la Comunidad Valenciana puesta, el regate que le hizo al portero nace del empuje recibido por mi casaca centenaria. 16 goles de Morales en Primera. El resto es historia. De nada, granotas.

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